Rafael Arenas (Vegarrozadas, 1967) es catedrático en derecho internacional privado y vicepresidente de la entidad constitucionalista Impulso Ciudadano. Además, es autor del blog El Jardín de las hipótesis inconclusas, en el que desmenuza con paciencia desde hace una década todos los pliegues del problema catalán. En esta conversación con El Liberal, Arenas sostiene que lo más importante que ocurre hoy en España es el “déficit democrático que vive Cataluña a causa del nacionalismo”.
Es vicepresidente de Impulso Ciudadano, una asociación que promueve el pluralismo político y lingüístico en España. ¿Esta éste en peligro?
Sí que lo está. En Cataluña es evidente que hay una política de exclusión del español en la escuela, en las administraciones y en la vida pública en general. Esta exclusión es un elemento central en las políticas nacionalistas. Nosotros nos oponemos a este proyecto de ingeniería social que nos perjudica colectivamente y no respeta los derechos individuales de los hablantes del castellano, además de perjudicar a quienes tendrían la oportunidad de desenvolverse en una sociedad plurilingüe y son condenados de facto al monolingüismo.
La entidad creó el verano pasado un Observatorio de Violencia política que reveló que el 90% de las víctimas eran constitucionalistas y el 10% nacionalistas. ¿Cómo se explica ese desequilibrio?
Pues porque no todos somos igual de violentos. Los datos se dan de bruces con la cómoda equidistancia. Aquí hay unos que golpean y otros que son golpeados, unos que insultan y otros que son insultados, unos que oprimen y otros que son oprimidos. Ya sé que esto resulta incómodo para quienes buscan estar siempre en el medio, pero es así. Evidentemente, también hay ataques a nacionalistas que han de ser condenados con contundencia; pero lo que es innegable es que la violencia que sufrimos los constitucionalistas es mayor.
Existe una tolerancia institucional hacia la violencia que ejercen los nacionalistas
Hay que tener en cuenta, además, que existe una tolerancia institucional hacia la violencia que ejercen los nacionalistas. Cuando una carpa constitucionalista es atacada muchos se ponen de perfil, la policía no actúa y hay quien incluso plantea que quienes colocan esa carpa “provocan”. Afortunadamente, cuando el ataque es a nacionalistas este ponerse de perfil no se da. La condena es unánime y contundente —piénsese en el caso del ataque en la librería Blanquerna de Madrid—. Esta contundencia en la respuesta de la sociedad es útil para frenar la violencia, pero solo se da en una dirección.
Recientemente, la entidad se ha mostrado muy crítica con la reunión entre Sánchez y Torra, calificándola de “anomalía democrática”. ¿Cuál es la razón?
Son varias. La reunión se enmarca en un acuerdo entre el PSOE y ERC que otorga a la Generalitat un papel que no es el que le constitucionalmente le corresponde. La Generalitat no tiene legitimidad, por ejemplo, para negociar con el Gobierno la integridad territorial del Estado. Y Sánchez reconoció en la rueda de prensa posterior al encuentro que este es uno de los temas sobre los que se hablará.
Más allá de esto, supone dar legitimidad a una persona, el Sr. Torra, que ha mostrado de forma explícita que no acata ni acatará ni las decisiones de los tribunales. Ya no es diputado y resulta dudoso que siga siendo presidente de la Generalitat. No puede premiarse a una persona que está atacando frontalmente el marco de convivencia constitucional con una reunión al máximo nivel con el presidente del Gobierno.
La única salida para Cataluña es el diálogo, pero entre catalanes
Finalmente, en Cataluña hay un evidente problema de déficits democráticos como consecuencia de la actuación de las administraciones controladas por los nacionalistas. ¿Cómo es posible que se monte una mesa de diálogo sobre el futuro político de Cataluña y se excluya de esa mesa este tema? Obviarlo supone silenciar a los catalanes que se oponen al nacionalismo.
Sin embargo, Pablo Iglesias alega que los “los independentistas están mejor negociando en una mesa que en la cárcel".
Defiendo que la única salida para la situación que tenemos es el diálogo, pero el diálogo entre catalanes. Nacionalistas y constitucionalistas tenemos que sentarnos, hablar y escucharnos, y buscar soluciones para la crisis de convivencia que vivimos. Pero el diálogo que necesitamos es un diálogo entre catalanes, no entre la Generalitat y el Gobierno de España. En este diálogo han de participar todos, incluidos, si se cree conveniente, quienes están en la cárcel; pero esto no ha de cambiar su situación procesal consecuencia de los delitos cometidos. Quien ha cometido un delito ha de cumplir su pena; lo que no excluye que pueda dar su opinión, que será considerada en lo que valga.
Pese a que medios como The Economist ha vuelto a confirmar a España como a una de las 20 “democracias plenas” del mundo, el separatismo catalán sigue poniendo en tela de juicio que España sea una verdadera democracia. ¿Cómo luchar contra esa percepción?
Bueno, España en su conjunto es una auténtica democracia; lo que no excluye que en Cataluña tengamos un serio problema de déficits democráticos que, si se tuviera en cuenta, probablemente nos sacaría de esa privilegiada lista de democracias plenas.
