El Gobierno de Mariano Rajoy se muestra cada vez más convencido de que los alemanes están hartos de Grecia y que la expulsarán del euro en cuanto puedan. Según fuentes del Ejecutivo español, Merkel podrá entonces vender en su país que el peor estudiante de la clase ha sido castigado y que se debe establecer un perímetro de protección alrededor de los países que sí cumplen y cuyos rescates serían imposibles de costear, como España e Italia.
La economía griega ha caído en el segundo trimestre un 6,2 por ciento y acumula más de dos años de recesión. El PIB ha menguado un 20 por ciento durante ese periodo. El Gabinete de coalición encabezado por Antonis Samaras ha de anunciar recortes por valor de 14.500 millones para los próximos dos años si quiere recibir el siguiente desembolso de préstamos, unos 30.000 millones, y evitar el impago.
Sin inversión y con unos recortes que recrudecen su crisis, parece más fácil que los helenos retornen al dracma y así recuperen la competitividad. Por si fuera poco, la corrupción y la falta de voluntad política en Atenas para llevar a cabo las reformas exasperan a los germanos.
Como adelantó ayer Vozpópuli, el coste de la salida de Grecia del euro se estima en unos 350.000 millones siempre que no se reproduzca un caos al estilo de Lehman Brothers. A esta cantidad se tendría que sumar la recapitalización de los bancos europeos, los cuales ya han aminorado muchísimo su exposición a los griegos al haber sufrido las quitas. En total, Alemania soportaría un tercio de la factura, esto es, un 4 por ciento de su PIB, más de 100.000 millones.
El entorno de la canciller entiende que tal montante resulta asumible y que no se puede mantener por siempre a Grecia, tal y como han apuntado diversos ministros tudescos durante las últimas semanas.
El Bundestag es muy reticente a dar un solo euro más para rescatar otra vez a Grecia. Y algunas encuestas arrojan que más del 60 por ciento de los germanos prefieren que Atenas salga de la moneda única europea.
Sin embargo, esta decisión acarrearía peligros muy serios. Se cortaría la financiación que aguanta al Estado y bancos helenos. El Gobierno griego tendría que emitir pagarés, se vería forzado a imponer un corralito, a acuñar de nuevo dracmas con los que apuntalar al sistema financiero y a redenominar todos los contratos en la nueva voluta. La drástica devaluación de esta divisa sería inmediata. Los mercados entrarían en un pánico, identificarían a las siguientes víctimas y precipitarían estampidas bancarias y quiebras generalizadas en toda la eurozona. Por eso, al mismo tiempo Merkel tendría que levantar un muro en torno a España e Italia, unos países demasiado grandes como para ser rescatados y cuyas bancarrotas infligirían enormes pérdidas en la propia Alemania y Francia.
Por un lado, ambos Estados del sur deben dinero al BCE debido a las compras de bonos soberanos. Por otro, el BCE ha prestado a los bancos de la periferia. Además, sería muy difícil cuantificar las pérdidas por el hundimiento de las relaciones comerciales. Pero, sobre todo, España adeuda muchos fondos tanto públicos como privados a acreedores alemanes, y ésos nunca se recobrarían.
El semanario The Economist estima que España, Irlanda, Portugal, Chipre y Grecia provocarían un agujero en Alemania de 500.000 millones, un 20 por ciento de su PIB, una cifra que se antoja corta y que no tiene en cuenta un efecto arrastre similar al que ocurrió con Lehman. Máxime si el contagio se extiende enseguida a Italia y luego Francia.
Otro inconveniente que sopesan en Berlín consiste en si esa protección disiparía las presiones sobre España e Italia para que continúen con las reformas. No obstante, otros argumentan que la salida de Grecia ya supondría de por sí un ejemplo perfecto para que otras naciones de la periferia no quieran terminar igual.
Por el momento, el Gobierno de Merkel ha intentado posponer la mutualización de la deuda y por tanto el respaldo total a la deuda de los países del sur hasta que éstos adopten las reformas y pasen las elecciones que celebrará Alemania en octubre de 2013. Sin embargo, los acontecimientos se han vuelto insostenibles y ahora están barajando si se puede utilizar la expulsión de Grecia como un catalizador que sirva a los opinión pública y los políticos germanos para darse cuenta de lo que está en juego, huyan de los populismos y acepten el mal menor.