Son innumerables los discursos en los que el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, ha defendido un cambio de modelo hacia una economía más sostenible, basada en sectores con más desarrollo y capaces de crear empleo de calidad. Es verdad que el crecimiento actual ya no está vinculado al temible sector de la construcción, como ocurrió en los años previos al estallido de la crisis, pero sí sigue basándose excesivamente en los servicios, un sector que genera mucho empleo estacional y de bajos salarios.
Según los últimos datos económicos, los servicios son los que están tirando realmente del PIB en los primeros meses de 2016, mientras la industria se empieza a desacelerar. En concreto, el índice de la cifra de negocios del sector servicios creció un 4,4% en julio, una décima más que el trimestre anterior, lo que demuestra su buena marcha. En cambio, el índice de la cifra de negocios de la industria aceleró su caída al 2,8% interanual y nada apunta a que vaya a mejorar a corto plazo.
El servicio de estudios de Caixabank (Caixabank Research) recoge estas cifras del INE en su último análisis y asegura que el sector servicios es sin duda el principal motor de la recuperación. La misma idea plantea el servicio de estudios de Bankia (Bankia Estudios), para quien las cifras de negocio sectoriales confirman la creciente debilidad de la industria, lastrada, sobre todo, por los componentes electrónicos, la industria química y el debilitamiento de los mercados exteriores de la zona euro. En cambio, se mantiene la fortaleza de los servicios, impulsados por el comercio y la hostelería.
El 75% de los españoles con empleo trabaja en el sector servicios y solo el 12,5% lo hace en la industria
Son muchos los economistas que aseguran que un verdadero cambio de modelo hacia una economía más sana a medio plazo requiere un sector industrial fuerte y consolidado, capaz de crear empleo estable y de calidad. Pero no está claro que esto vaya a suceder. La industria comenzó a recuperarse en el año 2014 y cogió fuerza en 2015, pero se está desacelerando en 2016, un ejercicio en el que, en realidad, debería haberse consolidado.
Según algunos expertos, esto explica el grave problema de temporalidad que sufre la economía española. En agosto, por ejemplo, se registraron 1,4 millones de contratos y casi el 93% fueron temporales. Una economía basada desproporcionalmente en sectores como el turismo y la hostelería genera contratos estacionales y poco remunerados. Si el PIB se basara más en la industria y las nuevas tecnologías, la temporalidad española sería con toda probabilidad más baja y estaría más cerca de las cifras de países vecinos.
Y es que más del 75% de las personas que tienen actualmente trabajo en España están empleadas en el sector servicios. En concreto, 13,4 millones de españoles. En la industria, en cambio, solo hay 2,1 millones de personas trabajando, el 12,5% del total. Si comparamos estas cifras con las registradas en 2007, el año previo al inicio de la crisis, observamos que el sector servicios ya se está anotando registros mejores que en aquella época, mientras que la industria aún tiene que recuperar más de medio millón de empleados.
La importancia de la inversión
Como aseguró el economista Juan Ramón Rallo en un artículo publicado en este periódico en el mes de agosto, el cambio de modelo está en riesgo porque se necesita un fuerte volumen de inversión para completarlo. Y las últimas cifras de PIB muestran que la inversión en bienes de equipo se está desacelerando, a pesar de que el gasto total en inversión continúa expandiéndose a tasas elevadas (4,5%).
Tampoco va muy bien la inversión extranjera. Según las últimas cifras del Ministerio de Economía y Competitividad, la inversión extranjera productiva cayó casi un 30% entre enero y junio. Aunque el efecto se produce en parte por la comparación con un extraordinariamente buen 2015, puede que el descenso esté mostrando también los efectos de la parálisis política. Las caídas en las dos grandes comunidades españolas Madrid (40%) y Cataluña (60%) son muy preocupantes.
Corregir el déficit sin castigar el sector productivo y liberalizar la economía, las grandes tareas del próximo gobierno
Según Rallo, para completar la transformación del modelo productivo a lo largo de los próximos años se requiere inversión. Es el instrumento que permite erigir nuevas empresas o ampliar las existentes, por lo que es la verdadera vía para impulsar el cambio de ese modelo productivo en España. Para él, menor inversión es menor impulso a la emergencia de un nuevo modelo productivo.
Por eso sostiene que las principales tareas que tiene que asumir el futuro gobierno son la corrección del déficit basada en ajustes por la vía del gasto y sin nuevos impuestos al sector productivo y la liberalización de la economía para que surjan nuevas oportunidades empresariales. Si no se avanza en esta dirección, veremos una economía sin dinamismo y con buena parte de sus desequilibrios sin corregir.