La luz y los carburantes, y sobre todo la falta de competencia y la enorme intermediación existente así como a la ansiedad por hacer caja de muchos empresarios en la actual coyuntura, son los causantes del fuerte rebote de los precios en España (3,3% o 3,6% a impuestos constantes) que cuadruplica en agosto en tasa anual la previsión para todo el ejercicio (0,9%). De los 221 productos (subclases) que computa el Instituto Nacional de Estadística (INE), la mitad (109 exactamente) superan ya esa previsión oficial y 27 (13%) crecen muy por encima de ese resultado anual que los expertos estiman que muy pronto superará el 4%.
El precio de encender la luz es ahora 38 veces superior (34,9% de subida anual) a la previsión oficial del IPC con que el Gobierno elaboró los Presupuestos Generales del Estado mientras que llenar el depósito de gasolina supera en más de 23 veces esa inflación estimada. Además, consumir aceite de girasol, por ejemplo, supera en 37 veces esa previsión (28 veces el aceite de oliva); el coste de alojarse en un hotel la supera en 12 veces ese objetivo; ir al zoo o a un museo llega a casi nueve veces y lo mismo sucede con la subida de los precios si lo que se pretende es comprar una bicicleta para aprovechar el ocio y escapar de los riesgos del Covid, mientras que sacar una entrada de cine, de teatro o de un concierto supera en casi seis veces esa inflación oficial prevista.
Se está produciendo una tormenta perfecta ante la habitual inacción política para frenar una escalada inflacionista que no es nueva y que aleja a nuestros productos de los mercados exteriores
Es decir, se está produciendo una tormenta perfecta ante la habitual inacción política para frenar una escalada inflacionista que no es nueva y que aleja a nuestros productos de los mercados exteriores. En todo caso, la inflación real en este mes es aún mayor ya que los técnicos que miden los precios sólo tomaron referencias hasta el día 20 (viernes). Es decir, no figuran los últimos días de mes en que se acentuó la escalada del recibo eléctrico.
La inflación, que rasga el bolsillo de los ciudadanos aunque aumenta los ingresos públicos, es el peor 'impuesto' que se podría instaurar cuando la economía todavía no se ha repuesto de los efectos de la pandemia. Afecta sobre todo a los parados, a los que menos ganan, a los que menos tienen y a los asalariados en general así como a los pensionistas. Los hogares tienen que hacer frente a unos los costes fijos mensuales más elevados mientras que muchas pymes tendrán que echar el candado al no poder asumir los costes energéticos ni trasladar el alza a sus productos.
La factura eléctrica, que se traslada a toda la cadena productiva, ha encendido todas las alarmas. Le corresponde una parte importante de culpa de este espectacular rebrote inflacionista, pero hay más responsabilidades ya que España tiene un grave problema nunca solucionado con la formación de precios. El mercado está plagado de intermediarios (sobre todo en la alimentación), de oligopolios en la mayoría de los servicios (los antiguos monopolios públicos se han convertido con las privatizaciones en conglomerados privados de diversas formas de colusión) y de falta de competencia (también en los tramos mayoristas). Este encorsetamiento se ha convertido en una de las mayores asignaturas pendientes de todos los gobiernos y de la clase política (que luego se sientan en los consejos de administración de las principales empresas) que siguen ajenos a la realidad del país.
Lo que es evidente es que no funcionan las leyes del mercado, es decir, cuando más aumenta la demanda más se constriñe la oferta para aprovechar la ocasión y subir los precios, incluso en los productos básicos. Por ejemplo, como ocurre en todos los veranos, ha subido la demanda de consumo de pollo y también lo ha hecho su precio, supera en casi dos veces la previsión de inflación (1,7% de subida). Algo similar ha sucedido con la carne ovina (la subida es del 3,5% frente al 0,9% de inflación general prevista) o los huevos (3,6% más), el pescado (3,2%), las frutas (5%), los zumos (5,6%) o los refrescos (10,3% más que hace un año). Llamativa es la subida del 3,9% (4,5 veces más que el IPC previsto) de los llamados despojos comestibles, es decir, de las piezas de los animales que apenas tiene aceptación pero cuya demanda crece precisamente en épocas de crisis. Es lo que ha sucedido ahora y es un síntoma de que la situación económica y del empleo no es buena.
