"No queremos elegir presidente. Ya tenemos uno y es Puigdemont". Con esta frase debutaba Elsa Artadi, 41 años, en su papel de jefa de campaña de JxCat, la plataforma diseñada a mayor gloria y boato del 'fantasma de Bruselas'. ¿Porqué se habla tanto de Elsa?. Es la protagonista del momento en el mundillo independentista. No sólo porque ha sido designada la responsable máxima de la campaña del expresidente para el 21-D. Y que ha abandonado su partido. Hay algo más.
En el PDeCat, la antigua Convergencia, Puigdemont cae más bien mal. Al menos en los niveles directivos y de altos cargos. Critican sus delirios, su egocentrismo, sus disparates y su desprecio por la formación en la que aún milita. Es en esos ámbitos donde circula la especie de que Elsa y Carles, Carles y Elsa. "¿Pero hay lío?", comentaba un exdiputado de la formación soberanista a éste Buscón. En la Barcelona convergente, si es que algo queda de ella, no se habla estos días de otra cosa.
Un ascenso vertiginoso
Versiones de todo tipo circulan también sobre el lío de Bruselas. Que si Marcela Topor, la esposa del expresident, no ha vuelto por allí desde hace semanas. Que si también se dijo en su momento que había un divorcio en ciernes. Intoxicaciones y mala baba, nos comentan en el círculo más estrecho del expresidente. El vertiginoso ascenso de Elsa, sin embargo, ha engrasado todo tipo de habladurías.
Elsa Artadi, licenciada en Económicas por la Pompeu y doctorada en Harvard, es una mente brillante y una presencia especial. Ha sido la mano derecha, la mujer de confianza, el elemento imprescindible en la cúpula de la Generalitat desde que Puigdemont aterrizó en el Palacio de la Plaza de San Jaume. Con aspecto de ser la mejor amiga de Doris Day en una comedia de los cincuenta, Artadi ocupó primero la secretaría de Hacienda con el consejero Mas Culell, el inventor de la gran falsedad de las 'balanzas fiscales'.
Tras llegar la Presidencia en sustitución de Artur Mas, Puigdemont se fijó en ella y le nombró directora de Coordinación Interdepartamental, es decir, el vínculo de unión entre el jefe del Gobierno y las diversas consejerías. "Su labor es hacerle las cosas fáciles al president", comentaba por entonces un alto cargo del partido. Se convirtió en insustituible. Y peligrosa. Había que tener cuidado con lo que se hablaba en su presencia, decían.
La verdad de la independencia
Así se puede comprobar en las conversaciones registradas por la Guardia Civil durante los preparativos del Golpe. Hablaba Lluís Salvadó, mano derecha de Junqueras en la consejería de Hacienda, y responsable de organizar la infraestructura de la futura 'República independiente catalana'. Las cosas iban mal. No había nada preparado. Salvadó reconocía que "es de todo punto inviable proclamar la independencia", porque faltan demasiadas cosas"imprescindibles" como el control aduanero y el banco propio.
Y confesaba su temor de que "si le decía la verdad" a Elsa, entonces los del PDeCat podrían culpar a Junqueras por inútil, ya que esa era responsabilidad de su departamento. Salvadó, según este informe judicial, optó por "torear a Elsa de la mejor forma posible". Al día siguiente, charló con ella por teléfono, le ocultó las dificultades del montaje independentista y tan sólo le habló de que "hay que dar confianza a la gente". Elsa, rubia y fría como una heroína de Hichcock, según comenta una militante de ERC, nada dijo, pero luego habló con su jefe y le transmitió esas dudas. Junqueras y Puigdemont terminaron muy mal.
Elsa Artadi fue la principal oradora de la presentación de la campaña de JxCat, celebrado esta semana en Barcelona. Centró su intervención, brillante y resuelta, en apelar al voto de todos cuantos desean que "Puigdemont vuelva a la Generalitat". Y añadió: "Puigdemont es el nombre que grita la gente". En algunas conversaciones de su partido, el nombre que más se menciona estos días, sin duda, es el de Elsa.
