Las fake news, bulos, forman parte de nuestro día a día desde que el mundo es mundo. Hasta la irrupción de internet eran exclusiva de los gobiernos, que estos días siguen mintiendo con gran soltura, y de los grandes medios de comunicación, periódicos, radios o televisiones, monopolizadores de la información y controlados por pocos grupos mediáticos. Internet ha democratizado la información, y la desinformación, que han dejado de estar en pocas manos. Y duele. El periodismo es caro y, cuanto más grande es un medio, mayores son sus necesidades financieras y, por tanto, su dependencia del poder político y financiero. En especial en momentos de crisis como el actual, en el que escasean los ingresos por publicidad. La publicidad condiciona, pero si ningún anunciante es determinante en la cuenta de resultados, el margen de maniobra es amplio. Cuando el dinero público es determinante, como ahora, la sumisión al poder político es total. Hay excepciones, pero son eso, excepciones.
Las fake news se presentan de forma diferente en internet que en los grandes medios. Más burda en las redes sociales, y también más evidente, más sibilina y dañina en los grandes medios. Estos días todos hemos visto en las redes sociales vídeos con teorías conspirativas, muchos elaborados por Rusia o por China, imágenes descontextualizadas, rumores elevados a noticias, simples mentiras. Pero también información valiosa y veraz ocultada por los medios doblegados al poder de turno. La técnica de los medios serios se basa en la omisión de noticias, la selección descontextualizada de las que interesan, tanto las positivas como las negativas. Tan falso es decir mentiras como ocultar la verdad o medias verdades. El Papa Francisco denuncia, acertadamente, en una entrevista con Jordi Évole, como un pecado de los medios, la desinformación: "Doy la noticia pero doy la mitad, pero la otra mitad no la doy. Esto va contra el derecho de información, le informáis la mitad, le informáis mal".
La técnica de los medios 'serios' se basa en la omisión de noticias, la selección descontextualizada de las que interesan, tanto las positivas como las negativas.
Mientras en las redes las fake news han sido mayoritariamente, pero no exclusivamente, contra la gestión gubernamental, en los medios lo han sido a favor de dicha gestión, ya se trate del Gobierno de España o, en el caso de Cataluña, de la Generalitat. La manipulación de la opinión pública se hace creando estados de opinión y eso explica lo solícitos que han estado los gobiernos con los medios, al menos los principales, mediante subvenciones directas como los 15 millones a las televisiones privadas, la publicidad institucional o, en el caso de Cataluña, la agilización de subvenciones que ya son crónicas y que hacen del panorama mediático catalán el menos plural de España.
Como declarado amigo del chavismo, del castrismo y de otros dirigentes de regímenes totalitarios, Pablo Iglesias, que cada día me recuerda más a Daniel Ortega, hipercrítico con la llamada Ley Mordaza, la utiliza ahora con el entusiasmo liberticida que su ideología lleva implícita. Internet tiene una virtud de la que carecíamos: el acceso ilimitado y plural a la información. Desde luego puede servir para fomentar la disonancia cognitiva y reforzar así la ideología de cada uno sin el menor sentido crítico. Pero las personas que quieren decidir por si mismas tienen una posibilidad de contrastar, de conocer, infinitamente superior a la que nos dan los grandes grupos mediáticos. Internet empodera los ciudadanos por eso es temido y censurado por el poder.
Hay demasiadas organizaciones políticas y sociales convencidas de que su verdad es la verdad y que los fines justifican los medios.
Hasta ahora sólo los regímenes autoritarios controlaban explícitamente la red. Ahora la regresión de las libertades que los gobiernos nos imponen con la excusa de la pandemia llega también a las democracias occidentales y se interviene en la red. No somos un país autoritario, pero a algunos parece que les gustaría y, lo que es grave, están en el poder. Poseedores de la verdad, se sienten legitimados para acallar a quienes piensan diferente. La socialdemocracia ha luchado en favor de la libertad de las personas.
Esperemos que no se deje arrastrar por la ola de populismo autoritario. Los dictadores, de derechas o de izquierdas, siempre acceden al poder apelando a la nación o al pueblo que ellos interpretan y encarnan, anulando la libertad individual y los derechos políticos. Los ministerios de la verdad son incompatibles con la democracia. Algunos pensarán que exagero, que la democracia no esta en peligro en España. Quizás no a corto plazo. Pero hay demasiadas organizaciones políticas y sociales convencidas que su verdad es la verdad, y que los fines justifican los medios. Demasiados inquisidores. Y la degradación de la democracia y su ineficacia son la antesala de su destrucción.