Consejo de ministros del pasado 24 de octubre. Ana Pastor, ministra de Fomento, se queda absolutamente sola en la defensa de dar el paso definitivo para poner en marcha la OPV de AENA. En la reunión se produce un hecho prácticamente sin precedentes: los ministros de Economía y de Hacienda, Luis de Guindos y Cristóbal Montoro, respectivamente, se sitúan en el mismo bando: el de la oposición a la salida a Bolsa del gestor aeroportuario.
De este modo se escenificaba un plan para derribar la operación preparado precisamente para ser ejecutado cuando ya no había tiempo para reaccionar, con un argumento de carácter técnico (la necesidad de concurso para contratar un auditor que firmara la carta de conformidad) que no había sido empleado en las cerca de treinta privatizaciones con OPV realizadas hasta ahora por los diferentes gobiernos de la democracia.
Y con el agravante de la existencia de demanda por parte de los mercados internacionales. Las prospecciones realizadas para comprobar el apetito de los inversores por la compañía habían concluido que la operación podría salir delante de manera holgada.
Para llegar a este punto, que ha derivado en el aplazamiento de la operación y el advenimiento de mil y una dudas sobre su futuro, la privatización de AENA ha pasado por diversas fases pero en ningún momento contó con el apoyo del Gobierno en pleno o, al menos, de los ministerios del área económica.
La oposición de Montoro
La principal oposición estuvo siempre centrada en el Ministerio de Hacienda. Montoro nunca vio con buenos ojos la entrada de capital privado en los aeropuertos españoles. Con una visión absolutamente pragmática y fría, el considerado, en ocasiones peyorativamente, como el ministro más “socialdemócrata” del Gobierno de Rajoy siempre creyó que el Ejecutivo acabaría necesitando los aeropuertos como moneda de cambio para alcanzar pactos electorales tras los comicios autonómicos y municipales, a celebrar en la primavera de 2015, en las que el PP tendrá complicado mantener el control de algunos gobiernos regionales que ahora tiene.
En cambio, Ana Pastor sí contó al principio con el apoyo de Luis de Guindos que, por entonces, tenía la mente puesta en una salida del Gobierno rumbo a la presidencia del Eurogrupo, objetivo que se estuvo trabajando, eso sí, en vano, durante muchos meses.
Además, la sintonía entre ambos era absoluta en cuanto a que la privatización debería dejar al Estado con una participación minoritaria en AENA, para hacer aún más atractiva la operación y no repetir el modelo que había querido poner en práctica el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, con una extraña operación en la que se enajenaba el 49% de Barajas y El Prat.
“Si fuera por Guindos, se vendería el 100% de AENA”, asegura una fuente próxima al Ejecutivo. Sin embargo, Montoro luchó a brazo partido para que el modelo se basara en que el Estado se quedara con la mayoría del capital del gestor de aeropuertos. Y finalmente lo consiguió.
El (no) protagonismo de Nadal
La operación entró en el mes de febrero en la comisión delegada de asuntos económicos, con un modelo en el que se vendería el 60% del capital y el Estado se quedaría en minoría. Allí permaneció hasta la primera semana de julio, cuando la desesperación empezaba a apoderarse de los responsables de Fomento y también de los de AENA, que habían trabajado a brazo partido para poner a la compañía a punto para la privatización. El tiempo se echaba encima y era fundamental sacar adelante la operación antes de que finalizara el año para no complicarse con un complicado 2015 plagado de citas electorales.
Montoro presionó con el calendario hasta que se salió con la suya. El consejo de ministros aprobó la privatización de AENA pero con un modelo diferente: el Estado mantendría el control al conservar un 51% del capital. El primer objetivo estaba logrado al restar atractivo a la entrada de capital privado: el que invirtiera sabía desde el principio que pondría dinero para no mandar. Y, además, quedaba un margen de tiempo muy reducido para trabajar en la salida a Bolsa.
El otro motivo del retraso fue la entrada en escena del responsable de la Oficina Económica de Presidencia, Álvaro Nadal. Molesto porque apenas se contó con su opinión en todo el proceso, Nadal se alió desde el inicio con Montoro y atacó a la línea de flotación de la compañía, especialmente a su presidente, José Manuel Vargas, a quien no quería en la AENA privatizada.
Dos reveses para Pastor
Tras el verano, Ana Pastor sufrió dos reveses inesperados. En primer lugar, Guindos, frustrado por no poder acceder a la presidencia del Eurogrupo, comenzó a hacer causa común con Montoro y Nadal en contra de la operación. “Han desarrollado un extraño sentimiento de celos por el hecho de que la única gran privatización que iba a llevar a cabo este Gobierno se la apuntara Pastor y que la fuera a sacar adelante pese a la oposición de la parte económica del Ejecutivo”, apuntan fuentes próximas al proceso de entrada de capital privado en AENA.
El otro imprevisto fue la salida del Ministerio de Fomento de Rafael Catalá, que desde la Secretaría de Estado de Infraestructuras había tutelado todo el proceso de la privatización y había asumido la presidencia de Enaire, matriz de AENA, que no quiso tomar Nadal. No era la mejor situación para perder apoyos.
Volviendo al inicio de la historia, Ana Pastor se presentó en el consejo de ministros del 24 de octubre, el que tenía que dar el visto bueno a la OPV, con un informe del Consejo Consultivo de Privatizaciones que calificaba al proceso de AENA con muy buena nota. Pero con el lamentable error de incluir la banda de precios no vinculante de la operación, aspecto que no compete al organismo y que nunca hizo anteriormente.
Suficiente para que los más reticentes a la operación pusieran el grito en el cielo y apuntaran, además, que la parte baja de la horquilla de precios haría replantearse la venta porque el Estado tan sólo ingresaría poco más de 3.100 millones.
No obstante, Guindos tenía preparada un arma mejor: la ya célebre carta de conformidad firmada por PwC, auditor de AENA, sin haber pasado previamente por un concurso público. Jugada maestra, dado que ya no había tiempo para rectificar. Durante el proceso de selección del núcleo duro y demás trámites que se habían hecho desde el verano en tiempo récord, Economía, Hacienda y la Oficina Económica no habían dado señales de vida.
El daño a la 'marca España'
Para colmo, Pastor no contaba en este consejo con el apoyo del presidente, Mariano Rajoy, ausente con motivo del consejo europeo de Bruselas. Guindos y Montoro miraron a la vicepresidenta, Soraya Saenz de Santamaría para contar con su aprobación. Pastor no tuvo a quien mirar. Y Rajoy tiene ojos para el asunto catalán y poco más.
En teoría, la OPV de AENA sigue viva. Pero muy tocada. Y con ella, la célebre ‘marca España’ por la que, también en teoría, debería velar el Gobierno.
El horizonte se sitúa ahora en la segunda quincena de febrero, con la incertidumbre de qué ocurrirá por entonces en los mercados (con preocupantes datos macroeconómicos en Europa) y en el propio Gobierno.