Por otro lado, los nacionalistas han desarrollado durante décadas una exitosa campaña de propaganda internacional. Se presentan como una parte débil y oprimida y en esas circunstancias no es fácil que transcienda la gravedad de sus acciones en contra de derechos fundamentales. Hay, finalmente, un profundo desconocimiento de la realidad catalana. Me he encontrado con expertos anglosajones que sin ser capaces de leer ni catalán ni español se atreven a opinar sobre lo que aquí sucede, desconociendo, por ejemplo, que la mayoría de los catalanes tenemos como lengua materna el español e ignorando también que la escuela es casi exclusivamente en catalán. Cuando les explicas estas cosas se sorprenden.
En el extranjero se sorprenden al enterarse de que la escuela en Cataluña es casi exclusivamente en catalán
El diario francés Liberation, una cabecera progresista, ha publicado un extenso reportaje denunciando la exclusión del castellano en las escuelas catalanas. ¿Por qué es tan difícil encontrar un texto semejante en la prensa de izquierda española?
Tradicionalmente la izquierda española ha asumido el relato nacionalista. Durante décadas, los nacionalistas han sido un apoyo para la izquierda —también para la derecha en ocasiones— y en el caso de Cataluña no hay que perder de vista que durante siete años la izquierda y los nacionalistas gobernaron juntos —los tripartitos—. En esos siete años los socialistas asumieron plenamente las políticas nacionalistas y supongo que ahora les costaría reconocer que aquello era un error. Es más sencillo —para ellos— negar la evidencia y mantener que lo que hacían estaba bien hecho. Asumir ahora que la inmersión es injusta supondría tener que reconocer una culpa que, me parece rechazan.
Un documental reciente, Ferida oberta, ahonda en la fractura social originada en Cataluña a raíz del ‘procés’. ¿Por qué el separatismo sigue negando que tal fractura exista?
Supongo que es porque asumirlo sería dar legitimidad y visibilidad a los catalanes no nacionalistas, cuando su planteamiento es que los catalanes, todos ellos, piensan de una sola manera, la manera nacionalista. Los que no compartimos esos planteamientos nacionalistas no somos para ellos relevantes. O bien somos colonos o traidores y, en el fondo, no nos consideran una parte legítima de Cataluña. Hay muchos ejemplos de ello. Desde aquel discurso de Forcadell hace años en que negaba que PP y Cs fueran parte del pueblo catalán hasta la reciente entrevista a Junqueras en las que es evidente que obvia toda valoración de Cs o del PP, limitando sus críticas a los socialistas, a quienes sí consideran parte del pueblo catalán.
Asumir la fractura social sería, además, letal para la imagen exterior del proceso. Si el conflicto en Cataluña es un conflicto interno ya no es un conflicto entre Cataluña y España, en el que los nacionalistas pueden asumir la posición de parte débil.
Los nacionalistas no consideran a los constitucionalistas una parte legítima de Cataluña
Ha señalado que el debate en las próximas elecciones catalanas debería girar en torno a derechos fundamentales y principios democráticos. ¿Por qué?
Es lo más importante. De todo lo que está pasando ahora mismo, no solamente en Cataluña sino en el conjunto de España, lo más transcendente es la relativización de los derechos fundamentales y de los principios democráticos que sufrimos como consecuencia del nacionalismo.
Para un observador atento debería ser evidente que estamos mutando de un sistema democrático a un régimen en el que se tolera la coacción en la calle, ante la pasividad de la policía, con el fin de limitar la acción de los rivales políticos. Las instituciones no obedecen la ley ni acatan las sentencias de los tribunales y los derechos son limitados por el poder público. Todo esto es muy grave, y resulta peligroso que no se ponga el acento en ello.
¿Y cómo valora que Ciudadanos y Partido Popular se estén planteando una coalición electoral?
Mi opinión personal es que una coalición electoral entre Cs y PP restará en vez de sumar. Otra cosa sería superar el planteamiento de coalición y organizar una auténtica respuesta transversal en la que partidos y sociedad civil se colocaran detrás de un programa que tuviera como principal punto la devolución de la normalidad a Cataluña y a sus instituciones. Pero algo así debería superar a los partidos. Si se queda en un negociado de puestos en listas electorales, al final la suma de ambos será inferior a lo que obtendrían yendo por separado.
Una coalición electoral entre Cs y PP restará en vez de sumar
Mientras que el analista Fran Jurado ha defendido que nunca ha habido tanta necesidad de un centro izquierda no nacionalista como ahora, el ensayista Juan Claudio de Ramón piensa que un partido nuevo de estas características acabaría siendo ubicado en la “derecha”. ¿Quién tiene razón?
Los dos. Es necesario un partido que se sitúe a la izquierda en cuestiones sociales y económicas y que no sea nacionalista. Pero, a la vez, debe asumir que la autoproclamada izquierda (PSOE, Podemos, comunes, Bildu…) lo tildarán ya no de derecha, sino de extrema derecha en función de cuáles sean sus propuestas sobre el modelo territorial.
Creo que hay que dejar de preocuparse por lo que digan estos partidos que pretenden monopolizar la etiqueta de izquierda aliándose con los herederos del carlismo y hacer propuestas claras sin esperar su aprobación o la de los grupos mediáticos a ellos asociados. Al final, tienes que tener convicción en tus planteamientos e intentar convencer a la sociedad, no amoldarte a lo que otros esperan de ti.