Entre esta huelga (29 de marzo) y la anterior (29 de septiembre de 2010) habrá pasado un año y medio exacto. Aunque nunca la tildaron de fracaso, tanto CCOO como UGT pretenden que esta convocatoria rebase con creces la del 29-S. Juegan con desventaja temporal -20 días para prepararla esta vez, frente a casi tres meses en 2010- pero con ventaja emocional : la longevidad de la crisis ha crispado mucho los ánimos; además, ahora parece que funciona la sintonía centrales-PSOE, con los socialistas en la oposición.
Pese a esta ventaja emocional, los sindicatos no van a convocar un acto similar al que se produjo el pasado 9 de septiembre, 20 días antes del paro general, en el Palacio de Congresos de Vistalegre (Carabanchel, Madrid). Aquel evento fue a todas luces un auténtico éxito a pesar del desenlace de la huelga: unas bases enardecidas coreando a los líderes, un lleno absoluto.
¿Por qué no lo harán? Según la versión oficial, “no hay tiempo ni medios. La gente no se imagina lo que cuesta organizar un acto de semejantes proporciones. No solo tiene un coste material, sino económico: sale muy caro”.
Pero también pulula otra versión, menos escuchada en lo alto de la pirámide sindical que entre los cuadros medios. Los periodistas pudieron comprobar aquel 9 de septiembre de 2010 como lo que empezaba con gritos de “huelga-huelga” se acabó transformando en un “¡Za-pa-tero-di-mi-sión!
¿Iban a estropear los delegados un idilio tan bonito con el socialismo, ahora que parecía prosperar?