Hacer banca comercial en España, y tener éxito, continúa siendo un duro desafío para la banca extranjera. Salvo en pequeños nichos, como las tarjetas de crédito de consumo o la pelea de ING Direct por el pasivo y las nóminas, la crisis ha obligado a las entidades extranjeras a replegarse del negocio nacional. Citi lo hizo antes del verano con la venta de su división minorista y de tarjetas revolving al Popular. Barclays le ha seguido el paso. La entidad británica ha perdido 1.311 millones con su división española en los últimos tres años. Entre 2011 y 2013, Barclays España registró unas pérdidas de 681 millones. La venta a Caixabank de su negocio de banca minorista, gestión de patrimonios y banca corporativa le supondrá un roto adicional de 630 millones, según ha reconocido la matriz de la entidad británica.
Desde Londres se admite que la operación le reportará unas pérdidas de 507 millones de euros (400 millones de libras) que serán incorporadas a las cuentas del grupo del tercer trimestre. El impacto negativo se completa con otros 126 millones de euros (100 millones de libras) que se anotarán la final del proceso. Las dos entidades reconocieron este lunes, en sendos hechos relevantes remitidos a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), que el cierre de la transacción está previsto para diciembre de 2014 o principios de 2015. La operación está sujeta ahora a la aprobación por parte del Banco de España, la CNMV y las autoridades de competencia españolas.
Barclays está presente en España desde hace 40 años, si bien fue en 2003 cuando modificó en profundidad su perfil de negocio en el país con la compra de Banco Zaragozano, que impuso un enfoque más dirigido hacia la banca minorista. Tras el pinchazo inmobiliario, la entidad emprendió el camino inversión, de regresar al negocio inicial con clientes de rentas altas y a la banca de inversión, realizando importantes provisiones del riesgo con promotores que minaron la cuenta de resultados. La decisión del grupo anunciada ayer es por tanto el desenlace a una situación de incertidumbre que se agravó recientemente primero con la marcha de Jaime Echegoyen como consejero delegado del grupo y dos meses después, con la renuncia de Pedro Fernández de Santaella, un histórico del banco en España y máximo responsable de banca de inversión.
Caixabank destinará 300 millones para la reestructuración de plantilla y red de oficinas. El proceso podría suponer la salida de 1.000 trabajadores
La entrada de Caixabank supondrá un cambio radical en la red de Barclays en España. De hecho, la entidad catalana confía en que el negocio adquirido reportará unos beneficios de 80 millones en el resultado neto de Caixabank desde 2016. En este primer semestre, Barclays España ha registrado unos pírricos beneficios de apenas 1 millón de euros. También desde 2016, el banco presidido por Isidro Fainé logrará un ROIC (retorno sobre capital invertido) del 10%. En ese mismo parámetro, BBVA confía un 15%, a partir de 2018, con la adquisición de Catalunya Caixa, de la que espera que aporten 300 millones a los beneficios del banco azul desde ese mismo año.
La operación servirá también al grupo catalán para continuar con su ajuste de plantilla y red. Un ejercicio que la entidad catalana aún debe seguir incidiendo para lograr su objetivo de eficiencia del 57%. Actualmente, Caixabank cuenta con un 58% de este ratio. Para ello, el grupo presidido por Fainé calcula unos gastos de integración (cierre de oficinas y reducción de plantillas) de 300 millones. Con estas cantidades, la operación podría suponer la salida en el entorno de los 1.000 trabajadores, según confirman fuentes del mercado. El pasado ERE, que supuso la salida de 2.600 empleados de Caixabank, supuso un desembolso para la entidad de 821 millones.
Tras la compra, la red de 271 sucursales de Barclays se unirá a las 5.695 oficinas que Caixabank poseía a cierre del primer semestre. En cuanto a la plantilla, la operación supondrá aumentar el saldo de trabajadores en 2.400 empleados que se sumarán a los 31.574 trabajadores en esa misma fecha. Tras culminar las integraciones de Banca Cívica y Banco de Valencia, CaixaBank calculaba, hace un año, que debería cerrar alrededor de 400 oficinas hasta finales del ejercicio de 2014. El objetivo de la entidad es quedarse con una red de 5.700 sucursales. Ese mismo objetivo, pese a que se mantiene, podría incrementarse ligeramente por las sucursales que se heredarán en la capital.
Barclays España cuenta con 95 oficinas en Madrid, un factor estratégico en la operación, ya que uno de los objetivos de la entidad catalana era aumentar su presencia en la capital. Cataluña, con 29 sucursales, Andalucía (33) y Comunidad Valenciana (25), donde Caixabank tiene una mayor presencia por ser la zona de origen de la propia Caixa, Banca Cívica (Cajasol) o Banco de Valencia pueden ser los puntos geográficos donde se concentren el mayor número de cierre por solapamiento de red.
La operación ha sido acogida positivamente por el mercado ante el limitado coste en capital que supondrá para Caixabank (apenas 75 puntos básicos). "La operación tiene sentido estratégicamente, al incrementar la base de clientes de banca personal. Es una manera sensata de asignar exceso de capital, manteniendo el nivel adecuado de capital post-transacción (11,6% CET1 Fully Loaded)", aseguran los analistas de Morgan Stanley. Entre los peros destacan la baja rentabilidad de la cartera de créditos y el costoso pasivo (2,16%) de la cartera de Barclays frente a la de Caixabank (1,84%) y unas sinergias de costes por debajo de lo esperado: 150 millones anuales desde 2016.