Las pasadas Navidades fueron de las mejores de su vida. Andrea Orcel las disfrutaba en Londres en compañía de su familia ultimando el desembarco en uno de los mayores bancos del mundo, Santander, un sueño hecho realidad tras haber trabajado en el pasado como asesor de Emilio Botín en varias operaciones.
Orcel y su esposa imaginaban como sería a partir de entonces su vida en Madrid, en el casaplón al que se trasladarían y sobre el que ya habían tomado decisiones de diseño. También habían iniciado las gestiones para que su hija acudiera a un nuevo colegio en la capital española, y contratado los servicios de mudanza. Pocos días después, el 7 de enero, Orcel se encontraría con un inesperado y tardío regalo de Reyes.
Ana Botín trasladó a Orcel su primer deseo de que se incorporara a Santander a finales de julio en Nueva York
Santander hizo oficial la contratación de Orcel el 25 de septiembre, pero las conversaciones con Ana Botín habían comenzado unos meses antes, en Nueva York. A finales de julio de 2018, en el restaurante de un hotel de la Gran Manzana, Botín trasladó a Orcel su deseo de que se incorporara al banco.
Las negociaciones sobre su fichaje se plasmaron en 24 de septiembre en un contrato -Santander defiende que no se trata de uno definitivo- firmado por Andrea Orcel y el secretario del Consejo de Administración del banco, Jaime Pérez Renovales. En el mismo se incluyeron los bonus y retribución que percibiría el italiano como primer ejecutivo, tras Ana Botín, de la entidad. Un día después el banco informó a la CNMV de la designación de Orcel como nuevo consejero delegado.
El día que todo cambió
El 20 de diciembre, de acuerdo a fuentes conocedoras del contenido de la demanda presentada por Orcel contra Santander, el ejecutivo italiano envió un mensaje a Ana Botín en el que incluía una lista de 20 puntos críticos sobre los que actuar, tal y como la presidenta le habría solicitado.
Andrea Orcel piensa ahora que ese día, ese mensaje, fue determinante para que poco después el banco decidiera no seguir con su contratación. Que la razón de su despido no obedece a causas económicas, sino a que Ana Botín y su entorno descubrieron entonces que el propósito de Orcel era el de cumplir con el cometido para el que supuestamente había sido fichado, trabajar como consejero ejecutivo y tomar decisiones trascendentales.
"Yo me decía: ¡Dios mío! Esto es un cisne negro. Esto nunca ha pasado antes", pensó Orcel cuando Botín le comunicó su despido
Entre esos puntos sobre los que trabajar que Orcel sugirió a Botín en su mensaje del 20 de diciembre, se encontraba el establecimiento de objetivos coherentes con la estrategia. Enfocarse en las áreas más rentables y no gastar recursos en las menos productivas. Acometer cambios organizativos. Mejorar la disciplina, mover el valor. Motivar a los principales ejecutivos de los distintos mercados en los que está presente Santander. Acelerar la reorganización de la filial en Reino Unido.
Orcel ejecutaría las medidas, pero estas serían siempre consultadas con la presidenta: la última decisión la tendría Ana Botín.
El 24 de diciembre ambos se desearon una feliz Navidad. Pero la presidenta de Santander le envió un mensaje indicando que sería conveniente verse y tener una conversación, el 8 de enero, en Madrid, en la sede del banco.
La reunión en la Ciudad Financiera tuvo lugar finalmente el 7 de enero. Orcel aterrizó en Madrid ese lunes, festivo en la capital, pensando que trataría con la presidenta de Santander una hoja de ruta sobre su incorporación al banco como consejero delegado. Nada más lejos de la realidad.
Ana Botín le comunicó entonces, cara a cara, que estaba despedido, y que el Banco Central Europeo ya conocía la decisión, que no había marcha atrás. Que lo sentía mucho, que ella también había pasado por una situación similar, que se le trataría de compensar, pero que la decisión era irrevocable. Orcel no se lo podía creer. "Yo me decía: ¡Dios mío! Esto es un cisne negro. Esto nunca ha pasado antes", contó el pasado mes de mayo en una entrevista a Financial Times.
A partir de entonces, en las conversaciones que mantuviera con la presidenta de Santander, Orcel apretaría el botón de REC y grabó su contenido.