La magnitud de la tragedia, en vidas y en daños económicos, tardará tiempo en conocerse. Ya sabemos que las cifras oficiales de fallecimientos y positivos, asintomáticos o con síntomas, dejan mucho que desear. En Cataluña los muertos en residencias no se computan en las cifras remitidas al ministerio que sólo contemplan las muertes en hospitales. En todas partes las cifras oficiales no tienen en cuenta las muertes en domicilios, los informes médicos sólo indican una causa de fallecimiento cuando pueden concurrir varias etc. La dimensión global sólo la podremos saber cuando se regularicen los registros civiles, ahora colapsados, y podamos comparar los datos con las muertes acaecidas el año anterior, cercanas al medio millón de personas en 2019. Los datos están siendo recopilados por el Instituto de Salud Carlos III, (informe MoMo) y dan cifras muchos más elevadas de incremento de muertes respecto a años anteriores de las estadísticas oficiales de muertes por coronavirus publicadas por el ministerio de sanidad.
Tampoco podemos saber el efecto real en la economía, que no sólo es dinero, sino también calidad de vida, enfermedades y suicidios. Se hacen previsiones de caída del PIB, de número de parados, de concursos de acreedores, pero todo son modelos matemáticos con horquillas muy amplias y cuyo cumplimiento dependerá de la duración del confinamiento, de la estructura económico de cada país o región, de lo que ocurra en el resto del mundo, de las ayudas nacionales y supranacionales, de la recuperación del comercio mundial, de la guerra por la supremacía mundial entre China-EE.UU y un largo etc. En todo caso la versión optimista de una recuperación en V debe cuestionarse. Por ejemplo la producción industrial puede recuperarse pero las pérdidas en turismo son permanentes y pueden prolongarse después de la crisis sanitaria por un cambio en las hábitos de muchas personas. Lo mismo ocurrirá con el consumo privado.
En Cataluña los muertos en residencias no se computan en las cifras remitidas al ministerio que sólo contemplan las muertes en hospitales
Con todo si que podemos extraer una conclusión. Ya sabemos, por la experiencia de otros países, que la lucha contra la pandemia es más eficaz sanitariamente con la multiplicación de test, el aislamiento y seguimiento de positivos y de los más vulnerables, es decir los más mayores. También económicamente es menos costosa esta actuación selectiva que el confinamiento total, al que hemos llegado por no actuar a su debido tiempo. Pero ahora que ya se empieza a tener los medios, test , protección , hidroxicloriquina, apps, es evidente que debe volverse progresivamente a la normalidad productiva. Y es falso el dilema moral entre salud o economía. Ambas están entrelazadas. La autentica disyuntiva es entre buen o mal gobierno. Y otra certeza, que se llamen como se llamen, van a ser necesarios amplios acuerdos políticos para afrontar la situación de la mejor manera posible.