"No existe ninguna conexión formal ni informal con el núcleo duro de Trump por parte española". Lo confiesan fuentes próximas al círculo de influencia que rodea al flamante presidente de Estados Unidos. La ausencia absoluta de puentes entre el Gobierno de Pedro Sánchez y la cúpula del Partido Republicano permite hacerse de una idea del panorama incierto que se abre para la economía y las empresas españolas. Y explica a la vez la inquietud con la que infinidad de empresarios asisten a la victoria rotunda de Donald Trump.
El giro que el líder republicano dará a la política económica de Estados Unidos no afecta sólo a los grandes del Ibex. Más de 10.000 empresas españolas exportan servicios al país norteamericano. "Nuestras relaciones bilaterles son estrechas y contribuyen al crecimiento y creación de empleo en los dos países. Para las empresas, desde luego es un país clave", recuerdan fuentes de CEOE. Dos datos: EEUU es el principal destino de la inversión española, con un 'stock' de 81.946 millones de euros. Y la nación americana es, a su vez, el principal inversor en España, con 106.950 millones.
El gran tamaño de las cifras choca con la ínfima relación existente entre el partido que gobierna España y el que se perfilaba cada vez más como favorito para desbancar a Joe Biden de la Casa Blanca. "En el entorno de Trump se sabe poco de España. Sólo lo que les llega desde la embajada de Estados Unidos en Madrid. Por ejemplo, fue comentado el enfrentamiento con Milei", asegura otra fuente en contacto directo con la cúpula de los republicanos, en referencia al sonoro conflicto desatado con la visita del presidente argentino.
Hay más ejemplos tras el recelo 'trumpista' hacia el Gobierno español. Uno es el apoyo de la coalición a la causa palestina. Otro es la connivencia con gobiernos de izquierdas 'antiamericanos', como el venezolano. Pero el más reciente e 'hiriente' fue el el viaje de Sánchez a China, seguido de su petición a la UE de "reconsiderar" los aranceles contra los coches eléctricos del país asiático.
China, línea roja
China es una línea roja para Trump, una cuestión de seguridad del Estado. "El Gobierno español y, en consecencia, España, se enmarcan dentro de la concepción 'trumpiana' del mundo y de su 'real politik' en el territorio de los enemigos", explican los analistas de Freemarket en un informe difundido horas después de la aplastante victoria republicana. El 'think tank' que dirige el economista Lorenzo Bernaldo de Quirós recuerda que los factores mencionados "hacen que España no sea un país fiable, un aliado de los Estados Unidos, en el que sea posible confiar, sino un Estado contrario a sus intereses y, por tanto, no 'amigo' de América.
Empresarios y economistas consultados coinciden a la hora de expresar los temores, pero también al lanzar un planteamiento: la UE y, obviamente, España deben aprovechar para transformar los problemas en oportunidades. "No hay mal que por bien no venga", recuerda un veterano directivo que ha pasado por los consejos de varias compañías. "De entrada, el 'America first' [América primero] no va a ser bueno. Pero habrá que ver qué capacidad tenemos nosotros de ofrecer cosas que interesen a la nueva administración americana".
"En vez de doblar la apuesta sobre lo que hacemos mal, podemos fortalecer nuestras capacidades para competir", asegura el economista jefe de Tressiss, Daniel Lacalle. Buen conocedor de las arterias de la economía estadounidense, Lacalle recuerda que los aranceles que anuncia Donald Trump no son más que mecanismos defensivos contra las barreras que levantan China y, por supuesto, la UE. En Europa abundan y tienen forma de trabas jurídicas y regulatorias, impuestos o exigencias medioambientales difíciles de asumir. "Los aranceles son claramente una manera de negociar", añade Lacalle.
Mejor entorno para las inversiones
"Europa tendrá que reforzarse y hacérselo mirar. Tiene que dejar de mirarse el ombligo. La victoria de Trump debería traer más Europa", reflexiona un asesor que mantiene hilo directo con CEOs del Ibex. "Pero ello exige no responder ante cualquier iniciativa con una política fiscal agresiva y disuasoria". Hay un ejemplo reciente y lleva cuño español: el 'impuestazo' sobre energéticas y bancos, que ha decaído por los pelos en el primer caso, pero se mantiene intacto para las entidades financieras. "Se necesita un plan de país para afrontar los cambios que vienen. Es más necesario que nunca desarrollar un entorno favorable para las inversiones, en energía, en infraestructuras, en defensa", concluye.
Hay compañías españolas con capacidad sobrada para tirar del carro, desde las energéticas (Iberdrola, Repsol, Naturgy, Acciona o Cepsa), a las de infraestructuras (ACS, Ferrovial, Sacyr o FCC). La gran mayoría de ellas tiene intereses en suelo español y estadounidense.
"La inseguridad y la incertidumbre regulatoria que afecte de manera negativa a los inversores y empresas norteamericanas en nuestro país va a tener una respuesta contundente por parte de la Administración estadonunidense", alerta el informe de Freemarket. De ahí la importancia de generar un mejor caldo de cultivo para la inversión y, por supuesto de tender puentes con los nuevos inquilinos de la Casa Blanca.
"El cambio político en Estados Unidos va a generar desequilibrios, pero también más crecimiento", asegura el director General del Instituto de Estudios Económicos (IEE), Gregorio Izquierdo. El economista recuerda que el triunfo de Trump impactará en la inflación, en los tipos de interés o en los flujos migratorios. Sin embargo, el resultado electoral también despeja las incertidumbres en torno a la política fiscal y regulatoria.
El nuevo presidente potenciará la bajada del impuesto de Sociedades y la desrregulación. Lo ocurrido en Estados Unidos "va a provocar cambios en el crecimiento mundial", concluye Izquierdo. La gran incógnita de los empresarios es si la UE y, sobre todo, España serán capaces de aprovechar la coyuntura para mejorar sus propios desequilibrios.