La comparecencia como testigos de Emilio Botín, Isidro Fainé y Francisco González ha alterado durante gran parte de la mañana de este viernes la tranquilidad de la calle Prim, donde se encuentra la sede de la Audiencia Nacional. Los tres banqueros tuvieron que escuchar tanto a la entrada como a la salida el griterío de cerca de un centenar de afectados por las preferentes que reclamaban la devolución del dinero invertido. "Que los saquen en furgón, que los lleven a prisión", vociferaba una mujer de avanzada edad ayudada por un megáfono. Junto a ella, un grupo se decantaba por eslóganes más expeditivos: "Las acciones, que se las metan en los cojones".
Enfrente, un amplio despliegue policial que incluía tres furgonetas de antidisturbios, impedía a los manifestantes acercarse al objeto de sus iras e, incluso, a los periodistas hacer buena parte de su trabajo. También se podía ver a varios agentes de paisano intentar confundirse entre los asistentes, aunque su juventud -la mayoría de los que protagonizaban la protesta eran jubilados- y los bolsos que llevaban para ocultar la pistola reglamentaria les delataba desde lejos.
Un incremento de las medidas de seguridad que se percibía también en el interior de la sede de la Audiencia Nacional, donde los responsables de seguridad limitaban, aún más de lo habitual, los movimientos de los periodistas. Los tres banqueros contaron además con un trato privilegiado mientras estuvieron dentro del edificio. En contra de lo habitual, en que los testigos permanecen en un hall a la vista de los periodistas a la espera de ser llamados por el juez, en este caso los tres banqueros, testigos también al fin y al cabo, fueron llevados a un despacho de la zona restringida del edificio mientras esperaban empezar su declaración. Algo que, un madrugador Botín -llegó al edificio poco antes de las nueve de la mañana, una hora antes de la cita- tuvo que hacer largo rato.
No fue el único privilegio que disfrutaron. Fuera, los flamantes vehículos en los que llegaron a la Audiencia Nacional pudieron aparcar sin ser molestados por la Policía Municipal en pleno Paseo de la Castellana, a escasos cien metros de la entrada del órgano judicial. Cuando los banqueros iban a salir, todo se movilizaba para que pudieran ser recogidos por los automóviles lo más rápidamente posible a la misma puerta de la Audiencia Nacional y que así su exposición a los gritos de los manifestantes fueran el mínimo posible. Luego, rápidamente, partían. Atrás quedaban los preferentistas, los policías y sus privilegios.