El presidente del BCE, Mario Draghi, dijo el pasado jueves que haría lo que fuese necesario para preservar al euro… y el Mar Rojo se abrió. Todo lo que estaba en rojo en los mercados pasó al verde. Y culminó sus milagrosas palabras con la chulería del que sabe que tiene el arma más contundente: “Y, creánme, será suficiente”. No obstante, ese discurso encerraba mucha más enjundia que esa balsámica frase destinada a tranquilizar a los inversores. Entre otras cosas, prometió que tomaría medidas para acabar con la brecha en la financiación que existe entre los países del norte y los del sur de Europa.
Ante un foro de inversores en Londres, Mario Draghi dio uno de los discursos más políticos que se recuerdan a un banquero central, sobre todo si lo comparamos con su antecesor Jean-Claude Trichet. En primer lugar, resaltó las fortalezas de la UE explicando que en muchos indicadores económicos como la inflación, el empleo, o la productividad entre otros, Europa lo ha hecho tan bien o incluso mejor que Japón y Estados Unidos.
Y si se contemplaba sólo el déficit, la deuda o el grado de cohesión social, la UE destacaba por encima del resto. “Ustedes estarán pensando que éste es el caso de la media (…) y que ésta no es representativa cuando las diferencias son tan grandes (…) Pero yo diría que en los últimos seis meses se ha hecho mucho más por la convergencia que en muchos años”, remachó Draghi.
A continuación, el presidente del BCE subrayó que la última cumbre fue un gran éxito porque todos concluyeron que la solución era más Europa, no menos. Dibujó una unión fiscal, financiera, económica y política. Y puso un gran énfasis en que los cortafuegos están mejor preparados que en el pasado.
Y entonces llegó la línea maestra: aseguró que el euro era irreversible y que lo defendería. No obstante, también incidió en que el principal reto a corto plazo era la fragmentación financiera que estaba ocurriendo en la zona euro. “Los inversores se han replegado a sus fronteras nacionales. (…) El mercado interbancario no funciona”, diagnosticó Draghi.
El presidente del BCE declaró que hay que reparar esta fragmentación financiera. Explicó que la aversión al riesgo podía originarse en que el prestatario careciese de financiación. Pero que para eso ya se habían inyectado las LTRO o préstamos a tres años. También dijo que podía deberse a que el prestatario fuese insolvente. Y que poco podía él hacer sobre eso.
Al final, Mario Draghi se metió de lleno en la clave de la crisis del euro al manifestar que también se estaba pagando más por el endeudamiento porque existía el riesgo de convertibilidad, es decir, de la ruptura del euro. “En la medida en que estos sobrecostes no tienen que ver con factores inherentes al prestatario (…), en la medida en que el tamaño de estos sobrecostes impide la transmisión de la política monetaria, es nuestra misión hacer frente a ellos”, anunció Draghi.
Semejante discurso se enmarca en la batalla por salvar el euro. En los últimos días, los mercados habían establecido una línea entre los países del norte que seguirían en el euro y los que no aguantarían y saldrían de la moneda única.
España e Italia abonan unos intereses desproporcionados que hacen su deuda insostenible. Demasiado grandes como para ser rescatados, el pánico ha cundido entre las distintas capitales europeas. Las conversaciones entre los Gobiernos se han sucedido en busca de una solución.
Sin embargo, no hay dinero y los rescates previos no han funcionado. Al mismo tiempo, la presión para que se apliquen las reformas y recortes debe continuar y Merkel no podrá firmar la unión fiscal y por tanto el respaldo a la deuda periférica hasta que pasen las elecciones de octubre de 2013. Por todo ello, los líderes de la UE han decidido que irán salvando los obstáculos uno por uno y según surjan. Intentarán recurrir a los fondos de rescate para aliviar la carga española y transalpina. Pero, sobre todo, confían en que Mario Draghi sea otra vez Supermario y apoye al euro, precisamente lo que ha defendido una y otra vez el Gobierno de Rajoy.
Draghi mantiene hoy una reunión decisiva con el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, el halcón más reacio a facilitar las cosas a los periféricos. Han de negociar qué medidas se pueden adoptar, unas propuestas que tratarán además con la Fed. Sobre la mesa está que se dé una licencia bancaria al fondo de salvamento europeo para que pueda tomar prestado del BCE; la compra de bonos estatales e, incluso, medidas más ingeniosas con el objeto de fomentar que el crédito llegue a la economía real. Los inversores aguardan a que todas estas expectativas se plasmen en algo concreto la semana que viene. Por el momento, parece claro que el discurso de Draghi puede marcar un antes y un después en la guerra por la supervivencia del euro.