La cárcel de Lledoners (Sant Joan de Vilatorrada, Barcelona) se llegó a considerar un 'hotel de lujo' cuando en sus estancias pernoctaban los políticos independentistas presos por el 1-O. Tres años después la situación ha dado un giro radical. La peligrosidad de sus internos se ha incrementado mientras que las medidas de seguridad siguen siendo tan laxas como cuando estaban los condenados por el procés. "Los presos no tienen miedo a cometer alguna falta o en agredir a funcionarios", según explican fuentes penitenciarias a Vozpópuli.
Para entender la deriva de este centro penitenciario hay que remontarse prácticamente al verano de 2018. Lledoners fue la prisión donde ingresaron, de forma paulatina, Oriol Junqueras, Jordi Turull, Joaquim Forn, Josep Rull, Raül Romeva, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart. Un centro que era prácticamente nuevo, apenas contaba con diez años, y contaba con todas las facilidades para estos internos.
Con el fin de asegurar su estancia lo más llevadera posible, la prisión trasladó a los internos más violentos y también se redujo las medidas de seguridad. "Como si fuera una ciudad, dispone de zonas donde los internos realizan la mayor parte de la vida cotidiana", es la oferta que publicita en su dominio web.
Después de más de mil días pernoctando en esta "ciudad", los políticos abandonaron la misma, dejando atrás todas las facilidades que habían disfrutado en los últimos años. Ahora, ya sin ellos, la cárcel ha dado un giro radical en sus instalaciones.
La vida dentro de la cárcel
Desde la marcha de los independentistas en 2021 se han incrementado las alteraciones del orden en sus instalaciones. Pasaron de 111 en ese año a las 240 de 2022 y las 231 que se vivieron en 2023. Otro de los datos que llama la atención es la requisa de teléfonos móviles. Se localizaron 93 dispositivos en 2023 por parte de los funcionarios. Una cifra bastante elevada, según las fuentes consultadas.
Y es que los presos internos en la actualidad no tienen miedo a cometer alguna falta o en agredir a los funcionarios. Saben que este tipo de circunstancias les permite al conocido como DERT, que es el departamento donde quedan aislados los internos alborotadores. Un módulo donde van a estar incluso mejor que en las estancias donde la liaron.
Este Departamento de Régimen Cerrado en Lledoners es considerado como una "jungla" por la actitud de los internos. "Cuando entras nunca sabes cómo saldrás", explican las fuentes penitenciarias consultadas. Los funcionarios se han llegado a encontrar fuego en las celdas, internos que esparcen sus heces por su habitáculo u otros que arrancan los marcos de las puertas para atacar con estos objetos a los trabajadores.
En estos casos, la dirección no quiere actuar con los medios reglamentarios para evitar lesiones a los internos y a los propios funcionarios. "Mantenimiento no da a basto para arreglar las celdas que ya están inhabilitadas", lamentan estas fuentes.
Todas estas circunstancias crean "estrés y ansiedad" a los funcionarios de prisiones que muchas veces no se atreven a actuar por "miedo" a que les suspendan de empleo y sueldo. Cuatro de ellos fueron sancionados pero un juez ha anulado la misma.
Otra de las llamativas circunstancias de Lledoners es que hay módulos que no tienen jefes de unidad. Uno de ellos es el MR-3, donde se ubican los internos más peligrosos por asesinatos y condenas largas. Entre sus paredes vive Francisco Pérez, alias Paco el Gordo, un violento miembro de los 'boixos nois'.
Uno de los múltiples problemas a los que se enfrentan los funcionarios en su día a día es la falta de poder que sufren en el centro. Los encargados de tratamiento deciden los destinos de los internos sin contar con la opinión de los trabajadores. Cualquier fallo puede suponer incidentes graves si se desconoce el perfil de los internos.
Drones y móviles en Lledoners
Para rizar el rizo en muchas ocasiones la dirección no quiere actuar cuando hay alguna emergencia grave y pone en riesgo la integridad física del interno y del funcionario, según estas mismas fuentes. Uno de estos ejemplos se produce cuando un preso comienza a romper la celda y los cristales de la ventana para hacer un arma cortante.
En el silencio de la noche de Lledoners se escucha también el vuelo de drones. Una práctica que se ha vuelto habitual en las cárceles españolas con dos objetivos: la entrada de sustancias estupefacientes y los móviles de grandes dimensiones. Toda esta situación no ha pasado desapercibida por los representantes de los trabajadores.
Alberto Gómez, coordinador CSIF Prisiones Barcelona, explica en declaraciones a Vozpópuli la deriva que se ha producido en el centro. "Nos llamaba la atención lo tranquilo que era. No había problemas y la plantilla no nos comunicaba incidentes. Era una situación ajena a lo que nos encontrábamos en otras cárceles", afirma.
Laxitud e impunidad
La llegada de los políticos presos puso en el "ojo del huracán" a Lledoners. Después de su marcha ya se vivieron situaciones "desagradables" como los "expedientes ideológicos" a los funcionarios de prisiones. Esta decisión fue revocada por la justicia mientras que cada vez se padecían "incidentes regimentales más graves".
"La evolución que ha tenido la prisión es clarísima ahora el perfil del interno es el mismo que en otras dependencias. No es la más conflictiva pero los incidentes son muy graves", admite. Unas circunstancias que van ligada a las políticas penitenciarias que destacan por su "laxitud" e "impunidad".
Una de las últimas actividades que están realizando desde la dirección es una 'marcha' de los presos. Dejan salir a los internos en 'autogobierno' a un matadero que se encuentra a 25 minutos de la cárcel. Una iniciativa que pone en peligro la vida de estas personas ya que discurren sin ningún tipo de luminaria por una carretera entre las once de la noche y las cinco de la madrugada. Cuando regresan a Lledoners son recibidos por un único funcionario.