Un activo con tantos altibajos como la vivienda ha elevado su precio medio en una proporción muy similar a la experimentada por el de la cesta de la compra en la última década. El índice elaborado por la tasadora Sociedad de Tasación refleja que el coste de los pisos se incrementó un 32% en el periodo 2002-2012, década en la que el IPC experimentó un alza del 30%.
Por supuesto, la cadencia de esta evolución ha sido muy diferente para cada una de las variables pero el resultado sí ha sido muy parecido. Así, durante la primera mitad de la última década (2002-2007), el precio medio de la vivienda registró una subida del 74% mientras que la evolución del IPC se quedó en algo más de un 17%. Es decir, que durante aquellos primeros cinco años, los pisos subieron cerca de 4,5 veces más que la cesta de la compra.
En cambio, durante la segunda mitad de la última década, que coincide con lo que llevamos de crisis, la evolución de ambas variables va en trayectorias opuestas. Mientras que el IPC siguió registrando alzas (eso sí, más moderadas, algo por encima del 11%), el precio medio de la vivienda ha retrocedido cerca de un 25%.
Esta combinación hace que, gracias a la corrección experimentada tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, en el conjunto de los diez últimos años la evolución del precio medio de la vivienda hay sido más tendida y correlacionada con el precio de la cesta de la compra.
La locura de la burbuja
Precisamente, durante la generación de la citada burbuja sucedió todo lo contrario. En un periodo similar de tiempo (1996-2007), el precio medio de los pisos se disparó un 189%, mientras que la evolución del IPC en ese mismo espacio de tiempo fue mucho más moderada, poco más de un 38%. O lo que es lo mismo, en aquellos años de locura inmobiliaria, el precio medio de la vivienda subió cinco veces más que el coste de la vida.
Probablemente, en aquella época sólo unos indicadores se comportaron de un modo más alocado que el del precio de la vivienda: los índices bursátiles. La bolsa española experimentó alzas globales del 280% en apenas una década, aunque la diferencia estriba en que los mercados de valores cuentan con elementos especulativos que no deberían haberse trasladado a un sector como el inmobiliario.