Cataluña

El independentismo desencantado mira con nostalgia la Diada: "Falta un nuevo Artur Mas"

La Diada ha vuelto a pinchar este domingo al congregar sólo 150.000 personas. Exceptuando los años de la pandemia, se trata de la mayor desmovilización del secesionismo en una década. El nuevo dato se quedan muy lejos los 600.000 asistentes de 2019

  • La portavoz del Govern, Patrícia Plaja en la plaza de Sant Jaume de Barcelona donde se exhibe el cartel institucional de la Diada del 11 de septiembre -

Se cumplen 10 años de la celebración de la Diada de Cataluña organizada por ANC, una de las festividades más relevantes del catalanismo que aunó en su año de estreno, en 2012, a 1,5 millones de personas en la calle, según los organizadores. El éxito masivo del Día Nacional de Cataluña entonces fue el estandarte del que se valió Atur Mas para proyectar unas elecciones por la independencia de la autonomía y la soberanía fiscal, un precedente que culminó con el 'procés' cinco años más tarde. Sin embargo mucho ha llovido desde entonces: este domingo, la manifestación sólo ha logrado congregar a 150.000 personas, el peor dato desde 2012 si descontamos los años de pandemia.

Actualmente, en medio de una crisis sin tapujos en el Govern, en que Junts no para de amenazar con romper con su socio tras las tensiones del 'caso Borràs' y la 'flexibilidad' de ERC con el Ejecutivo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, los votantes de los partidos independentistas también se resienten y su actitud ya oscila entre la rabia, el hartazgo o el desencanto.

En aquella Diada, la de 2012, el escaparate soberanista lucía unido en una festividad sin fisuras: en primera línea se encontraba tanto el líder de UDC Durán y Lleida, como el convergente Jordi Pujol o un gran elenco de socialistas como Ernest Maragall (ahora ERC), Antoni Castells o Laia Bonet. La Diada actual parece otra película. Con un cisma inexorable entre los posconvergentes y ERC, que ha desembocado en una riña entre partidos tras el rechazo de Pere Aragonès a acudir a la manifestación, se ha dejado al descubierto la profundidad de la crisis que atraviesa el Govern. La pelea entre ambos los días previos al 11-S ha dejado estampas tan lamentables como que Jordi Sànchez acusara a Oriol Junqueras de ser "un indocumentado", que ERC exigiera a ANC que reformulara la manifestación o que Borràs acusara a Aragonès de "desmovilizar".

En aquella Diada, la de 2012, el escaparate soberanista lucía unido en una festividad sin fisuras con Durán y Lleida, Jordi Pujol o Ernest Maragall

Rabia en el electorado convergente

La primera actitud resultante, la de la ira, se ha dejado sentir en el sector más aguerrido de los votantes de Junts, que han visto en Pere Aragonés un 'vendido' a España. En las redes ya le achacan insultos como 'botifler' (un apodo contra los Borbones) y las criticas contra el partido han tomado tintes burlescos con el término ERÑ en lugar de ERC en alusión a España. La crispación del sector convergente con los altos cargos de ERC como Junqueras y Aragonés es evidente al entender que no acuden a la manifestación de ANC por tener miedo a las críticas, algo que ya ocurrió en la Diada del año pasado cuando el 'president' sufrió abucheos. Un ejemplo de esta sensación es la que reporta a Vozpopuli Carles (nombre ficticio al no querer revelar su identidad). Tiene 61 años y es fiel militante de Junts y seguidor de Carles Puigdemont y Laura Borràs. Explica con rabia que la actitud de ERC no va a favor de la independencia y que promulgan una indulgencia contra el Estado sobre la que no quieren rendir cuentas. "Conozco gente que están afectados por los acontecimientos y no votarán, o bien votarán un signo totalmente contrario", añade.