Aunque se supone que España es uno de los países con mayor potencial agroalimentario, y también dónde se produce una mayor intermediación de los distintos agentes, 26 (40%) de los 65 productos alimentarios catalogados por el INE se situaron por encima del 0,9% de IPC anual previsto por el Gobierno y nueve de ellos registran una subida muy por encima del 3,3% en que se encuentra en agosto. Hasta el pan, la sal, las patatas, la margarina o las cervezas subieron por encima de esa previsión. Es decir, los productos alimentarios más básicos son los que se anotan mayores subidas.
Pese a que en agosto continuaron las rebajas, seis de los 10 productos relacionados con el vestido y el calzado registraron crecimientos superiores al IPC previsto. La ropa de bebé llegó al 1,7% y las reparaciones de calzado, cuya alza se activa en época de crisis por el aumento de la demanda de este servicio, creció un 1,6%. De las 43 subclases relacionadas con los suministros y la vivienda, 25 (58%) se situaron por encima de ese 0,9% estimado.
Además de la electricidad (34,9%), los combustibles líquidos (32%), el butano (20,8%), el gas natural o de ciudad (4,2%), se apuntaron a la subida todos los servicios relacionados con el mantenimiento o las reparaciones. Por ejemplo, el precio de la carpintería crecieron tres veces por encima de ese IPC previsto y muy cerca se situaron los incrementos de los fontaneros, pintores o electricistas. Por si fuera poco, el precio de los muebles creció un 3,1% y hasta, por ejemplo, un 3% subió la adquisición de utensilios de cocina.
Los precios que más bajan del IPC son los de los productos importados en los que, ajenos a las situaciones de colusión del mercado (oligopolios) y a la intermediación, sí hay competencia
Por otra parte, de los nueve servicios sanitarios y farmacéuticos medidos por el INE, seis registraron subidas superiores a ese 0,9% (al 2% de alza llegaron los audífonos o los aparatos terapéuticos así como los servicios dentales).
En cuanto a los precios relacionados con el transporte, además de la subida del 20,9% de la gasolina y del 18,5% del gasóleo, comprar un coche o una moto costaba en ese mes un 3% más que hace un año mientras que las reparaciones de los talleres crecieron casi tres veces por encima del objetivo de inflación. El ocio y el deporte, actividades propias del verano y de 'huida' de la pandemia, también registraron alzas significativas. Además del incremento de las entradas de museos, zoos, cine, teatro o conciertos, el precio de la compra de equipos de acampada duplicó al IPC previsto y triplicó el de la compra de flores o plantas o el coste de los servicios veterinarios. En cuanto a la enseñanza (privada), salvo en la universitaria, los precios aumentaron en todas ellas. Por ejemplo, en la educación secundaria crecieron un 1,7%.
Que muchas empresas están aprovechando aumento de la demanda para incrementar la caja ante la reducción de la pandemia, lo demuestra ese alza del 10,6% de los precios de los hoteles y del 4,6% en otros alojamientos; del 1,6% en los servicios de comida para llevar (la que más actividad ha desarrollado en los últimos tiempos) y también del 1,3% en restaurantes y bares. En cuanto a los servicios personales, también suben por encima de ese IPC estimado (entre otros los de las peluquerías de mujer) y lo mismo sucede con los seguros (destaca el alza de los seguros de la vivienda un 3,7%)
Los precios de los productos relacionados con la telefonía, la informática, la imagen o el sonido son los que evitan que el IPC general sufra una mayor subida ya que nueve las 14 subclases computadas registran tasas negativas. Los equipos de telefonía móvil bajan casi un 11% mientras que el descenso es del 5,4% en los accesorios de los equipos informáticos y la caída es del 4,6% en los costes de los ordenadores personales. Es decir, los precios que más bajan del IPC son los de los productos importados en los que, ajenos a las situaciones de colusión del mercado (oligopolios) y a la intermediación, sí hay competencia.