El secretario general del PP, Teodoro García Egea, todavía no se ha recuperado del mal sabor de boca que le dejaron las elecciones generales el 10-N. El cabeza de lista al Congreso por Murcia en unos comicios en los que su partido ganó 23 escaños en toda España, la mano derecha de Pablo Casado, tuvo que ver cómo su provincia era la única en la que Vox quedó en primer lugar.
"Nos hemos llevado un solo golpe, pero me lo han dado en toda la cara", ha llegado a confesar a su círculo más próximo un Egea afectado por lo ocurrido porque, además, Murcia fue una de las circunscripciones en las que tanto el presidente del partido como él mismo echaron el resto. Varias veces, en precampaña y campaña, visitaron distintas zonas.
Y lo hicieron porque las encuestas decían que tanto en esa provincia como en Almería la formación ultraderechista amenazaba la hegemonía de los populares. No se equivocaron en el primer caso. Vox ha arrasado en Murcia con 199.440 votos, casi 56.000 más que los 143.234 obtenidos seis meses antes, el 28-A.
El PP quedó en segundo lugar con 188.870 votos -tres escaños, los mismos que la formación de Santiago Abascal- y el PSOE, ganador de las generales seis meses antes quedó tercero con 176.426.
En los municipios murcianos donde la mano de obra musulmana ya supone más del 30% de la población, el voto a Abascal se ha disparado el 10-N
¿Cómo hemos llegado a esto? andan preguntándose en la sede nacional de los populares desde hace una semana. Y el diagnóstico es claro: porque Abascal ha sabido capitalizar el miedo a la inmigración magrebí masiva en los municipios agrícolas donde los españoles ya no son mano de obra.
Conn población musulmana que ya ronda el 30% en Torrepacheco, San Javier o San Pedro del Pinatar, el discurso de Vox contra la falta de integración ha entrado como un cañón en esos municipios, afectando no solo al PP, también a un PSOE que ha visto caer sus expectativas de forma preocupante.
Los populares ya han empezado a trabajar en un plan para recuperar Murcia hacie el voto útil a Casado, pero reconocen que la ultraderecha es ahora un competidor duro y que la unificación del centro derecha no va a ser tan fácil y tan rápida como esperaban tras el 28-A.