Ningún diputado de los dos grandes partidos se atrevió el pasado jueves a preguntarse en alto las razones por las cuales ni Mariano Rajoy ni Alfredo Pérez Rubalcaba habían sorteado durante sus intervenciones en el debate del estado de la nación cualquier referencia a la Corona y el ‘caso Urdangarín’. Eso sí, en voz baja, muchos de ellos admitieron la sospecha de que el presidente del Gobierno y el líder de la oposición habían pactado no hacer sangre con el asunto y pasar con pies de plomo por los casos de corrupción.
Lo que no se sabía es que el propio Rey había hablado por separado con ambos antes y después de que se subieran a la tribuna del Congreso. En la primera de las llamadas, don Juan Carlos levantó el teléfono con el pretexto de informar a Rajoy y a Rubalcaba de la operación de hernia discal a la que será sometido el próximo 3 de marzo. Pero, según fuentes solventes, también aprovechó la comunicación para conocer si pensaban sacar en sus discursos el ‘caso Urdangarín’ en el contexto de los escándalos de corrupción que salpican la piel de toro. La respuesta que los dos le dieron al monarca fue tranquilizadora, como más tarde pudo comprobarse en el hemiciclo: no hicieron ni una sola mención al escándalo, al que solo recurrieron el partido de Rosa Díez, la Izquierda Plural de Cayo Lara, los nacionalistas vascos y algunos grupos del Mixto.
El mismo miércoles por la tarde, después del debate, el Rey volvió a ponerse en contacto con Rajoy y Rubalcaba para preguntarles por su estado de ánimo y gastar algunas bromas con ellos. En el fondo, el líder socialista interpretó la llamada como una muestra de agradecimiento por la mesura que tuvieron en sus intervenciones. Y es que en las filas socialistas y en las del PP se comparte una opinión parecida: el país no está para bromas y cuanta menos tensión se vierta sobre el ambiente, mejor. Pues eso, para que todo el mundo entienda las fronteras de la política…