Carlos Dívar dimitió el jueves pasado… pero la lenta burocracia del BOE y, sobre todo, la 'tranquilidad' de sus amigos del Ministerio de Justicia no le dejan marcharse a su casa. Por ello, el aún presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo sigue acudiendo, fiel a su rutina, a sus despachos en ambos órganos judiciales para encerrarse en ellos y esperar que el inexorable avance de las manecillas le desaloje de aquí en unos días. Eso sí, como ya anunció en el pleno del Consejo en el que renunció a su cargo, hasta que llegue ese momento que se olviden de él para actos institucionales. Está dimitido de hecho, pero de cuerpo presente de derecho.
Una dualidad que ya ha causado los primeros problemas a los que desde aquel jueves han asumido reglamentaria sus funciones, el vocal Fernando de Rosa, en el CGPJ, y el magistrado Juan Antonio Xiol, en el Supremo. Le cuentan a este Buscón que este último, por ejemplo, sufrió el pasado lunes esta decisión de su antecesor de seguir pisando el despacho, pero no ejercer por lo que le pagan. Xiol, que ya fue la semana pasada a un par de actos protocolarios en nombre del ‘desaparecido’ Dívar, tuvo ese día que ejercer de anfitrión ante una delegación jurídica extranjera de visita al alto tribunal. Para ello, propuso atender a sus invitados, como ha sido costumbre en el Supremo desde hace años, con una breve recepción en la señorial estancia llamada ‘Sala de Costura’ o 'Rotonda', una luminosa y espaciosa habitación circular que, cuando el edificio era un convento, servía a las religiosas para dedicarse el noble arte de enhebrar aguja e hilo, y que ahora, que es sede del Supremo, se utiliza para acoger los actos protocolarios del presidente de la institución.
Sin embargo, sus deseos de quedar bien con sus colegas 'guiris' se vieron frustrados porque, en aquel momento, Dívar ocupaba su despacho habitual, una estancia vecina a la célebre ‘Sala de Costura’ y conectada a ella por una puerta, y no se le podía molestar. A Xiol no le quedó más remedio, entonces, que ejercer la protocolario función en su despacho de presidente de Sala, un lugar con mucho menos glamour que la estancia preferida en su día por las monjas para coser. Para poder usar finalmente ésta tendrá que esperar a que los muchachos de Alberto Ruiz-Gallardón se decidan finalmente a publicar en el BOE que su antecesor ya no es el jefe de los jueces y éste deje de ir a los despachos a pasar el rato a la espera que la manecilla marque la hora de abandonar oficialmente el cargo.