España

La cadena humana de la Diada se queda en una participación del 50% de lo que planeaba Artur Mas

En Barcelona, 400.000 personas, 200.000 menos que hace un año en luna Diada que fue realmente un movimiento anti recortes'. La Cataluña interior respondió menos de lo esperado, con un elevado número de niños o jóvenes ebrios de ardor patrio. Artur Mas tenía establecido un objetivo de 1.600.000 participantes. La cosa quedó en el 50%. 

El ímpetu independentista del nacionalismo catalán sigue su curso pero si se analizan bien las cifras de la movilización soberanista registrada ayer, el Govern se verá obligado a negociar con Mariano Rajoy en unas condiciones de inferioridad que nada tienen que ver con las que han guiado a Artur Mas desde la celebración de la Diada del año pasado. Los convocantes esperaban que participaran 1,6 millones de personas, cuando los cálculos recogidos anoche no sobrepasaban las 800.000.

Probablemente no lo reconocerá, pero para Artur Mas y para los convocantes de la cadena humana con que se decoró ayer la Diada, implica un sonoro fracaso haber reunido solo a la mitad de los manifestantes con los que esperaban contar. El año pasado, el 11 de septiembre trajo un antes y un después para Cataluña después de que se echaran a la calle 600.000 personas solo en la ciudad de Barcelona, en parte movilizadas por la bandera independentista pero también por los recortes a los que había abocado la crisis económica. Sin embargo, ayer en Barcelona no se concentraron más de 400.000 personas, a las que se sumaron otras tantas en el resto de Cataluña, principalmente en las zonas rurales de Gerona y Tarragona, donde se aglutina el mayor ardor separatista. A los convocantes les venía bien mostrar el ánimo popular en la Cataluña interior, pues es donde se respira la mayor contestación al Gobierno central y donde se alberga también con mayor fuerza el sueño soberanista. En cualquier caso, contando también con la participación de los niños y los jóvenes menores de 15 años, no se llegó ni por asomo a esa cifra mágica de 1,6 millones de participantes con los que contaba por anticipado la Asamblea Nacional Catalana, principal organización convocante.

Los convocantes solo movilizaron a la mitad de los participantes previstos, gracias a su trabajo en las zonas rurales de Cataluña donde más anida el separatismo

A partir de estos datos, ahora le toca a CiU, sobre todo, gestionar de nuevo el balance de esta segunda Diada independentista, teniendo en cuenta que la digestión que hizo de ella el año pasado ha introducido al nacionalismo catalán en una dinámica electoral perversa, pues es, sobre todo, Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), la que está rentabilizando la mecha separatista, según se constata en las últimas encuestas.

Los nacionalistas catalanes tienen mucho que perder si vuelven a hacer una lectura equivocada de esta Diada. Su accidentado periplo después de la celebración del año pasado se topó de bruces poco después con un severísimo revés en las urnas. De hecho, sólo el 30% de los votantes avaló la aventura soberanista de CiU, obligando a Artur Mas a morder el polvo y a regresar en condiciones mucho más precarias a la casilla de salida, desde la que ha tenido que gestionar en una posición mucho más frágil una nueva legislatura de recortes en la que actúa arrastras de los republicanos.

La situación, si cabe, es más compleja para el nacionalismo catalán que hace un año, pues tiene pendiente de negociar con Mariano Rajoy una salida a su pulsión soberanista en la que Artur Mas debe optar entre seguir un camino parecido al que condujo al fracaso a Juan José Ibarretxe en el País Vasco o, por el contrario, recular en sus objetivos poniendo en riesgo la estabilidad de un Gabinete sostenido, hasta ahora, por la voluntad de Esquerra Republicana.

Cabe esperar una lectura de la Diada más coherente de la que hizo CiU en la celebración del año pasado, a la vista de que ayer no se cumplieron sus expectativas

Si algo quiere evitar Artur Mas en estos momentos es una nueva convocatoria electoral a sabiendas de que podría perder su hegemonía y regalársela a Oriol Junqueras (ERC), dando paso a una fórmula de Gobierno desconocida en Cataluña sembrada de incertidumbres y, en parte, desconectada de la calle teniendo en cuenta la limitada demostración de fuerza que se vivió ayer en la Diada, protagonizada por aquellos que exigen un referéndum soberanista para el año que viene como muy tarde.

El presidente de la Generalitat se mostró prudente antes de conocer el resultado de la Diada, enfatizando solamente la necesidad de negociar con Rajoy para hacer posible una consulta legal que, a todas luces, el Gobierno no se propone facilitar. Habrá que esperar a las próximas horas para conocer por donde respira.

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