Sucedió en los estertores de la anterior ola de calor, el pasado domingo, 12 de agosto: Florentino Pérez, presidente de ACS, compartiendo mesa y mantel con el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, al abrigo de la noche gaditana y con el presidente de Endesa, Borja Prado, como hospitalario anfitrión.
Los tres en confianza, en la lujosa casa que Prado tiene en Sotogrande (Cádiz), tradicional lugar de veraneo de los muy ricos (que en España aún quedan), quizás hablando de fútbol (Prado y Pérez son hinchas del Real Madrid y Guindos, del Atleti), quizás recordando los tiempos, no tan lejanos, en los que el ahora ministro estaba metido de lleno en el día a día del cotarro energético como consejero de Endesa, y Prado, en su doble condición de hombre del kilovatio y banquero de inversión (preside la filial española de Mediobanca), asesoraba a Pérez en su empeño por tomar el control de Iberdrola.
El escenario era ideal para un encuentro de estas características: el casoplón que el presidente de la eléctrica frecuenta desde los buenos tiempos de su padre, el ya fallecido Manuel Prado y Colón de Carvajal, antiguo hombre de confianza del Rey Juan Carlos.
La villa de verano de Prado, brazo ejecutor en España del Estado italiano (el máximo accionista de Endesa), suele acoger por estas fechas, como manda la tradición entre los afortunados vecinos de tan selecta urbanización, convites de muy alto copete; fiestas más o menos concurridas en las que los señores y sus señoras disertan sobre lo divino y lo humano y, entre charla y charla, atemperan los rigores de la canícula.
En esta ocasión, la cita, una cena, fue mucho más restringida. Tanto que Florentino, por no hacer un feo a sus comensales, se desplazó ex profeso hasta tierras gaditanas. Y cuentan a este Buscón que el presidente de ACS salió "muy contento" del encuentro, y así, tan ufano, se lo transmitió a los socios de referencia de la atribulada constructora, Los Albertos y la familia March, a los que últimamente la compañía no ha dado demasiadas alegrías.
Quizás la cena a tres bandas sirvió para limar asperezas entre Guindos y Pérez, de quien, se dice, vio defraudadas sus elevadas expectativas (hablaba maravillas de él antes de su nombramiento) tras los primeros meses del ministro en el cargo.