Dice estar retirado de la política y observar la realidad con mucha distancia desde su confortable sillón del Consejo de Estado, pero la realidad le desmiente. Además de dedicarse bastantes fines de semana a la pesca de la trucha, quien fue presidente del Gobierno para beneficio de unos pocos y desgracia de la mayoría frecuenta los restaurantes de postín de Madrid, donde en ocasiones se le ha visto acompañado de José Blanco, de José Antonio Alonso, de Carmen Chacón, de Cándido Conde-Pumpido, de María Teresa Fernández de la Vega, de Leire Pajín y de otros personajes de parecida talla que medraron al calor de sus favores y de sus caprichos. Ayer le tocó el turno a Jaume Roures, propietario de Mediapro, quien se ganó junto a Miguel Barroso, marido de Chacón, merecida fama de ‘brujo visitador’ de La Moncloa en los momentos en que las TDT se repartían con alegre arbitrariedad y Zapatero disfrutaba con construir un auténtico contrapoder frente a la Prisa de Polanco. De estos obscenos escarceos nació el diario Público, recientemente fenecido, y La Sexta, finalmente matrimoniada con Antena 3, operación en la que también se ha visto el aliento del ex presidente del Gobierno.
Zapatero y Roures compartieron este jueves mesa y mantel en el restaurante Tamara del Paseo de la Habana, uno de los lugares que más frecuenta el de León como aficionado que es a la comida casera. Ambos abordaron en animada conversación los temas de rabiosa actualidad, entre ellos el problema catalán, sobre el que se echan en falta pronunciamientos públicos tanto del ex presidente como del editor. Del primero, porque pastoreó con una enorme irresponsabilidad y enormes dosis de improvisación la reforma del Estatuto, a decir de sus ex compañeros del PSOE, y del segundo porque después de su origen trotskista y de su militancia en la antigua Liga Comunista Revolucionaria, siempre se ha definido como un catalanista de izquierdas. El caso es que Zapatero dejó España como la dejó y Roures hace unos meses que despidió a la plantilla de Público, cuya edición digital sobrevive todavía a manos de algunos de sus antiguos trabajadores.
Cada vez son más las miradas que se detienen no tanto en los gustos culinarios de Zapatero, relativamente refinados, sino en las productivas aficiones que practica en los muchos ratos de ocio que le deja su puesto como consejero de Estado. ¿Alguien se le imagina como consultor de grandes empresas? Pues la verdad es que cuesta, pero desde aquí les podemos asegurar que es un gustoso pasatiempo al que se dedica con la ayuda de Javier de Paz, el que fue uno de sus principales asesores/confesores externos en La Moncloa y, a decir de muchos socialistas, el que le terminó cavando la tumba política.