Explica que acudirá a la Diada porque "el pueblo es lo único que nos queda, salir a la calle", como única respuesta clara para seguir reclamando la independencia. Así, el sector más radical de independentismo es el que hará acto de presencia en la manifestación de ACN, con toda la representación de Junts a la cabeza junto con la CUP, la expresidenta del Parlament Carme Forcadell, Ómnium Cultural y los representantes del organismo de Puigdemont, el Consell per la República. Muchos votantes independentistas acudirán junto con el núcleo duro político del secesionismo al verse movilizados por el enfado generado por el 'no' de ERC.

Hartazgo y desencanto: Covid, 'represión' e incompetencia política

Aun así, con este pretexto, crece el hartazgo en muchos independentistas por la falta de unidad que hace temer a la ANC de una caída de las cifras de participación en la manifestación de la Diada. La movilización -que este año tenía como lema "Tornem-hi per vèncer. Independència" (Volvamos para vencer. Independencia)- ya ha ido perdiendo fuelle en los últimos años: en 2019, la Guardia Urbana cifró en 600.000 los asistentes y en 2021, saliendo de la pandemia, cayeron a 108.000, lejos de los récords previos al 1-O. Este domingo, el independentismo ha conseguido mejorar el dato del año pasado al reunir 150.000 personas, aunque, a diferencia de 2021, la pandemia ya no es un factor que influya en la desmovilización.

De cara a las elecciones municipales de 2023 detalla que es la primera vez que no sabe a quién votará: "No me identifico con ningún partido de los que hay ahora y ninguno me transmite confianza.

Las raíces y el contexto de esta desmovilización la han explicado a este periódico dos jóvenes independentistas que también prefieren guardar el anonimato. Lluís, de 26 años, quien vivió de primera mano las movilizaciones independentistas antes de la pandemia, explica que el enfrentamiento en el seno soberanistas ha debilitado la causa: "Las desavenencias le quitan solidez al movimiento y desconciertan a la base. Cada uno va por su lado y quiere establecerse como la primera fuerza política, lo que hace que se pisen en lugar de encontrar consensos", detalla con hartazgo. Aduce que tiene una sensación de engaño en aquellos líderes que han gestionado el 'posprocés' y que echa de menos un liderazgo fuerte que mueva la base social: "Todos los líderes en los que confiábamos y que nos han traído hasta aquí ya no están en primera línea. Para mí el movimiento está huérfano hasta que aparezca un nuevo Artur Mas". De cara a las elecciones municipales de 2023 detalla que es la primera vez que no sabe a quién votará: "No me identifico con ningún partido de los que hay ahora y ninguno me transmite confianza. Analizaré las campañas electorales con pero si no me convence ninguna, es posible que no vote por primera vez".

Laia, doctoranda en Ciencias Políticas, también achaca a la incompetencia política parte de la culpa de la desmovilización. "Yo no creo que se haya desinflado la causa sino que se ha perdido el momentum. La desmovilización nace de la represión del procés como factor principal porque la gente cogió miedo y luego el Covid, que hizo que las movilizaciones populares perdieran relevancia. Tiene más que ver con el desconcierto generalizado que se ha generado y que sigue costando mucho hacer un relevo de liderazgos que den dirección al proyecto", explica. Desde que tiene uso de razón ha acudido a todas las Diadas y cree profundamente en el catalanismo como identidad diferenciada, algo que ha visto siempre en el proyecto político que juntaba tanto a la derecha como a la izquierda pero que ahora se ha reducido a "riñas absurdas y miserables por ver quien preside el Parlament".

Ambos jóvenes explican que en sus ambientes la gente está muy descontenta con los partidos y desencantada. Una sensación de tristeza que ambos esperan que se supere en pos de un bien mayor que es celebrar el día de la afirmación nacional: "La Diada va más allá del procés e incluso de la independencia. Es un momento de decir que somos y seremos, que no nos dejaremos asimilar, más allá de todas las derrotas. Claro que cuestiono cosas que ha hecho ANC y Ómnium, como los partidos, pero el 11-S es emblemático", concluye, determinada, Laia.

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