Una vez más, la UE se la juega en el Consejo Europeo de hoy y mañana. Respaldados por toda la periferia, Rajoy y Monti presentarán una lista de demandas con la esperanza de que Merkel pueda digerirlas y por fin se abran los mercados.
Los italianos y españoles lanzan el órdago de que juntos son demasiado grandes como para ser rescatados. De hecho, durante algunas semanas incluso hubo señales esperanzadoras. Por ejemplo, Merkel encomendó a Van Rompuy, Barroso, Draghi y Juncker que elaborasen un borrador con propuestas.
Sin embargo, la canciller disfruta de una posición privilegiada. Su economía se ha convertido en el refugio donde los inversores depositan su dinero. Libradas de la barrera del marco, sus empresas han contenido costes, invierten en innovación y mantienen la competitividad en un entorno global. Muy cerca del pleno empleo, los alemanes quieren que el resto se discipline y devuelva el dinero prestado.
Los líderes tudescos tienen la visión de una Europa unida. Pero ésta será más alemana, con las transferencias justas y todo ello después de transitar por un purgatorio. Otra vez, lo más probable es que Europa decepcione y que los países periféricos sigan sufriendo, controlados por Frau Merkel a través de la prima de riesgo.
Presionado por los mercados para que por fin haga explícita su unión fiscal, el Consejo Europeo discutirá los siguientes puntos:
1) Que el Banco Central Europeo pueda comprar deuda de los países para aliviar las tensiones. Sólo con que el BCE declarase su intención de hacerlo bastaría para asegurar la inversión y por tanto contentar a los mercados. Sin embargo, en opinión de los germanos esto implicaría rebajar la presión sobre los periféricos para que tomen medidas. Se antoja harto improbable que se apruebe salvo para calmar situaciones extremas, sobre todo porque se corre el riesgo de crear una inflación que dañaría al ahorrador alemán y la contención de costes de las compañías germanas.
2) Que los fondos de rescate puedan comprar deuda soberana si no lo hace el BCE. Esto presenta el serio inconveniente de que los mercados saben cuánto dinero hay en los flotadores y especularán hasta llevárselo todo.
3) Visto el problema mencionado en el anterior apartado, entonces se puede convertir el mecanismo de estabilidad financiera en un banco habilitado para pedir de forma casi ilimitada fondos al BCE. Eso le brindaría una potencia de fuego suficiente como para comprar deuda estatal y recapitalizar bancos. No obstante, para los alemanes esto sería lo mismo que usar el BCE por la puerta de atrás.
4) Que se forme una unión bancaria, con un fondo de garantía de depósitos único, el mismo regulador y un mecanismo de liquidación de entidades. Merkel se ha mostrado más receptiva en este asunto porque se ha dado cuenta de que un pánico bancario podría romper el euro en un santiamén. Es más, pese a haber aumentado la prima de riesgo, el crédito para recapitalizar la banca española al menos parece haber detenido el riesgo de una fuga de depósitos. Con todo, aún habría que dilucidar de dónde se obtienen los recursos para dichos fondos de garantía y liquidación. Los bancos alemanes han protestado porque subsidiarían al resto, y el Bundesbank ha alertado de que la unión bancaria no servirá para desterrar el peligro de una corrida de depósitos en tanto el euro pueda desintegrarse.
5) Que se suavicen unos rescates que no funcionan. Sin embargo, los alemanes creen que el problema es la falta de disciplina y que si se sigue el ejemplo irlandés con rebajas salariales de hasta el 30 por ciento, al final la competitividad se recupera y la economía mejorará.
6) Que se separen los rescates soberanos de los de la banca y así se discrimine entre las dificultades de las entidades y las de los Estados. No obstante, Merkel afirma que tiene que poder controlar lo que se hace con sus préstamos y eso únicamente puede lograrlo si el Estado es responsable del crédito. En este capítulo también se debatirán medidas que palien los efectos de que los préstamos europeos sean los primeros en cobrarse en caso de impago, justo lo que ahuyenta al resto de inversores.
7) La integración fiscal con un tesoro único y por tanto unos eurobonos. De momento, el Parlamento Europeo prepara el Two Pack, la legislación que permitirá a la Comisión devolver unos presupuestos nacionales para que se rehagan e incluso intervenir un Estado. Frente a esto, Merkel considera que no hay garantías de que la UE puede fiscalizar con éxito las cuentas de sus países miembros. Y que sólo podrá darse la unión fiscal cuando haya estabilidad financiera… Traducido del alemán: cuando se hayan reformado los países. Aunque, ¿puede haber estabilidad financiera sin el eurobono?
8) Al no ser posible hoy día el eurobono, se presentan múltiples versiones edulcoradas de éste. Una propuesta los divide entre bonos azules y rojos. Los azules representan la deuda por debajo del 60 por ciento del PIB y tienen el respaldo total de la UE. Los rojos cotizarán fuera del paraguas europeo y por lo tanto tendrán una prima de riesgo más elevada. Sin embargo, los alemanes también ven esta iniciativa como algo destinado al largo plazo. Otra posibilidad es el fondo de mutualización, que recogería toda la deuda de los países europeos que exceda el 60 por ciento del PIB con la promesa de amortizarla en 25 años, una medida que apoyan los socialistas alemanes pero que a Merkel tampoco le gusta. A corto plazo, cabe la posibilidad, aunque remota, de que los alemanes acepten algún tipo de 'euroletras' con el fin de aliviar las tensiones de caja de algunos países en problemas.
9) Los planes para el crecimiento, una concesión a Hollande y por el momento prácticamente la única propina a la que la canciller ha dado luz verde. La UE intentará movilizar 130.000 millones mediante la tasa financiera, el apalancamiento del Banco Europeo de Inversiones, la emisión de bonos para proyectos determinados y la reubicación de fondos estructurales. Un estímulo que ayudará, pero que dista de solucionar nada… Precisamente como la cumbre.