Los números ponen en duda la afirmación de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, sobre los "días contados" que tendría el diésel. De hecho, el sector del transporte es el gran caballo de batalla de la Comisión Europea en su lucha contra el cambio climático. El Ejecutivo comunitario admite que lograr el objetivo de reducción de emisiones de gases contaminantes solo con el coche eléctrico es poco menos que una quimera. De hecho, sus previsiones pasan por que en 2030, aún el 80% de los vehículos que circulen por el territorio de la Unión Europea serán con motores de combustión.
El comisario de Energía y Acción por el Clima, Miguel Arias Cañete, no oculta su frustración en este punto. Tras reunirse el lunes con la cúpula del Ministerio de Transición Ecológica, pasó el martes por los desayunos informativos de Europa Press y aseguró que, en todo caso, el adiós al diésel será progresivo. Y, por mejor decir, muy progresivo.
"El sector del transporte aún tiene que reducir muchas emisiones y lograr el objetivo de recortarlas un 30% en 2030 respecto de 1990 está relacionado con la introducción del coche eléctrico". Sin embargo, las cifras no son precisamente alentadoras. Según los datos que maneja la Comisión Europea, en la Unión hay 671.000 vehículos eléctricos o híbridos enchufables matriculados actualmente. Para alcanzar el objetivo de reducir las emisiones un 30%, en 2030 debería haberse producido un incremento del 3.775% de este tipo de coches.
En el caso de España, el número de coches eléctricos debería ser de algo más de 2,2 millones para lograr los objetivos. Actualmente, apenas hay 70.000 matriculados. Es decir, el ritmo de ventas de los coches verdes tendría que incrementarse en torno a 175.000 vehículos anuales hasta 2030 para cumplir con las metas de Bruselas. Más que complicado, quimérico.
Pocos modelos, pocas baterías
El comisario Arias Cañete reconoció que los problemas a los que se enfrenta Europa para cubrir estas necesidades son múltiples y difíciles de resolver. En primer lugar, aún se fabrican muy pocos modelos de coche eléctrico en el Viejo Continente, especialmente en relación con el mercado chino. Por otro lado, el desarrollo de las baterías también está en un punto demasiado poco avanzado.
Y para completar el escenario, el avance en los puntos de recarga ha sido tan escaso que ha terminado incluso por frustrar al propio comisario. "Aposté por una normativa en la que los nuevos edificios tuvieran un punto de recarga por cada diez plazas de garaje pero ni el Consejo ni el Parlamento siguieron esta premisa. Creo que es un error". Cañete señaló que, como en el caso de los coches, los puntos de recarga en toda Europa son claramente insuficientes para cumplir los objetivos. "Con estos números, francamente no veo cómo alcanzarlos".
Además, la división entre los países miembros sobre la ambición de los objetivos de reducción de emisiones es palpable y obedece, en la mayoría de los casos, a su implicación con la industria auxiliar del automóvil. Aquellos en los que ésta no tiene un peso significativo apuestan por metas más ambiciosas, incluso de reducciones de un 50% de emisiones en el sector del transporte para 2030.
Sin embargo, aquellos con una potente industria automovilística no están por la labor debido a las implicaciones que supondría para el empleo.
Con este panorama, la desaparición del diésel se antoja más que complicada, al menos a corto y medio plazo. Al menos, no entra en los planes de Bruselas, visto el lento desarrollo de la alternativa del coche eléctrico.