Cuenta estos días con cierta guasa el portavoz económico del PP, Cristóbal Montoro, que la cautela de Mariano Rajoy a la hora de dar pistas sobre sus futuros ministros está plenamente justificada. Y adereza este juicio con una anécdota personal que vivió en 2000, cuando José María Aznar le encomendó la cartera de Hacienda.
Estaba Montoro asistiendo como espectador al debate de investidura de Aznar cuando se le acercó el hoy alcalde de Tres Cantos, José Folgado, para comentarle que le acababan de ofrecer la secretaría de Estado de Economía, cargo que en aquel momento ocupaba el propio Montoro. Tardó unos minutos en reaccionar y cuando se rehízo aceptó la invitación de dos diputados para ir a almorzar a un restaurante japonés situado en los aledaños del Congreso. A los diez minutos de dar buena cuenta del sushi, recibió una llamada de Moncloa para que acudiera a las cinco a ver al presidente. Llegó con un cuarto de hora de antelación y poco después recibía el encargo de la cartera de Hacienda. Así fue como se enteró de que iba a pasar a formar parte por primera vez del Consejo de Ministros.
A Montoro, que tiene todas las papeletas para convertirse en el nuevo vicepresidente económico, le sirvió esta experiencia para concluir que la formación de un Gobierno es un puzzle complicado que no se debe presentar a la opinión pública hasta que no estén encajadas todas las piezas. De ahí que respalde la decisión de Rajoy de no anunciar su próximo equipo hasta no haber agotado todos los trámites que prevé la Constitución. Toca esperar, pues, hasta el próximo martes, 20, sabiendo esta vez también que la mayoría de las quinielas que salgan hasta entonces serán pura especulación.