Cien metros. Es la distancia que separa la sede de CaixaBank del grupo que ha tenido varias veces en el punto de mira: Bankia. La crisis en Cataluña ha hecho que los domicilios sociales de las dos entidades estén situados en la misma manzana de Valencia. La de CaixaBank en el número 2 de la calle Pintor Sorolla, y la de Bankia en el 8.
Esta situación ha provocado más de una broma en el sector financiero en las últimas semanas, ante las facilidades que tendrían para negociar una fusión/compra. Pero más allá de los chascarrillos, las fusiones se ven cada día más difíciles en España. Hay quien incluso las descarta durante lo que queda de 2017 y todo 2018.
"No están en la agenda para las próximos meses y probablemente tampoco para todo 2018, salvo que el BCE se saque de la chistera alguna nueva regulación que apriete más las tuercas a los grupos medianos", señala un importante directivo financiero.
Esta nueva situación rompe los esquemas del mercado y, en especial, del Banco de España, que lleva dirigiendo al sector hacia una nueva oleada de fusiones desde hace años. Sin embargo, las dos únicas operaciones de los dos últimos años han sido la de Banco Popular, forzada por la fuga de depósitos; y la fusión Bankia-BMN, descontada por el sector desde 2016. Ni siquiera se cerró finalmente la venta del negocio en España de Deutsche Bank, por el que pujaron Abanca y BBVA.
El foco, en las cajas
Los expertos ven dos razones que explican que se haya pasado de un dibujo del sector con 4 ó 5 grandes entidades a otro en el que puedan sobrevivir las cinco grandes (Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell y Bankia) y siete medianas (Bankinter, Kutxabank, Unicaja, Ibercaja, Abanca, Liberbank y Cajamar).
El primer motivo es la capacidad de supervivencia que han demostrado Unicaja y Liberbank, que a comienzos de año estuvieron en el foco del mercado. La entidad malagueña llegó incluso a tener negociaciones con Santander, aunque finalmente no le hizo falta una fusión al conseguir salir a bolsa semanas después de la caída del Popular.
Por su parte, Liberbank ha pasado un verano tenso en medio de la presión sobre su cotización y rumores sobre una posible fusión. Pero salvo vuelco de última hora, Manuel Menéndez, consejero delegado, ha conseguido salvar a la entidad con un plan exprés basado en desinversiones, saneamiento y ampliación de capital.
Salvados Unicaja y Liberbank, y con Ibercaja con oxígeno suficiente hasta su salida a bolsa antes de 2020, sale a relucir el segundo motivo que alejan las nuevas fusiones: la falta de apetito de los grandes. Santander está centrado en integrar sin accidentes Popular; CaixaBank está haciendo lo propio en Portugal, con BPI; y Sabadell está enfocado en hacer plusvalías para elevar las coberturas. Las dos únicas que podrían plantearse a día de hoy operaciones son BBVA y Bankia (enfocada también en BMN), pero faltan oportunidades.
Las entidades medianas han conseguido oxígeno para el corto plazo y no tienen incentivos para fusionarse, y a las grandes no les interesa ahora mismo comprar en España
Como señalan los expertos, el único incentivo que podría obligar a las entidades medianas a fusionarse es la regulación. En el horizonte hay una nueva normativa de provisiones, unos test de estrés y, sobre todo, un nuevo colchón anticrisis. Como señaló en el Congreso el jefe de los inspectores del Banco de España, Pedro Luis Sánchez, la normativa no hace más que apretar las tuercas a los grupos medianos y pequeños. En esta línea, todos los ojos están puestos en el sector de las cooperativas de crédito, en el que podría haber una consolidación en 2018.
De esta forma, parece que pequeñas operaciones habrá el próximo año. Aunque a priori será más complejo que se muevan grandes fichas del tablero financiero. Las fusiones están a cien metros. Pero hay un muro en medio.