Cuando se termina de hablar de política, es necesario comenzar a hablar de lo importante, que es la economía, pues las ideologías tan sólo son alimento para unos pocos. La campaña electoral madrileña ha caído a plomo sobre los españoles durante las últimas semanas y ha aparcado algunos debates importantes, como el de la deuda, la financiación del Estado del bienestar o el agujero que ha generado la pandemia en el bolsillo y en el corazón de los ciudadanos.
José Antonio Herce es profesor de Economía en la Universidad Complutense desde hace tres décadas, así como uno de los grandes especialistas en pensiones. En esta entrevista, conversa sobre la realidad de las cuentas del país y sobre lo que se puede esperar durante los próximos meses y años.
Pregunta. Al fin terminó el ruido de la campaña electoral...
Respuesta. Efectivamente, ese ruido se ha acabado y el panorama se ha despejado, al menos, para dos años. Esperemos que todos los políticos vuelvan a enfocarse en los problemas de la región y de España, que en el caso económico, quizá se han acentuado.
P. ¿Qué nos pasa, doctor? ¿Cómo estamos tras catorce meses de pandemia?
R. Ahora mismo, la economía española está a expensas de que avance la campaña de vacunación, cuyos resultados mejoran a cada día que pasan. El impacto de la cuarta ola ha sido menor que el de las anteriores, por lo que ya se ven efectos positivos. Eso, unido al teletrabajo, ha reducido el dilema entre vida o quiebra. A partir de ahora, me gustaría que instituciones serias hicieran una evaluación de cómo se ha actuado hasta ahora a la hora de contener la pandemia; y de qué medidas han sido realmente efectivas, de cuáles han sido necesarias y no se han tomado; y de cuáles no han hecho falta y han generado más daño que beneficio.
P. Daño en la economía...
R. Mira, la economía española se enfrenta ahora a la recuperación de un destrozo enorme. En principio, este segundo trimestre habrá sido ya de crecimiento; y los siguientes también lo serán. Estaremos todavía muy lejos de los niveles anteriores a la pandemia al final de 2021, aunque creceremos en el entorno del 6%.
P. Hay una generación que ha vivido dos grandes crisis, que se enfrenta al peor dato de paro juvenil de la Eurozona y que escucha de vez en cuando mensajes sobre la imposibilidad de cobrar una pensión en el futuro. ¿Qué se puede hacer para evitar su desesperanza?
R. Esta pandemia ha pillado a la economía con muchas tareas por hacer. Es verdad que en 2019 ya se habían recuperado muchos indicadores previos a la crisis de 2008, pero no todos, pues el paro era del doble al de junio de 2007. Ahora el desempleo se ha agravado, aunque no tanto gracias al mecanismo de los ERTE, en el que siguen 640.000 personas. Teníamos muchas tareas por hacer antes de la pandemia, como mejorar la productividad y reducir la precariedad en el mercado de trabajo; y estábamos además sumidos en el debate sobre las leyes laborales. Entonces, vino la covid-19 y obligó a destinar ingentes recursos a abordar las consecuencias económicas que ha generado en los ciudadanos. Es que incluso familias de clase media lo han pasado mal para poder tener lo básico. Eso dice todo sobre la gravedad de la situación.
Es que incluso familias de clase media lo han pasado mal para poder tener lo básico. Eso dice todo sobre la gravedad de la situación
P. Eso ha ralentizado las reformas...
R. Reformas sobre fiscalidad o sobre pensiones. Pero bueno, los jóvenes no tienen que temer que no van a cobrar una pensión, eso no es aceptable. Lo que pasa es que no van a recibir las mismas pensiones que sus padres por una razón elemental: el aumento de la esperanza de vida, que es una buena noticia, pero que hay que financiarlo. Serán pensiones más cortas para vidas más largas. Por eso habría que fomentar mecanismos de ahorro que nos obliguen a complementar nuestras pensiones con esas vías. Vías, por cierto, que ahora estamos cerrando. La Seguridad Social cada vez tiene más difícil dar todo.
P. Hablaba antes de fiscalidad. Usted defiende, como una buena medida para las familias, un impuesto negativo sobre la renta...
R. El mejor esquema para operar una redistribución masiva, pero también selectiva, hacia los trabajadores que se esfuerzan mucho, pero que tienen sueldos precarios, es un impuesto negativo sobre la renta. Este impuesto fija un mínimo exento por debajo del cual los contribuyentes reciben complementos de renta hasta llegar ese mínimo; y, por encima del cual, se paga de manera progresiva. Pero bueno, si no es posible ese impuesto único, por lo menos se podría volver a hacer brillar la verdadera progresividad del IRPF. Que se racionalicen las deducciones fiscales.
P. Atrapados en la política nacional, muchas veces perdemos de vista algo fundamental, y es que, en un mundo global, España y la UE compiten contra muchos más millones de personas que hace unas décadas. Es evidente que eso explica, en parte, el empeoramiento de las condiciones de vida y la precariedad. Más allá de estos efectos negativos de la globalización, ¿cómo se puede sacar provecho de ella?
