Para disgusto de los funcionarios que debían cuadrar las últimas partidas presupuestarias, Pedro Sánchez extrajo en 48 horas dos conejos de la chistera. No quedaba otra alternativa a la prestidigitación para sacar adelante las cuentas de 2022, vitales para sostener la coalición de gobierno y preparar el terreno de cara al posterior año electoral. O incluso a un adelanto.
El martes, horas después de cerrar el pacto con Unidas Podemos -gracias a una intervencionista nueva ley de vivienda- el presidente anunció un bono joven de 250 euros para pagar el alquiler. Un día más tarde, él mismo se encargó de presentar otro cheque de 500 euros, para facilitar el acceso juvenil a la cultura.
Nadie en el número 5 de la madrileña calle de Alcalá, sede del Ministerio de Hacienda, tenía conocimiento en los días previos de ambas partidas. Los técnicos de confianza de la ministra María Jesús Montero tuvieron que hacer y rehacer los 'excel' para encajar los gastos imprevistos. El trabajo extra de los funcionarios no pasaría de una anécdota de no ser por la realidad que refleja: la de un presidente obligado a improvisar y a huir hacia delante por la fragilidad de la coalición y el mal fario de las encuestas.
Los cambios en la ley de vivienda bastaban para lograr el apoyo de Unidas Podemos a los Presupuestos. Pero Sánchez quiso ir más allá y ordenó lanzar con urgencia los dos cheques, sin saber siquiera cómo se iban a articular. A estas alturas, lo de menos es el impacto -que será reducido- y el coste (algo más de 600 millones). Lo importante era enviar un mensaje al estrato más joven del electorado y a los votantes que se incorporarán al censo el próximo año. Por si en 2022 pintan bastos y hay que sacar las urnas. Ya lo hizo José Luis Rodríguez Zapatero en 2007 y le salió bien: lanzó un cheque bebé y una ayuda idéntica al alquiler y acabó echando de La Moncloa a Aznar un año más tarde.
Los anuncios de última hora reflejan la realidad de un presidente obligado a improvisar y a huir hacia delante por la fragilidad de la coalición y el mal fario de las encuestas
Ninguna de las dos subvenciones logró realmente su objetivo. El mercado de la vivienda siguió tensionado. Y el chequé bebé tampoco fomentó la natalidad y generó polémica desde su lanzamiento: llegó por igual al barrio marginal de las Tres Mil Viviendas de Sevilla y a las urbanizaciones pijas de La Finca en Madrid o Pedralbes en Barcelona.
El Gobierno vuelve así a combatir con balas de fogueo uno de los grandes problemas de la nación: la precariedad absoluta de los jóvenes con trabajo y la falta de oportunidades de quienes se van incorporando al mercado laboral. El futuro de la juventud española pasa por tener un trabajo estable y un sueldo digno. Esas son las llaves que permiten acceder, de verdad, al mercado de la vivienda o al mundo de la cultura. O formar una familia propia a una edad más temprana. Los cheques son 'peanuts', limosnas de dinero público, migajas para hoy que no lograrán saciar el hambre mañana.
Por muy conocida que sea, la estadística del INE no deja de sorprender. Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), al concluir el segundo trimestre la tasa de paro de los jóvenes ascendía al 32%. Es decir, prácticamente uno de cada tres españoles menores de 34 años buscan trabajo. El porcentaje desciende al 21,8% en el caso de los trabajadores de entre 25 y 29 años; pero aumenta al 34,5% entre los 20 y 24 años, y a un alarmante 56,5% en los recién incorporados al mercado laboral (entre 16 y 19 años).
La juventud española sufre los dos males que más preocupan a nuestros socios europeos, que son quienes nos prestan el dinero a fondo perdido (70.000 millones) para la recuperación a cambio de reformas. El primero es la alta tasa de paro y el segundo, la precariedad laboral. Un joven tiene muy difícil encontrar un empleo, y quien lo logra, está condenado a encadenar contratos temporales y mal remunerados.
Bajo esta problemática subyacen dos problemas atávicos de nuestro país. Por un lado, las carencias del sistema educativo, subordinado a los caprichos y la ideología de cada presidente que se instala en La Moncloa. Por otro, la estructura de la economía, dependiente de los servicios, con un sector público sobredimensionado y una industria maltratada.
El futuro de la juventud española pasa por tener trabajo estable y un sueldo digno. Esas son las llaves que permiten acceder, de verdad, al mercado de la vivienda y al mundo de la cultura
Según la EPA, en nuestro país hay hoy día 300.000 parados menores de 29 años con un título universitario colgado en la pared. La estadística de ocupados permite comprobar a qué se dedica buena parte de los jóvenes. Ganan por goleada el comercio y la hostelería, los sectores con los índices de temporalidad más elevados. Hay 436.000 personas con más de 20 años y menos 30 trabajando en establecimientos comerciales y 308.900 ganándose la vida en bares, restaurantes y locales de ocio nocturno. Las cifras empeoran en la siguiente década, entre los 30 y los 40, el tramo de edad en el que la mayoría de los jóvenes toman decisiones importantes, como firmar una hipoteca o tener hijos. Comercio y hostelería cuentan con más de un millón de empleados (690.800 y 343.000, respectivamente) en ese momento vital.
Mientras tanto, la industria -con puestos generalmente más estables y mejor remunerados gracias a la especialización- sigue pugnando por elevar el poco peso que tiene en el PIB: en torno al 20%, 10 puntos menos que Alemania. Basta con repasar los últimos datos de Contabilidad Nacional para atisbar adónde apunta el futuro. En el segundo trimestre del año rebotó con fuerza la construcción (29%) y los servicios (un 20%), muy lejos del 9,9% que registró la industria. En esas fechas, la actividad del comercio y la hostelería avanzó un 32,5%, y eso que aún había importantes restricciones sanitarias.
Los fondos europeos constituyen una oportunidad irrepetible para que la economía española, además de recuperase, se transforme. Hay empresarios que ven la botella medio llena. "Soy optimista por naturaleza y eso me lleva a pensar que muchos españoles, emprendedores por naturaleza, sacarán rédito al dinero. Aunque para eso se necesita que los políticos no enturbien el camino", asegura el presidente de una gran compañía que exporta a medio planeta. Otros no lo son tanto, a juzgar por la burocracia que está enfangando el desarrollo de los PERTE (Proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica). Y, sobre todo, en vista de las medidas controvertidas que está adoptando el Gobierno en negocios sensibles como el energético o el inmobiliario. "Los grandes fondos o los bancos que quieren invertir aquí ven España como un conjunto y se están tomando decisiones que atentan cada vez más contra la unidad del mercado", afirma un consultor del Ibex.
Lo que ocurra en 2022 servirá para vislumbrar si la botella si va colmando o se vacía. De momento, los Presupuestos Generales del Estado, recién presentados, siembran demasiadas dudas. Las nóminas de funcionarios y pensionistas, los parados y los intereses de la deuda absorberán más de la mitad (un 53%) de un gasto récord (196.142 millones). A pagar las facturas contribuirán los 27.000 millones de fondos europeos presupuestados. Pero la gran apuesta del Gobierno es elevar la recaudación del Impuesto de Sociedades y el IVA, al calor de la esperada recuperación de la actividad empresarial y del gasto de los hogares. Eso es lo que espera Nadia Calviño, que mantiene intactas sus previsiones optimistas de crecimiento en unos Presupuestos con demasiado tufo electoral.