Casi un mes y medio ha tardado el Gobierno en tomar las primeras medidas serias, en especial la alarma sanitaria, para hacer frente al coronavirus desde que se detectó el primer caso positivo en España. Pero, en materia económica, el Estado aún no pone un solo euro para evitar o reducir los desconocidos efectos del virus en el paro y en las cuentas de la Seguridad Social, así como en la economía en un país experto ya en coleccionar recesiones en breve plazo.
Es decir, a la espera del próximo Consejo de Ministros, el Gobierno sigue sin decretar la situación de alarma sobre el mercado laboral y el deterioro económico que se vislumbra. De momento, las medidas anunciadas son un mero parche de retardo en el cobro de las deudas tributarias y cotizaciones para algunas pymes, más algunas transferencias a las comunidades autónomas a cuenta de su financiación estatal para hacer frente a las exigencias sanitarias.
También Sánchez ha garantizado el 100% del sueldo a los empleados públicos (Base Reguladora) en caso de baja médica, es decir, a los que están en la cuerda del poder con empleo estable permanente. Mientras, los trabajadores privados, es decir, los que queden si se salvan de la purga de despidos que ha ya empezado, recibirán el 75% al considerarse las bajas como accidente laboral. Eso sí, a pesar de que la situación es extraordinaria y de las dificultades del sistema público, el coste correrá a cargo de la caja de las pensiones mediante un nuevo incremento de la deuda de la Seguridad Social.
¿Dónde está el conjunto del Estado y el auxilio que prevé la Constitución para asegurar la generación de la actividad económica? Lo que es evidente es que la situación será aún más extrema si no colaboran las Administraciones públicas en paliar los efectos devastadores que se pueden producir en las empresas y trabajadores del sector privado.
El Gobierno debe empezar a pensar en reducir o suprimir cotizaciones a empresas y autónomos, pero no a cargo de que la caja de las pensiones
Son necesarias medidas urgentes para minimizar la alarma social y económica porque se trata de una emergencia nacional. Por ejemplo, el Gobierno debe empezar a pensar, ya que se supone que es una situación que a medio plazo cambiará, en reducir o suprimir cotizaciones a empresas y autónomos, pero no a cargo de que la caja de las pensiones recaude menos sino con la participación de la de todos los contribuyentes (impuestos) o, por ejemplo, bajadas tributarias e incluso líneas crediticias blandas o sin intereses.
Es la mejor forma de dar liquidez a las empresas, sobre todo pequeñas y medianas, y a los bolsillos de los ciudadanos y que no se resienta aún más el consumo y la inversión, los dos principales motores de la demanda interna. Lo más sensato es que Pedro Sánchez se olvide de momento de los Presupuestos que tenía en mente con sus socios de Gobierno, y de subidas impositivas ideológicas, y que gestione un Pacto de Estado con los demás partidos para cambiar lo más rápidamente posible el modelo de crecimiento de la economía.
Proteger el empleo
Conviene ir hacia otro más protector del empleo y de la actividad, es decir, hacia un modelo industrial en lugar del actual basado ahora en los servicios (con la hostelería y el comercio como timón) porque es el que de nuevo somete al país a una grave exposición e inestabilidad que no tienen los países de nuestro entorno.
A cambio, las administraciones deberían empezar a recortar su ingente gasto no productivo, aumentar la inversión y también ahora las partidas destinadas a la salud que a corto y medio plazo, o quizá más, necesitan mayores dotaciones y que se van a convertir en una demanda permanente de los contribuyentes.
Seguramente si la sanidad, y también la educación, hubiese sido estatal, no se habría producido esta desbandada del coronavirus por todo el país ya que las medidas habrían sido unitarias y unívocas, y, por ejemplo, los ciudadanos de una autonomía no habrían huido a otra con el consiguiente riesgo de propagación. Es otro precio más de 17 miniestados junto a uno central sin competencias que sólo actúa en casos de emergencia nacional, quizá cuando sea demasiado tarde.
Miedo escénico
Todo esto ha llevado a que, a pesar de que la ejemplaridad habitual, los españoles sigan desconfiando de las medidas adoptadas, o su tempo, y que se hayan producido situaciones de miedo escénico. Por ejemplo, mediante la compra compulsiva de alimentos (en una gran superficie de Madrid un cliente se llevó el pasado fin de semana un palé completo de paquetes de harina de trigo).
Se ha producido una situación de economía de guerra generada por la desconfianza hacia los poderes públicos y sus representantes. Precisamente, el día en que Sánchez anunció sus primeras medidas y pedía tranquilidad, una gran superficie de electrodomésticos en el este madrileño vendió una decena de arcones de congelados en sólo una tarde mientras que desaparecían de los mostradores aparatos electrónicos e informáticos y relacionados con la televisión.
