El nuevo equipo de Génova, al que llaman 'el nuevo PP', no logra hacerse con el control del partido. Tarea ardua después de un castigo severo en los comicios autonómicos. La estrategia de Rajoy era no mover ficha en la estructura regional de la formación hasta después del congreso nacional que seguirá a las generales.
El Partido Popular se descose, se descoyunta, vive una etapa de fuertes tensiones internas, especialmente en algunas demarcaciones en las que el batacazo aún se escucha. Bauzá ha tenido que salir por piernas y dejar la presidencia del PP balear a la vista de la sublevación de sus lugartenientes. Tras el revés del 24-M, el entonces presidente balear anunció que pretendía dejar la presidencia en un congreso extraordinario. Lo mismo pretendía Alberto Fabra en Valencia, otro perdedor. Y Esperanza Aguirre en Madrid. Y Luisa Fernanda Rudi en Aragón. Génova frenó en seco este largo rosario de congresos extraordinarios para no transmitir la imagen de un partido en ebullición y en desbandada.
La agitación prosigue su rumbo
La situación no se ha calmado. Los nuevos dirigentes de Génova, con Jorge Moragas al frente, preparan a toda prisa la campaña de las municipales y la incorporación de nuevos métodos y sistema de funcionamiento del partido, como la partición de las bases, las primarias, un militante un voto y otras novedades bien recibidas por los seguidores. Javier Arenas es el encargado de mantener el orden en las alteradas filas. No siempre lo consigue. No puede decirse que se respire ahora en el PP un clima de bonanza. Hay temor, casi pánico, a lo que vaya a ocurrir tras las elecciones generales y la gente busca su sitio.
Rajoy no quería ni baile de nombres ni salidas de urgencia. No ha podido ser. En Baleares se ha empujado a Bauzá a que salga raudo por la puerta rumbo al Senado y se olvide de su cargo presidencial. Así lo ha hecho, y ha cedido su puesto, de forma interina, a Miquel Vidal. Las aguas, lejos de calmarse, siguen revueltas, y cada vez más enfurecidas. Familias políticas enfrentadas y nadie que controle firmemente el timón.
Las prisas por liquidar cuanto antes a los barones derrotados e impulsar relevos pretenden evitar que se extienda la mancha de la inestabilidad
Algo similar está ocurriendo en la Comunidad Valencia, con Fabra rumbo a su escaño senatorial pero con la idea de controlar la designación del portavoz del grupo parlamentario y su sucesión en la presidencia. Pretendía permanecer en la cúpula de la formación hasta el año que viene pero Rajoy ha dado el visto bueno para que se precipite su salida a la vista de la enorme inestabilidad interna. También en esta zona hay puñaladas intestinas para ponerse al frente de la organización. María José Catalá e Isabel Boning, ambas exconsejeras, son los nombres más recurrentes en las quinielas. En la antigua Génova, Boning tenía las de ganar. Ahora todo es distinto.
Las prisas por liquidar cuanto antes a los barones derrotados e impulsar relevos interinos pretenden evitar que se extienda la mancha de la inestabilidad. Hay síntomas evidentes tanto en Extremadura, con un Monago aún con el rictus de perdedor e incluso en Asturias. En Castilla la Mancha, sin embargo, Dolores Cospedal controla las terminales de su formación y dirigirá ella su sucesión, que culminará el año que viene.
En Cataluña tampoco las aguas bajan tranquilas. Alicia Sánchez-Camacho será designada candidata a las autonómicas este fin de semana. Rajoy la aprecia y ha atendido las sugerencias de su valedor, el propio Moragas. Pero también su futuro tiene las alas muy cortas. Sin duda habrá relevos en el PP catalán a principios del año próximo puesto que nadie confía en un resultado notable el 27-S.