Ante las próximas elecciones catalanas, todavía sin fecha cierta, las apuestas apuntan a otoño, el mapa político catalán esta en plena ebullición. Uno de los espacios por definir es el que se ha denominado catalanismo centrista, moderado. Incluso diversas encuestas lo han cuantificado en unos 300.000 votos ‘huérfanos’ que podrían ampliarse en función de la fuerza de la oferta y el planteamiento más o menos radical de JxCat y el rumbo que finalmente adopte Ciudadanos. Al menos tres grupos políticos reivindican ese espacio: Lliga Democrática y Lliures que celebrarán su congreso fundacional a finales de marzo, Units per Avançar, hasta ahora integrado en las listas socialistas, y el grupo de Poblet (El Pais de demà). A día de hoy, la unidad de estas tres fuerzas parece difícil, además de por los típicos personalismos, por una diferencia estratégica sin duda importante: el soberanismo, entendido como la reivindicación activa de un referéndum de autodeterminación. Mientras el grupo de Poblet se reivindica soberanista y pide el referéndum, los de La LLiga –Lliures, han declarado que no lo incluyen en su programa, y si se celebra legalmente, votarían no, aunque lógicamente aceptarían su resultado.
Es evidente que la presentación de dos listas diferentes para ocupar este espacio sería letal para sus aspiraciones. Y no parece insalvable la diferencia acerca del referéndum, si lo consideramos una demanda a medio plazo, que no debería interferir en un programa electoral a corto plazo, para la próxima legislatura. No se trata de hacer una sola fuerza política, sin duda imposible con estas diferencias estratégicas, pero si una coalición que pueda atemperar la política en Cataluña, favorecer el dialogo en la sociedad catalana y abordar la gestión concreta de la multitud de problemas que la atención exclusiva al procés han dejado absolutamente desatendidos. El papel de pegamento entre La LLiga –Lliures, que ha reivindicado la unidad y El Pais de demà, que es reacio a pactar con quien no se declara soberanistas, de Units per Avançar, que se reúne este fin de semana, puede ser determinante.
A día de hoy, la unidad de estas tres fuerzas parece difícil, además de por los típicos personalismos, por una diferencia estratégica sin duda importante: el soberanismo
Cataluña necesita resetearse, un gobierno que aparque la confrontación y fomente el diálogo interno. Unos cuantos diputados del catalanismo centrista, procedentes de votantes de JxCat cansados de la esterilidad del procés, y/o de votantes de centro-derecha que optaron por los socialistas como mal menor, y/o votantes circunstanciales de Ciudadanos el 21D, pueden ser decisivos para formar el próximo gobierno de la Generalitat. Este debería ser el objetivo de quienes reivindican ese espacio. Y para que tengan alguna opción la unidad parece un requisito indispensable, aunque a día de hoy parezca difícil. Todavía queda tiempo.
Si a esta oferta electoral potencial, se añadiese una candidatura transversal y moderada que englobara a PP, Ciudadanos y partidos o personas de la izquierda alejada del nacionalismo, lo que hoy parece un sueño imposible de lograr, cerrar la etapa del procés con un gobierno no frentista enfocado a la gestión y a la reconciliación, sería una ilusionante posibilidad.