Visto con perspectiva se aprecia mejor aún el 'cuento de la lechera': Pedro Sánchez tuvo aplomo de sobra para vender que España crecería casi un 10% este año. Ningún Gobierno de la Eurozona presentó a Bruselas credenciales parecidas. Así pues, el líder socialista se erigió en enero como el presidente del país que lideraría la recuperación en 2021.
Doce meses después, la 'foto finish' refleja una España venida a menos. Otras naciones también han sufrido batacazos, empujados por los vaivenes de la pandemia. Pero el nuestro es, de lejos, el mayor, al caer desde más arriba: desde la cúspide dorada que soñó Sánchez.
En el balance anual sobresale un dato: la economía española crecerá este año casi la mitad de lo que proyectó la vicepresidenta económica, Nadia Calviño. El Ejecutivo inició 2021 con una previsión de crecimiento del 7,2%. Esa cota aumentaría hasta el 9,8% si los fondos europeos surtían todo su efecto.
"Si España quiere, #EspañaPuede", tuiteaba el presidente del Gobierno el 7 de octubre de 2020. Lo hacía con motivo de la presentación del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, llamado a ejercer de motor del PIB desde 2021 al final de la legislatura. "Un Plan", concluía Sánchez, "para una España más verde, más digital, inclusiva y sin brechas de género".
El presidente del Gobierno avanzó entonces algunos de los hitos que la economía podía cumplir. Ese programa de inversiones aportaría anualmente al PIB 2,5 puntos porcentuales de crecimiento, entre 2021 y 2023. Al final de periodo llegaría la gran recompensa: 800.000 puestos de trabajo.
El año acabará, finalmente, con un avance del PIB cercano al 4,8%, casi la mitad del techo al que aspiraba Sánchez. Esta es la media resultante de los cálculos que efectúan los 20 principales servicios de estudios, recogidos por Funcas. El Ministerio de Economía rebajó sus aspiraciones en primavera, pero, aún así, mantiene una previsión muy optimista para el conjunto del año (6,5%).
El panorama que atisbaba el presidente en enero de 2021 era el de una economía que rebotaría con gran ímpetu, gracias al entusiasmo de los hogares. El panel de Funcas auguraba entonces un incremento del 6,8% del consumo de las familias, pero el Gobierno iba mucho más allá, elevando la apuesta al 8,3% (10,7% sumando el empujón de los fondos europeos).
El gran error del Gobierno no ha sido tanto su confianza en la recuperación, como la exageración de sus pronósticos para parecer lo que no es. "Los riesgos a medio plazo se han tornado más equilibrados", aseguraba el Banco de España en su Boletín Económico de enero. "La actividad debería repuntar con fuerza a partir de la segunda mitad del año. A medida que se vaya completando el proceso de vacunación, el levantamiento de las restricciones y la reducción de la incertidumbre deberían dotar de un elevado dinamismo al gasto doméstico", señalaba. Por entonces, la institución que preside Pablo Hernández de Cos sólo vislumbraba "algunos factores de oferta, cuyo impacto sobre la inflación sería transitorio".
El gran error del Gobierno no ha sido tanto su confianza en la recuperación, como la exageración de sus pronósticos para parecer lo que no es
Había algunas nubes en el horizonte, pero no estaba claro que fuera a formarse otra tormenta. Tanto el Banco de España como buena parte de los economistas confiaban en que, a partir de junio, cuando pasara 'la última ola', los hogares acabarían desbloqueando parte del ahorro acumulado durante la pandemia. También lo creía, más que nadie, el Ministerio de Economía, que siempre fue muy por delante con sus augurios. Incluso hoy, con la inflación disparada y ómicron marcando récords de contagios, mantiene que el consumo de los hogares crecerá un 7,3%, frente al 5,1% de media de los economistas. La misma diferencia se reproduce en el caso de la inversión empresarial (formación bruta de capital fijo): 9% frente al 4,2%.
El Gobierno sigue sin asumir totalmente el impacto de los dos grandes problemas que han dado al traste -antes de aparecer ómicron- con la recuperación esperada. Por un lado, los cuellos de botella que entorpecen el tráfico de mercancías. Por otro, la inflación, alimentada por los precios de la energía y por el mencionado atasco del transporte internacional. "La capacidad productiva global ha tropezado con dificultades para satisfacer el repunte de la demanda", asegura ahora el Banco de España, en el boletín de diciembre. "Estos desequilibrios entre demanda y oferta han originado notables presiones inflacionistas".
Los indicadores no levantarán cabeza en el tramo final de 2021. Al contrario, la misma fuente advierte de que "el dinamismo de la actividad económica estaría viéndose moderado por la compresión de las rentas de los hogares y de empresas, inducida por el aumento de costes y de precios, y por la persistencia de los cuellos de botella en algunos procesos productivos".
El tropiezo de 2021 se traducirá no sólo en el incumplimiento de las previsiones oficiales, sino también en el calendario de la recuperación. "Para finales de 2022 habremos recuperado los niveles de PIB anteriores a la pandemia", aseguraba Calviño en abril, cuando anunció la última revisión del cuadro macroeconómico.
A menos que cambien las tornas, esa realidad no se producirá hasta un año después. Coinciden en ello tanto la Comisión Europea como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. En sus últimos informes de situación sobre España, publicados en noviembre, ambas instituciones retrasaban hasta el primer trimestre de 2023 la vuelta al PIB de 2019. En ese caso, España sería el último país del euro en dar el cerrojazo definitivo a la crisis de la covid.
El Gobierno sigue sin asumir totalmente el impacto de los dos grandes problemas que han dado al traste con la recuperación esperada: los cuellos de botella y la inflación. Y ahora llega ómicron
En el lado esperanzador de la balanza, el Gobierno despide el año con dos logros. El más meritorio es el avance de la vacunación en España, que alcanza prácticamente al 90% de la población. Esa cobertura, ejemplar, en comparación con otros países del entorno, ha propiciado que el cuadro macroeconómico oficial no flaquee más todavía.
El Ejecutivo también cierra el año con un dato positivo de empleo. El mercado laboral está creciendo con mayor ímpetu que la economía, hasta el punto de que la realidad, en este caso, supera las expectativas de Moncloa. El consenso de los economistas fija en el 5,3% el avance de la ocupación en 2021, por encima del 4% que prevé el Gobierno. Lo mismo ocurre con el paro, con un pronóstico idéntico del 15,2%.
Los pocos buenos indicadores, por tanto, caen en el tejado del Ministerio de Trabajo. Mientras que Calviño concluye 2021 buscando excusas para no recortar su previsión de PIB, Yolanda Díaz se apunta una reforma laboral consensuada, que servirá de aval para desbloquear nuevos fondos europeos. Ese 'maná' comunitario marcará la velocidad de crucero de la economía y la capacidad de resistencia de Sánchez en el nuevo año electoral.