Los líderes europeos empiezan a hablar el mismo idioma. Las consignas se repiten, ya sea en una cumbre en Roma, en Berlín o en París. Desde Draghi a Barroso pasando por Monti, las diferencias en sus declaraciones son mínimas, no importa a quien se escuche. Están empleando un discurso único, sin fisuras, para allanar el camino a las próximas compras de deuda y los acuerdos que se están negociando de unión fiscal, bancaria y política.
Si hasta hace muy poco la UE parecía una jaula de grillos, ahora la sintonía de las declaraciones empieza a antojarse claramente coreografiada. El pasado martes estuvo en la Moncloa el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy. Y ayer jueves le tocó el turno al presidente francés, François Hollande. En sus respectivas conferencias de prensa en Madrid, ambos emplearon frases idénticas para los titulares: “El euro es irreversible”; “cuando hay diferencias tan grandes en los intereses de la deuda, eso puede servir de justificación para que el BCE intervenga”, “a España le corresponde decidir si pide o no la ayuda”.
El ánimo en el Gobierno de Rajoy ha mejorado porque comprueba que hay una mayor compresión en Europa y las sensaciones del encuentro con Hollande han sido bastante buenas.
Guindos siempre ha defendido en Bruselas que una parte de los excesivos intereses que abonamos no se debe a los fundamentales de la economía, sino al miedo a una ruptura del euro. Y por fin parece claro que el resto de la UE acepta esta interpretación… incluso Alemania.
Un rebelde en el Bundesbank
Una prueba de ello es lo sucedido con el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann. Éste ha sido el único de los banqueros centrales de la UE que se ha mostrado abiertamente en contra de los planes de Draghi de comprar deuda. Aunque de cara a su electorado Merkel incluso respaldó a Weidmann en público al día siguiente… a continuación maniobró entre bambalinas para censurarlo y ayer se conocía que el presidente del banco central alemán está barajando dimitir debido a las futuras adquisiciones de títulos periféricos.
Esta situación recuerda a la que ocurrió cuando el Banco Central Europeo empezó a comprar bonos de países en dificultades. Los halcones tudescos Weber y Stark se vieron obligados a abandonar el BCE y fueron reemplazados por dos personas cercanas al Ejecutivo de Merkel. Por un lado, el propio Weidmann, que había asesorado en materia económica a la canciller. Por otro, Jörg Asmussen, entonces segundo del ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, y ahora consejero del BCE. Así Merkel se aseguraba la afinidad de un órgano decisivo para la resolución de la crisis.
Sin embargo, Weidmann les ha salido contestón, representa la única voz disonante en esta suerte de ‘pax germana’ que se está gestando y ahora tendrá que salir del BCE para facilitar que Europa pueda seguir trabajando en las soluciones a la crisis del euro.
Excepto en el caso de Grecia, los acuerdos están más próximos y una pata fundamental estriba en el uso de la artillería del BCE. Éste y el fondo de rescate permanente darán financiación y por lo tanto tiempo a los países con problemas para que se reformen. Y mientras se avanza en los acuerdos, los mensajes de los líderes europeos seguirán líneas pactadas muy semejantes, gracias a que se ha establecido una comunicación telefónica muy fluida entre las principales capitales europeas.
De hecho, franceses y alemanes han creado en las últimas fechas unos grupos de trabajo para coordinarse mejor en la crisis del euro y ofrecer siempre una respuesta conjunta. Incluso han acordado repartirse la presidencia de las reuniones de los ministros de Economía, el llamado Eurogrupo.
Este recién encontrado consenso explica, por ejemplo, que Rajoy haya cambiado radicalmente su discurso sobre el BCE. Mientras que antes él y sus ministros reclamaban una y otra vez la intervención de Draghi, ahora siempre que es preguntado afirma que el banco central es un órgano independiente y que no puede opinar.
Aparte de Weidmann, sólo otro asunto ha causado recientemente cierta disensión en público. El presidente italiano, Mario Monti, pidió a Merkel que el fondo de rescate disponga de una licencia bancaria para poder contar con munición ilimitada. Pero la canciller se sigue resistiendo por el momento a esta opción.
La ausencia de Mario Draghi de la reunión de banqueros centrales en Jackson Hole, EEUU, significa que todavía ha de trabajar en el detalle de su plan de apoyo a los países periféricos si quiere aprobarlo en la reunión del consejo del BCE del 6 de septiembre. Europa comienza a trasladar una cierta imagen de unidad, pero las harto complicadas negociaciones continúan.