La escena que mejor describe el drama que se vive en las filas socialistas se dio en la madrugada del domingo, cuando Rubalcaba y su equipo estaban negociando la composición de la nueva ejecutiva federal y le ofrecieron la presidencia del PSOE a José Antonio Griñán. El presidente andaluz rechazó con firmeza el ofrecimiento y alegó que en los prolegómenos del 38º Congreso había habido mucha guerra sucia, demasiadas artimañas para asfixiar la candidatura de Carmen Chacón, a la que él apoyaba y, además, que no se le ofrecía presidir una ejecutiva de integración, sino de aplastamiento del 48% del partido: ninguna secretaría de área de la nueva dirección ha quedado en manos de los perdedores, y eso que a Chacón le apoyó el sector mayoritario de las federaciones más importantes: Andalucía, Madrid y Cataluña.
Rubalcaba se empleó entonces a fondo para convencerle de que si no aceptaba el encargo, aunque fuera a regañadientes, se dispararía la imagen de que ha sido, después de la candidata catalana, el principal perdedor del Congreso. La tensión tuvo tantos decibelios que tuvieron que mediar dos viejos dinosaurios: Felipe González y Alfoso Guerra. “Hubo palabras muy duras”, aseguran testigos presenciales del duelo.
Ayer, en Sevilla, los delegados que han participado en la elección del nuevo secretario general leyeron con preocupación la prensa regional. En sus titulares se destacaba la apuesta fracasada de Griñán, casi más que la victoria de Rubalcaba. Y todos saben que Andalucía es el último gran flotador del PSOE, la comunidad donde todas las encuestas dan como ganador al PP en las elecciones del próximo 25 de marzo y donde los socialistas se juegan militar en un partido sin tierra.
Griñán piensa que con Chacón hubiera tenido más posibilidades de derrotar a Javier Arenas que con Rubalcaba en la sala de máquinas de Ferraz. Todas estas semanas, el presidente andaluz no ha ocultado a sus colaboradores que le espeluznaba hacer la campaña electoral y verse acompañado en los mítines por alguien que acaba de perder más de cuatro millones de votos y ha conducido al PSOE al mayor pozo electoral de su historia reciente. Pero su apuesta por Chacón, por una compañía más joven y fresca, ha resultado fallida y ahora se ve obligado a recomponer sus planes, a sabiendas de que todos los andaluces son conscientes de que apostó por caballo perdedor.
Fuentes socialistas de toda solvencia describen que lo más duro de la madrugada del domingo no fue parar los pies a Chacón, que reclamaba para sí la mitad de la nueva ejecutiva federal –“Quiero mi 48%”-sino convencer a Griñán de que urgía dar una imagen de unidad y, por tanto, debía aceptar la presidencia del partido. Manuel Chaves no puso objeción alguna y Felipe González había rechazado el ofrecimiento de Rubalcaba. Por tanto, el puesto estaba libre y no era nada fácil cubrirlo. Al final, la mediación de González y Guerra resultó decisiva para que el presidente andaluz hiciera de tripas corazón: ocupará, al menos provisionalmente, una presidencia simbólica y tendrá a Rubalcaba mitineando en breve por las principales provincias andaluzas.
Salvar Andalucía es una prioridad para Griñán, pero resulta casi imprescindible para que Rubalcaba no vea lesionado su nuevo liderazgo desde el minuto cero. Este es, al menos, el análisis que se hace en la nueva ejecutiva federal y también entre los delegados que este fin de semana han decidido el destino inmediato del PSOE en Sevilla.
Con posterioridad a las elecciones andaluzas, el guión establecido por Rubalcaba pasa por renovar la dirección del Grupo Parlamentario, de donde José Antonio Alonso será despedido como portavoz –“hay que mandar nuevas señales” –, y por preparar la conferencia de organización prometida para el verano, donde el nuevo secretario general pretende llegar fortalecido tras la “limpieza étnica” que pronto empezará a ejecutarse en los aparatos regionales y provinciales que se vendieron a los ejércitos de Chacón. La madre de todas las batallas se librará en Madrid, donde Tomás Gómez hace tiempo que ha sido declarada persona non grata por quienes ahora mandan de verdad en el cuartel general del PSOE.