Seguimos con la retina puesta en los difíciles años de crisis de 2008, cuando Zapatero sostenía que sólo se producía una simple desaceleración
Todo esto ha sucedido porque los españoles seguimos con la retina puesta en los difíciles años de crisis, cuando Zapatero sostenía que sólo se producía una simple desaceleración y en realidad ya era galopante la crisis económica. Y este miedo escénico ha empezado por el empleo mientras muchas empresas no saben a qué atenerse por la falta de liderazgo político.
Oleada de despidos: ¿serán EREs o ERTEs?
Despidos ya ha habido y muchos. La estadística del ministerio de Trabajo de marzo va a ser cruel. En todo caso, la palabra que más se pronuncia ahora en muchas empresas es ERE (Expediente de Regulación de Empleo) o ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) si la plaga del coronavirus se reduce en los próximos días. Por su parte, muchos autónomos tienen dudas sobre cerrar o si merece la pena aguantar si pueden hacerlo.
Mientras el Gobierno se lo piensa, muchos abogados laboralistas han trabajado este fin de semana preparando una nueva andanada de expedientes, que serán sobre todo de regulación de empleo (despido con 20 días de indemnización) porque los ERTE son un invento Alemán para reducir temporalmente el empleo de su industria en los momentos de baja demanda y que en España se importaron tarde en la última crisis. Pero, no son aplicables en mayor medida en el sector servicios por su dificultades de trasladar en actividades como la hostelería en general o el comercio (representan un tercio del empleo en España) y porque requieren una tramitación más compleja. Por cierto, ya en 2019 los afectados por ERE ya habían subido un 55% respecto al año anterior tras seis de caída.
No cabe duda de que marzo será un mes negro para el empleo. El teletrabajo no parece que resuelva nada, en un país en que sólo 376.000 trabajadores lo tienen suscrito en su convenio
No cabe duda de que marzo será un mes negro para el empleo, y también para la economía. El teletrabajo no parece que resuelva nada, en un país en que sólo 376.000 trabajadores (de más de 19,3 millones) lo tienen suscrito en su convenio, por la preponderancia de sectores que no pueden adaptarse a este sistema de trabajo (tiendas, bares, restauración en general, peluquerías y muchas actividades del sector servicios).
Varapalo a la Seguridad Social
Los sindicatos temen, además, que esta necesidad de trabajar ahora en casa por la alarma sanitaria pueda convertirse ahora en un ensayo para que muchas empresas conviertan a sus actuales trabajadores en falsos autónomos (pagándose sus cotizaciones y otros cotes fijos como Internet, teléfono, luz, equipos e incluso el agua y mobiliario). Todo ellos, supondría un varapalo enorme para las cotizaciones de la Seguridad Social, que precisamente no atraviesan un buen momento de afiliados estables ya que sólo cuatro de cada 10 tiene empleo fijo a jornada completa. El resto son trabajadores por horas (temporales e indefinidos), autónomos o trabajadores discontinuos.
Sin sombra alguna de coronavirus, y con el PIB creciendo a un ritmo cercano al 2,5%, el paro bajó hace un año en 34.000 personas y la afiliación aumentó en 155.000. Sin embargo, las cifras serán muy distintas en este marzo, sobre todo si no se decreta la situación de alarma y aparece el Estado al rescate temporal. El peor registro se obtuvo en marzo de 2009, con 55.000 afiliados menos y 123.000 parados más. Esta situación se produce, además, en un momento del ciclo económico y laboral que, con altibajos (febrero pasado tuvo buenos resultados para el empleo porque el buen tiempo anticipó actividad en la hostelería y el campo), ya apuntaba algo más que una desaceleración.
Llueve sobre mojado
Llueve ahora sobre mojado ya que, por ejemplo, según los indicadores avanzados del ministerio de Economía, la cifra de negocio empresarial había subido en el último trimestre de 2019 un 1,5% en tasa anual, menos de la mitad que en los trimestre precedentes. Con datos de enero, la producción industrial era negativa (-2,5%) frente a un alza del 2,9% en el mismo mes del año anterior. Mientras, las ventas totales de las grandes empresas sólo subió en este mes un 0,1% frente al alza del 2,6% de hace un año (las ventas interiores se situaron en el 0,0 frente al 2,7% en enero de 2019; las exportaciones en el 0,2% frente al 2,2%; las importaciones, en el -0,9% frente al 1,7% y el número de perceptores de rendimientos de trabajo creció un 1,8% frente al 2,9% de hace un ejercicio).
Por su parte, el número de sociedades mercantiles se han reducido un 3,8% en enero también en tasa anual. Es decir, la situación económica seguía su proceso descendente. Con el coronavirus afectando a todos los mercados y calles, el deterioro es más plausible e incontrolable. Sobre todo si no se toman medidas de calado o si se toman con timidez o tarde. Se esperaba un crecimiento de cuatro décimas del PIB en este primer trimestre, pero, ante la evolución y el miedo despertado en marzo, algunos expertos ya señalan que serán sustancialmente más bajo.