Vuelven los atascos, el tráfico lento y las horas puntas en las grandes ciudades. Tras meses de teletrabajo por las restricciones a la movilidad que acarreó la pandemia, las empresas recuperan viejos hábitos. El más común es la presencialidad. Tras el 'boom' de los primeros confinamientos, en los últimos meses ya sólo han trabajado en remoto la mitad de los que podrían hacerlo, ya sea por voluntad del empleado, porque la compañía no está de acuerdo o porque esta última no dispone de los medios necesarios.
Del total de ocupados que hay en España, un 35% cree podría teletrabajar (porque su tipo de empleo es apto para ello), pero sólo un 18% lo ha hecho a lo largo de este año, según refleja una encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre el uso de TIC en los hogares en el año 2021, elaborada entre los meses de mayo y agosto de este año, cuando se levantaron las restricciones a la movilidad en España.
Es decir, que un 17% de los encuestados dice no haber teletrabajado a lo largo del año 2021 aunque su trabajo se lo permitiera. De estos, el 59% señala que es porque prefiere el trabajo presencial, un 36% porque la empresa no tiene voluntad de implantarlo, un 16% porque la empresa no dispone de los medios tecnológicos suficientes, un 11% porque su domicilio no está adecuado para el teletrabajo, y otro 20% por otros motivos diferentes a los anteriores.
El 65% no puede teletrabajar
En cuanto al 18% que sí ha teletrabajado durante este año, lo ha hecho una media de 3,5 días a la semana. Sin embargo, un 50% reconoce que, tras la crisis del coronavirus, les gustaría teletrabajar todos los días. La valoración media de las personas que han practicado esta fórmula de trabajo es de un 8,2 sobre 10, tanto a nivel profesional como personal.
Entre las ventajas destacan el evitar desplazamientos (señalada por el 95% de las personas que han teletrabajado), la gestión propia del tiempo de trabajo (87%) y la conciliación con la vida familiar/personal (87%). Entre las desventajas, las más señaladas son la falta de contacto social con compañeros (82%), la falta de desconexión laboral (61%) y la sobrecarga laboral (47%).
Finalmente, más allá del 35% que podría teletrabajar (incluyendo a los que lo hacen y los que no), hay otro 65% de los ocupados que reconoce que su empleo no se puede desarrollar de manera telemática. Si se analiza el teletrabajo por condiciones socioeconómicas, el 51% de los que han teletrabajado tienen una formación de grado superior o universitaria y el 60% pertenecen a un hogar con unos ingresos mensuales netos superiores a los 2.500 euros.
Un millón y medio de personas vuelven a la oficina
La evolución del teletrabajo ha ido decayendo desde los máximos alcanzados durante el confinamiento hasta prácticamente la mitad. Frente a los más de 3 millones de personas que trabajaron a distancia al menos la mitad de los días durante el segundo trimestre de 2020, a finales de este mes de septiembre lo hacían 1,6 millones, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) publicada por el INE.
Javier Blasco, director del Adecco Group Institute, explica que "en la mayoría de los países de nuestro entorno se ha producido, en parte o totalmente, una vuelta a la normalidad entendida como vuelta a la presencialidad -tanto por decisión de las empresas, como de los trabajadores- casi siempre en proporción al nivel previo de teletrabajo".
Blasco explica que detrás de la decisión no sólo hay aspectos que tienen que ver con la naturaleza del trabajo (características de las tareas y su relación con la tecnología existente); sino que también depende de la capacidad de la empresa (equipamientos), de la persona (condiciones en su domicilio), de la cultura corporativa (nivel de autonomía en las tareas o cultura de presentismo), de las perspectivas personales (necesidad de socializar, agotamiento emocional o miedo a ser menos valorados en remoto), o de los incentivos o desincentivos para su adopción (como la ambigüedad de la normativa o potenciales sanciones).
En su opinión, "aún tendrá que transcurrir tiempo para que se pueda recobrar un teletrabajo sostenible", ya sea porque "se tenga suficiente información sobre medición de productividades, se haya podido renegociar el alquiler de espacios y suministros vinculados al trabajo presencial, o se despejen dudas vinculadas a la normativa del teletrabajo, como la tributación o la Seguridad Social".
En este sentido, Blasco cree que "no es casualidad que un mes después de la normativa de teletrabajo, los más de 3 millones de personas que trabajan en la Administración Pública hayan tenido que volver a la presencialidad, o que algunos debates, como la visión sobre productividad o la vinculación emocional y el engagement, aún no arrojen una opinión unánime".