El juicio de las tarjetas black de Caja Madrid dejó una anécdota en su primera jornada que se convirtió en un símbolo del proceso. Miguel Blesa, como otros entonces procesados, bajó al sótano de la sede de la Audiencia en San Fernando (Madrid) a por un café de máquina. En el momento de introducir el euro se le cayó al suelo, que recogió un periodista. Al devolvérselo, el expresidente de Caja Madrid lo agradeció añadiendo "no estamos para tirar nada".
Los procesos judiciales en los que se vio envuelto Blesa en los últimos años habían laminado su tren de su vida. Pasó de cobrar casi tres millones de euros en su última etapa en la caja a una pensión pública de 2.400 euros y un extra privado de 1.000 euros, que varias acusaciones habían reclamado que se embargara, como el resto de sus bienes.
El bancario de Jaén tenía que solicitar al juzgado que le desbloqueara parte de su dinero para gastos extraordinarios, como recientemente ocurrió para asumir el IBI de su casa.
Su exposición mediática le impedía salir a la calle, por lo que su vida social se ceñía a cenas en casas de amigos y alguna escapada para cazar en Córdoba, donde ha Blesa ha sido encontrado muerto este miércoles. Desde el entorno del expresidente de Caja Madrid explican que era una finca exclusivamente de caza, con una casa muy pequeña para hacer vida.
Actitud
Fuentes próximas a Blesa, que niegan la tesis del suicidio, añaden que en las últimas semanas se le veía como siempre: "Tranquilo y convencido de que iba a ganar la causa de las tarjetas black en el Supremo, como hizo con el caso de Díaz Ferrán y con el del banco de Miami".
Lo que peor llevaba Blesa era que muchos "supuestos amigos" le dieran la espalda una vez saltaron las primeras investigaciones judiciales. Sobre todo a partir de 2013, cuando entró en prisión dos veces dentro del caso abierto por el juez Elpidio José Silva.
Como otros condenados de las black, Blesa se consideraba un cabeza de turco que estaba pagando judicialmente el rescate financiero de Bankia. Tampoco asimilaba no poder salir a la calle por miedo a alguna agresión, como le ocurrió a la entrada de los juzgados de Plaza Castilla, donde fue zarandeado por preferentistas.