Cuando en 2007 se aprobó el régimen especial para las renovables y el pago de altas primas, miles de inversores se lanzaron en tropel al negocio. Sobre todo al de las plantas solares fotovoltaicas, cuyo megavatio/hora se empezó a pagar al estratosférico precio de 440 euros.
Las plantas nacían por los campos de España casi a la misma velocidad que crecían sus vecinas cosechas, con lo que se creó no sólo la ya conocida burbuja solar, de nocivas consecuencias para la estabilidad financiera del sistema eléctrico, sino también un nutrido grupo de compañías que desarrollaron industrias y crearon empleo. En 2008 había más de 80 empresas en toda la cadena de valor del negocio fotovolatico, que empleaban a unas 60.000 personas de forma directa e indirecta.
Hoy, el 90% de esas empresas, la mayoría de ellas pequeñas y medianas, o ha desaparecido o está en concurso de acreedores, según los datos actualizados de la patronal del sector.
Ahora, el sector industrial sólo da empleo a 7.000 personas, casi nueve veces menos que hace cinco años. Empresas de peso como Isofotón, Siliken (su división de silicio), Solaria (en ERE y con sus parques en venta), Pevafersa o T-Solar y otras más pequeñas como Guascor Fotón, Fluitecnik, Unitec y Aleo, entre otras muchas han cerrado y están en concurso o preconcurso de acreedores, con los consiguientes ERE y venta de activos.
Son todas empresas fabricantes de silicio, obleas, células y módulos, unas industrias que se desarrollaron por toda España durante los años de 'boom' y que ahora están abocadas al cierre.
La causa: el pinchazo de la burbuja por los sucesivos cambios regulatorios y drásticas bajadas de primas ante el desboque del déficit de tarifa, que ya se acerca a los 30.000 millones de euros. En los últimos años, el sector fotovoltaico costaba al sistema más de 2.000 millones de euros, representando el 40% del total de las primas cuando sólo aportaban el 5% de toda la generación eléctrica.
Con la última reforma de diciembre de 2011, el megavatio/hora se ha quedado en un precio de 124 euros, lo que supone una caída del 72%. El desarrollo del sector está casi paralizado y el futuro no se presenta halagüeño: la reforma energética que prepara el ministro José Manuel Soria prevé una bajada de rentabilidad a las instalaciones renovables del 18% al 9% a cambio de ampliar el periodo de cobro de las ayudas de los 25 años actuales a entre 35 y 40 años.
Las únicas empresas que sobreviven, además de los operadores y gestores de las plantas, son los fabricantes de seguidores (estructuras metalúrgicas), que trabajan para otros sectores de actividad, y los de inversores, que son de alta tecnología y aguantan el tipo.
En paralelo a la crisis fotovoltaica, también el sector termosolar está pasando su particular travesía del desierto, que está provocando la paralización de proyectos y el abandono del negocio por parte de algunos inversores internacionales, especialmente estadounidenses.
También ha habido recortes en termosolar, a los que se sumarán los que están por llegar con la próxima reforma energética, que prevé un nuevo recorte de las primas.