Un joven de 35 años que abra ahora un plan privado de pensiones, si desea jubilarse a los 65 con un capital de medio millón de euros, deberá aportar 904 euros mensuales. Los 500.000 euros parecen una cifra desorbitada, aunque no lo es tanto, teniendo en cuenta que su esperanza de vida puede superar entonces los 20 años. Por tanto, sus ingresos anualizados serían de 25.000 euros, poco más que un mileurista, sin contar las prestaciones públicas. Suponiendo que las tenga.
Todo esto se trató ayer en una conferencia ofrecida por Abante Asesores a sus clientes sobre pensiones, titulada Pensiones menguantes, responsabilidad creciente. El acto estuvo presidido por Santiago Satrústegui, fundador y presidente del grupo, y Francisco Márquez de Prado, que trabaja en el área de planificación financiera y análisis patrimonial de la firma.
Sin duda, algunas personas críticas pueden apuntar que estos encuentros se realizan únicamente con fines comerciales, es decir, vender más pensiones a particulares, pero lo cierto es que la previsión social es uno de los grandes retos a los que se enfrenta toda sociedad que se considere avanzada.
Las cifras aportadas sobre las necesarias aportaciones reflejan una compleja realidad: el periodo de bajos tipos de interés impuesto por los bancos centrales impide esperar grandes retornos de los planes de pensiones a partir de ahora. Los bancos centrales están prácticamente atados de manos por sus políticas monetarias mega expansivas, que son las que están sosteniendo, con sus glorias y sus miserias, tanto la financiación de los estados como el sistema bancario desde el inicio de la crisis. Una subida de tipos sería catastrófica en los próximos tiempos.
Si no hay un cambio, cada vez se disfrutará de la jubilación más tarde, se ampliarán los periodos de cálculo a la vida laboral entera, dejarán de revalorizarse las pensiones... y comenzarán las quitas a las más altas.
Así, Abante efectúa sus previsiones de aportación contemplando un interés anualizado del 2,5%, es decir, más o menos el del bono USA o el alemán. No muy alta, pero acorde al nivel de tipos y superior a la inflación, lo cual permite crecimientos en términos reales.
Pero aún con una expectativa de revalorización más alta, y por tanto, con mayor riesgo, las cifras asustan: con un 5% TAE, hay que aportar 586 euros mensuales (ver gráfico de arriba). Una cantidad fuera del alcance para la gran mayoría de la fuerza laboral, ya que ese ahorro habría que destinarlo todos los meses, y sólo para previsión.
Si se pretende ahorrar para otras cuestiones habituales como vivienda, estudios de los hijos, cambio de coche, reformas del hogar, algún evento familiar… eso va aparte.
Un problema conocido
El problema de las pensiones públicas es bien conocido por todo el mundo: ahora mismo, hay 2,1 cotizantes por cada persona que disfruta de la prestación. Como explicaban gráficamente los ponentes, en los primeros tiempos de los sistemas públicos de previsión (principios del Siglo XX), había 50 cotizantes por cada jubilado, por lo que sólo con que destinara cada uno un 2% del salario a la Seguridad Social que existiera entonces, se cumplía con los objetivos sin notar esfuerzo, dándole a ese prestatario un sueldo del 100%.
Con una ratio de 2,1x1, cada aportante debe destinar el 30% aproximadamente de su renta salarial para los pensionistas, que, explicado de manera gruesa, obtienen un sueldo del 60%. Y bajando.
En las jornadas, destacaron que si no hay un cambio radical de la tendencia, cosa que de momento no parece, la realidad impondrá medidas como “la incorporación más tardía a la jubilación, el cálculo sobre periodos laborales más amplios, llegando hasta la vida laboral completa y la congelación total de la revalorización”, con la correspondiente pérdida de poder adquisitivo. Y aun así, “esto podría no ser suficiente”, para asegurar la sostenibilidad del sistema, alertaban.
En ese caso, el siguiente y más dramático paso sería un proceso de recortes o quitas a las pensiones, comenzando por las más altas (la máxima, a día de hoy, es de 35.000 euros anuales) para ir progresivamente descendiendo.
El riesgo de una generación perdida
Un asunto que daría lugar a la denominada por Abante “generación perdida”, que sería la que se habría pasado toda su vida cotizando para pagar las pensiones de otros, y, cuando llegara su momento de percibir la prestación, se encuentra con “migajas”. O, incluso, ¿nada?
Cuestiones vitales: "Estoy convencido de que no cobraré pensión, por lo que me interesa cotizar cuanto menos", "creo que voy a tener que trabajar toda mi vida mientras aguante", "me va a tocar prepararme para una segunda profesión".
En el turno de preguntas se pudo constatar la preocupación de los asistentes pertenecientes generacionalmente a esa generación perdida, que contrasta con la primera que disfrutó de prestación a primeros de los años sesenta, sin cotizar absolutamente nada.
Este grupo generacional está compuesto por profesionales a los que les queda por delante todavía más de 15 años como cotizantes y que, entre otras cosas, ve cómo le suben los impuestos de manera desaforada, por parte de un Gobierno que no sabe qué hacer para cubrir el gasto.
El público presente dejó patente su preocuación con perlas como “no creo que vaya a cobrar absolutamente nada de pensión cuando me jubile, por lo que lo que me interesa realmente es cotizar lo mínimo ahora”; “creo que voy a tener que trabajar toda mi vida hasta que aguante de pie para mantener la entrada de ingresos” o “voy a tener que trabajar tantos años que tendré que prepararme para una segunda profesión”.
¿Plan financiero o plan de vida?
Se trata de cuestiones más allá de lo económico o político: son totalmente vitales. Y para las que Abante propone algunas soluciones. Satrústegui propugnaba reformas económicas que hagan más competitiva la economía, rebajando el paro y atrayendo nuevos cotizantes de otros mercados. Es decir, hay que subir como sea esa ratio de 2,1x1.
Pero, matizaban, eso tampoco es una panacea, ya que muchos aportantes ahora vuelven a plantear el problema de que serán muchos pensionistas mañana.
Es importante que baje el paro para la sostenibilidad de las pensiones, pero Márquez de Prado insistía en que la penalización a la generación perdida hay que intentar repartirla, a través del factor de equidad. Mediante él, se iría aplicando la quita gradualmente “a quienes más tiempo tengan para prepararse". Será inevitable “acercar la edad de jubilación efectiva a la real”, es decir, aplicar los incrementos de esperanzas de vida.
En el gráfico de abajo puede verse cómo, en función de este criterio, los que alarguen su periodo laboral por encima de los 65 años y tengan más tiempo para ahorrar, irán a su vez, sufriendo una quita de hasta el 20% en su pensión pública. A cambio, habrá podido ahorrar más.
Habrá que ver si hay claridad y valentía por parte de la clase política, aunque este es un asunto casí tabú, con mucha penalización electoral. El futuro parece venir a medio-largo plazo, por una cobertura pública de mínimos, que será mayor para las rentas más bajas, con un inevitable acompañamiento privado, que deberá ser diseñado al milímetro para cada titular.
Como dice Abante, la previsión social es una cuestión de responsabilidad por parte de todos. Los políticos, evidentemente, pero también las personas y las entidades comercializadoras. El futuro “depende de nosotros”, concluye la firma financiera. Necesitamos “un plan vital en primer lugar y aplicarle al mismo un plan financiero".