Lo advierte un exsecretario de Estado que sabe cuánto cuesta cuadrar las cuentas del Estado: "La prioridad absoluta de todas las iniciativas que impulse el Gobierno debería ser la lucha contra la inflación. Aplacar la crisis de precios debería ser el objetivo transversal de los próximos Presupuestos del Estado". Su receta puede ser más o menos discutible, pero hay consenso generalizado entre los servicios de estudios sobre el diagnóstico: los españoles seguirán soportando precios inaguantables según avance el año. Y el panorama apenas mejorará en 2024, engordando esa losa que ya viene lastrando el consumo y, por tanto, el crecimiento de la economía.
Están seguros los economistas y más aún los bancos centrales, empezando por la Reserva Federal, que ha aprobado la subida más drástica de los tipos de interés en 28 años; y siguiendo por el Banco Central Europeo, que ha prometido una nueva "herramienta" para proteger a las economías más vulnerables tras la retirada de estímulos. España es una de ellas. O la que más, con permiso de Italia.
A un mes y medio aún de que el BCE mueva los tipos, la prima de riesgo española coquetea ya con los 130 puntos. A los 150, se activarán las alarmas en las mesas de control de los 'brokers', de quienes depende el movimiento de nuestra deuda soberana. Esa deriva inquieta a los inversores y turba el sueño de quienes deciden la política monetaria en Fráncfort. De ahí que el BCE haya decidido acelerar nuevas fórmulas de ayuda, pero con una diferencia vital: no habrá apoyo comunitario sin condicionalidad. O lo que es igual: sin la exigencia de ajustes ni reformas.
La volatilidad vivida esta semana en los mercados es el mejor síntoma de lo que se avecina en la segunda mitad del año. Los inversores huelen el riesgo y sitúan a España -junto a Italia- en el foco, por su enorme endeudamiento, su abultado déficit y un motor económico que no está funcionando como se esperaba, por el pésimo uso de los fondos europeos de recuperación.
El BCE ha decidido acelerar nuevas fórmulas de ayuda, pero con una diferencia vital: no habrá apoyo comunitario sin condicionalidad. O lo que es igual: sin la exigencia de ajustes ni reformas
España se encamina hacia un escenario que se asemeja mucho a la estanflación, esa combinación nefasta entre altos precios e ínfimo crecimiento económico, no visto ni sufrido desde las crisis energéticas de los 70. Es el panorama que despunta tras el verano que arranca este martes: la estación que más desean las familias que pueden permitirse unas vacaciones… y que más espera el Gobierno por la imagen de bonanza que proyectará.
"Esto recuerda demasiado a la Expo de Sevilla del 92. Tras el 'subidón' del verano llegó el bajón y afloró la crisis", recuerda el director de una asesoría geoestratégica. Las circunstancias son distintas, pero el espejismo es similar. El 'manguerazo' de inversión pública para sufragar la Exposición Universal y las Olimpiadas de Barcelona proyectaron una imagen de bonanza y postergaron lo inevitable: España acabó sucumbiendo a la crisis internacional que venía sufriendo Occidente. En 1993, el PIB se anotó la peor recesión en tres décadas.
Son las consecuencias irremediables del dopaje financiero. Economistas como Daniel Rodríguez Asensio están convencidos de que, sin el apoyo del BCE, la prima de riesgo española estaría por encima de los 200 puntos desde hace años. Es la nota objetiva que merecería España, a la vista de sus debilidades y de las tareas pendientes. Como recuerda Daniel Lacalle, economista jefe de Tressis, "la política monetaria no elimina el riesgo, lo disfraza".
Las últimas inyecciones del BCE -de aquí al 31 de julio- permitirán mantener el 'disfraz'. El verano será bueno en lo económico, por las buenas perspectivas en torno al turismo nacional y el regreso definitivo del extranjero. "Desde hace meses se viene observando un trasvase de la demanda desde los bienes a los servicios", afirma el director de un conocido servicio de estudios con sede en Madrid. Esa demanda se traducirá en actividad empresarial en los sectores más castigados por la pandemia.
Sin los estímulos del BCE, la prima de riesgo rondaría, probablemente, los 200 puntos, por la vulnerabilidad de la economía: "La política monetaria no elimina el riesgo, lo disfraza"
Los hoteles -lo hemos contado en Vozpópuli - ya empleaban en mayo a 8.000 personas más que en las mismas fechas de 2019. Lo ocurrido en Semana Santa también invita al optimismo. Visitaron nuestro país más de seis millones de turistas, rozando ya los niveles preCovid.
La ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, tiene motivos para augurar que el sector pasará página, por fin, a la pesadilla de la pandemia. Se avecina un verano de playas llenas y caravanas interminables en las operaciones de entrada y salida. Una galería soleada de imágenes que los fontaneros de Moncloa exprimirán a fondo para vender como real un espejismo. Cuando el Gobierno despierte tras las vacaciones, la inflación y la deuda, como el dinosaurio del microrrelato de Augusto Monterroso, todavía estará ahí.
Funcas aporta una cifra pavorosa. El Índice de Precios al Consumo (IPC) no bajará del 5%, al menos, hasta la primavera de 2023. Las previsiones del organismo -lo avanzamos también en este diario- desbaratan completamente los objetivos de inflación de la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, para este año y el que viene. La cronificación de las crisis de precios y el fin de la ayuda 'gratis' del BCE tendrá una serie de consecuencias para España y los españoles.
Síntomas de crisis
La inflación continuará agrandando la brecha social en España. La imagen de millones de españoles en playas y aeropuertos tapa la realidad de otros tantos millones que no pueden encender el aire acondicionado, ni mucho menos salir de vacaciones en coche, por los precios prohibitivos de la energía. Para muchos ya es un lujo hasta hacer una paella en casa el domingo, por la carestía de los alimentos.
Esa realidad -y el fin de las ayudas estatales en septiembre- elevará la presión sobre los sindicatos a la hora de exigir mayores subidas salariales -hasta ahora contenidas- tras el verano. El clima social, por tanto, se irá enrareciendo a medida que los líderes sindicales arremetan contra empresas que aún no han pasado página definitiva a la crisis de la pandemia y que dejarán de contar con redes de seguridad (como la moratoria concursal).
Puede saltar a las calles la temida conflictividad, evitada hasta ahora por la cercanía de UGT y CCOO al Gobierno. El riesgo de protestas, no obstante, es un mal menor a estas alturas para Sánchez. Si España necesita apoyo 'a la carta' del BCE, Bruselas apretará las tuercas al Gobierno con las reformas. "La guerra ha propiciado una patada hacia delante, frenando el primer ajuste serio que debe aplicarse en España", recuerda el presidente de un banco español. Y apostilla: "Nuestra gran vulnerabilidad viene por lado de la deuda".
Cuando el BCE cierre el grifo, al Tesoro le quedarán por emitir 100.000 millones de euros este año. Y eso que su principal responsable, Carlos Cuerpo, ha aprovechado la ventana de oportunidad que mantenía abierta Fráncfort para acelerar las emisiones. A principios de junio, ya había cubierto casi el 58% de la financiación prevista para todo el año. En el Tesoro también son conscientes de la que se avecina.
Como recordaba en un artículo reciente Raymond Torres, director de Coyuntura y Análisis Internacional de Funcas, "la verdadera prueba de estrés podría producirse en el otoño, cuando se conjuguen el final de la temporada turística y la nueva vuelta de tuerca monetaria, en un contexto caracterizado por una larga lista de incertidumbres, a la que se añade ahora el conflicto comercial en ciernes con Argelia".
La manga ancha que Bruselas ha dado hasta ahora al Gobierno con las reformas, justificada por la guerra, concluirá en el momento en que el BCE active su "herramienta". En la lista de deberes pendientes hay muchos y muy espinosos, con la reforma fiscal y la segunda vuelta de las pensiones a la cabeza. Esa es la realidad otoñal que espera al Gobierno de coalición tras el espejismo veraniego.
Sin_Perdon
La política económica del BCE solo se puede calificar como de desastrosa. ¿Ustedes se imaginan dar diariamente 1000€ a un señor sin exigirle nada a cambio?. Vamos, como lo de las pagas sociales. Pues igual pero a lo bestia, y con obligación de retornar lo dado. Y mientras el Gobierno discutiendo como crear nuevos impuestos y subir los que ya existen. Sí, señores, esos que juraban en arameo que no subirían los impuestos a las clases medias y trabajadoras. No es que nos estén poniendo una soga en el cuello, que esa ya la tenemos puesta, es que están dando un puntapié a la banqueta que nos sostiene 20 centímetros sobre el suelo.