España

Duran blinda su pasaporte diplomático mientras se pone de perfil ante la cruzada independentista

El actual reglamento del Congreso no permite la recusación de un presidente de Comisión. Josep Antoni Durán i Lleida lo es de la de Exteriores, que le da derecho al pasaporte diplomático del Reino de España, por lo que solo podría ser apeado de ella por voluntad propia o por fallecimiento.

A la mayoría de los grupos parlamentarios les parece estrambótico tener al frente de la comisión de Exteriores del Congreso a alguien que apoya la independencia de Cataluña. Es verdad, aseguran, en el PP y en el PSOE, que Josep Antoni Durán i Lleida se ha puesto de perfil frente a la aventura soberanista de Artur Mas, evitando cualquier protagonismo en ella, aunque cuando se le han apretado las tuercas en esta campaña electoral no ha tenido más remedio que apoyar al presidente de la Generalitat. Eso, en público, porque en privado Durán considera que el líder de Convergencia no sabe muy bien hacia donde va ni tampoco cómo gestionar una hipotética mayoría absoluta después de las elecciones del 25 de noviembre.

Durán reconoce en privado que Artur Mas no sabe muy bien dónde se dirige ni tampoco cómo gestionar una hipotética mayoría absoluta después del 25-N

El caso es que Durán permanece asfixiado desde la Diada del 11 de septiembre, situado entre la espada y la pared, confiando en que después del 25-N Artur Mas retorne a la racionalidad y dilate los plazos que se ha dado para trazar su plan secesionista: 2014 para convocar el referéndum por la independencia y 2020 para formalizar el status de Cataluña como Estado propio.

Ningún grupo parlamentario se ha atrevido de momento a cuestionar la continuidad de Durán como presidente de la Comisión de Exteriores del Congreso, cargo que implica la tenencia del pasaporte diplomático del Reino de España. Con este salvoconducto mantiene contactos de alto nivel con otros Estados y reuniones habituales con los principales embajadores destacados en España. Como presidente de la Comisión cobra algo más de 6.000 euros mensuales ya que no es diputado por Madrid, pero su grupo le abona aparte sus confortables estancias en la capital entre semana. Habitualmente viene los martes y se marcha los jueves. Hace años se instalaba en una amplia suite del Palace y luego se cambió al Urban, situado también en plena Carrera de San Jerónimo, de arquitectura vanguardista y de estilo Decó, un establecimiento de cinco estrellas reservado para los sibaritas del lujo que huyen de lo convencional.

Con el pasaporte diplomático, el líder de Unió representa al poder legislativo del Reino de España ante el resto de los países y embajadores acreditados en Madrid

Durán no ha tenido hasta ahora mayores problemas para compatibilizar la fiebre independentista de CiU con su desempeño en la presidencia de la Comisión de Exteriores. Su relación con el ministro José Manuel García Margallo es magnífica y otros miembros del Gobierno le han dicho en persona que no se inquiete, que se esté quieto. La única alerta discordante la recibió hace dos semanas de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, quien se limitó públicamente a enfatizar la contradicción que supone permanecer al frente de la Comisión de Exteriores, con lo que ello significa de representación institucional del poder legislativo del Reino de España, y participar al mismo tiempo, aunque sea de perfil, en las manifestaciones a favor de la independencia que convoca la Generalitat.

“De momento, quédate quieto”, le han dicho desde el Gobierno. Pero su futuro inmediato puede volverse mucho más incómodo y menos sostenible después del 25-N si Mas no rebaja sus humos independentistas y embarca también en su aventura, con todas las consecuencias, a Unió Democrática. ¿Qué haría entonces Durán?, se preguntan en el PP y en el PSOE. Pues el reglamento del Congreso solo ofrece salidas muy estrechas. En ninguno de sus artículos prevé la reprobación o la recusación de un presidente de Comisión, ni tampoco de los miembros de su mesa. Eso quiere decir que Durán, elegido para este cargo por votación unánime de los diputados que forman parte de la Comisión de Exteriores al comienzo de la legislatura, está blindado en su sillón y sólo podría dejarlo por voluntad propia, dimitiendo, o por fallecimiento.

El Reglamento del Congreso no prevé la posibilidad de recusar al presidente de una Comisión, por lo que a Durán solo le quedaría dimitir de forma voluntaria si el 25-N complica sus planes

Difícil papeleta para la casa de la soberanía popular y para el propio portavoz de CiU si las cosas después del 25-M no transcurren como se opina en una parte del Gobierno y Mas continúa subido al mástil independentista.

UPyD, el partido que podría haber sido más crítico con la permanencia de Durán al frente de la Comisión de Exteriores, no ha dicho de momento ni palabra, aunque en sus filas no se descarta que pronto haya un pronunciamiento claro al respecto por parte de Rosa Díez.

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