Sin duda, el más avanzado es el brasileño. El denominado tren bala, proyectado para unir las localidades de Rio de Janeiro y Campinas a lo largo de más de 500 kilómetros de recorrido, ha llegado a ser licitado, aunque actualmente el proceso se encuentra detenido. Valorado inicialmente en más de 30.000 millones de dólares, el tren bala se ha topado con numerosas dificultades, especialmente relacionadas con los problemas de financiación de los consorcios aspirantes.
A finales del pasado año finalizaba el periodo para presentar ofertas definitivas para hacerse con el contrato pero tan sólo un grupo de empresas coreano llegó a poner encima de la mesa una propuesta. Ante tal situación y la insistencia de otros aspirantes para tener algo más de tiempo, las autoridades brasileñas prolongaron los plazos hasta el mes de abril de este año.
Entre los interesados en este proceso se encuentra el fabricante español Talgo, que desplazó a algunos de sus ejecutivos a Brasil a comienzos del ejercicio para trasladar al Gobierno encabezado por Dilma Rouseff su intención de conformar un consorcio y realizar una oferta por el proceso.
Sin embargo, llegado el fin del segundo plazo para la presentación de las ofertas, las autoridades locales se encontraron con que la licitación había quedado desierta: ninguno de los interesados había sido capaz de cerrar las propuestas.
Paralelamente, los estudios encargados por el Gobierno a diversas consultoras, entre ellas KPMG, apuntaban al hecho de que las previsiones de tráfico de pasajeros habían cambiado de forma notable desde la elaboración de los pliegos de condiciones debido a la crisis por lo que el precio de la licitación resultaba notablemente abultado (los estudios hablaban de un exceso calculado hasta de un 40%).
El asunto llegó incluso al Ministerio de Justicia, que decidió dar por suspendido el proceso para dar tiempo a realizar un ajuste del precio y las condiciones, además de reforzar la Administración local con un nuevo departamento especial para gestionar la alta velocidad ferroviaria.
Por el momento, el proyecto se encuentra en esta fase de espera, que se espera se resuelva pronto para que la línea esté lista al menos para la celebración de los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro, en 2016.
El segundo foco de oportunidad se encuentra en Reino Unido. Paradójicamente, el país donde nació el ferrocarril no es precisamente un defensor a ultranza de la alta velocidad. Actualmente, tan sólo existe una línea, que une St.Pancras (cerca de Londres) con el túnel del Canal de la Mancha (en las proximidades de la localidad de Brighton).
Las autoridades británicas están en pleno diseño de lo que será la segunda línea, que unirá en una primera fase Londres con Birmingham, aunque están topando con la resistencia de los grupos ecologistas, muy respetados y con notable influencia en Reino Unido. Actualmente, el Gobierno trata de diseñar un proyecto que deje contentos a todos, lo que ha enfriado un tanto el interés de las compañías.
No obstante, empresas como Ferrovial ya ha puesto su punto de mira en este proceso y contempla con expectación sus avances. Reino Unido es uno de los principales mercados internacionales de la compañía controlada por la familia Del Pino, presente en diversas áreas de construcción y concesiones, entre ellas, las ferroviarias, con participación en el proyecto Crossrail y diversos trabajos de mantenimiento a través de su filial Amey (con el añadido de que se trata del principal accionista del operador de aeropuertos BAA).
El tercero en discordia, EEUU, es ya un caso conocido por las numerosas visitas de las autoridades norteamericanas a España para fijarse en el modelo hispano, que consideran como ejemplo a seguir. Por el momento, firmas de ingeniería como Prointec han participado en diversos proyectos en la fase de project management y se espera el pistoletazo de salida de las licitaciones.
En este sentido, los planes de infraestructuras que pondrá en marcha la Administración Obama para generar nuevos puestos de trabajo en el sector de la construcción podrían acelerar estos procesos. Hace tiempo que las grandes constructoras españolas están presentes en EEUU (bien mediante oficinas de representación, bien a través de adquisiciones de pequeñas empresas locales) y su situación es ideal para aspirar a las licitaciones que se pongan en marcha.