R. Seguimos cuestionando la globalización, pero veamos: este proceso ha generado ganadores y perdedores. En algunos casos, por su situación concreta y, en otros, por los aciertos o errores de sus responsables políticos. Ha sido un movimiento liberalizador y a muchos países emergentes les ha venido muy bien. Primero, aprovecharon los costes de producción más bajos para hacerse un hueco en el mercado mundial y, ahora, con una mejor posición, esos costes han aumentado y con ello el nivel de vida de las clases trabajadoras.
P. Pero a la vez se han generado debates interesantes, como el de la contribución de las multinacionales en los terceros países donde obtienen beneficios...
R. Parece que ahora en el ámbito internacional -en instituciones como el FMI- está cobrando fuerza la idea de establecer figuras impositivas homogéneas para las multinacionales; o gravar las actividades financieras. Es establecer reglas comunes de fuego. Habrá que estar atento a estos movimientos.
Los jóvenes no tienen que temer que no van a cobrar una pensión, eso no es aceptable. Lo que pasa es que no van a recibir las mismas pensiones que sus padres por una razón elemental: el aumento de la esperanza de vida
P. Se ha infravalorado quizás la importancia en nuestras vidas de este proceso...
R. Lo paradójico es que hemos desconsiderado estas cosas mientras ciertas voces locales advertían de su relevancia; y ahora que lo dice el FMI volvemos nuestros oídos hacia este tema. Pero yo creo que si se pudiera limitar en alguna medida el descalabro que grupos sociales amplísimos están sufriendo como consecuencia de estas dos crisis encadenadas, estaría muy bien.
P. Llamó la atención escuchar el otro día a Joe Biden decir que deben terminar los 40 años de hegemonía neoliberal...
R. Vamos a ver, lo que está haciendo Biden es muy interesante de seguir por varias razones. Es un dirigente político con una larguísima experiencia en el funcionamiento de la Administración norteamericana. Yo, en cualquier caso, no hablaría de neoliberalismo; a mí me interesa el liberalismo, la libertad económica y la defensa de los derechos económicos básicos, de la libertad de emprender, del derecho de propiedad, de iniciativa; y del derecho a estar bien administrados por Gobiernos responsables que se limiten a garantizar la igualdad de oportunidades y no intervengan innecesariamente en la economía. En ese ideal, se ha avanzado muy poquito porque la polarización y los populismos han superado, en mucho, a los grandes partidos convencionales, y eso ha generado un efecto negativo en la economía. El centro está vacío en muchos países y eso es una mala noticia.
P. Hablemos del plan de rescate europeo. ¿Corremos el riesgo de que determinados sectores pierdan competitividad con el reparto de estas ayudas?
R. Son 140.000 millones de euros que empezarán a fluir seguramente antes del verano. No podemos esperar un plan general de rotondas y parques, sino que, sobre el papel, se exigirán proyectos muy prolijos y eso requiere mucha burocracia y mucho control europeo. No hay que olvidar que mientras se realicen estos proyectos va a venir el incremento del control de la deuda de los países miembros. Ahora se han suspendido ciertos requisitos, pero eso volverá; y si las pensiones no se reforman y aumentan la deuda, Bruselas nos va a parar los pies. Porque lo que hagamos no puede aumentar la deuda. Si acertamos con los proyectos y no hacemos más rotondas, mejorará la economía y tendremos más recursos. Si no, todo lo contrario.
Antes de la pandemia ya estábamos tocados del ala; y ahora seguimos sufriendo porque la economía sigue siendo muy poco productiva. Tenemos salarios bajos y empleos precarios para una parte muy importante de los asalariados; y no digamos de los autónomos.
P. La deuda... un gran problema que pone en jaque la estabilidad y la soberanía. Y causa de conflictos de todo tipo a lo largo de la historia...
R. Yo creo que es inconcebible que un país europeo se niegue a pagar su deuda. Puede ser intervenido y ya hemos visto algunos casos durante la crisis financiera. En la pandemia no ha habido ningún problema de ese tipo porque se han levantado determinadas restricciones. Pero claro, si en España se sigue recurriendo a la deuda, tendrá que hacer un plan de pagos; y eso sólo se puede garantizar si la economía crece. Antes de la pandemia ya estábamos tocados del ala; y ahora seguimos sufriendo porque la economía sigue siendo muy poco productiva. Tenemos salarios bajos y empleos precarios para una parte muy importante de los asalariados; y no digamos de los autónomos.
P. Una última, sobre la supresión de la declaración conjunta...
R. Pues mira, yo no sé si es un globo sonda, pero esta mañana (miércoles) leía en medios que los hogares más perjudicados van a ser los de los pensionistas. Yo creo que los más perjudicados serán aquellos en los que los dos cónyuges tengan ingresos muy divergentes y, entonces, uno de los ganapanes del hogar tenga que pagar muchos impuestos, mientras que el otro, bastantes menos. Ahora, cuando se hace la media, ese tema se lamina y en conjunto resultan beneficiados. Esto hay que estudiarlo con detenimiento y ver si merece la pena o no aplicarlo. Porque se puede fastidiar a millones de hogares tan sólo para incrementar una pequeña parte la recaudación.