“No toca hablar ahora de acuerdos con partidos, sino de reformas constitucionales, para transmitir una voluntad política de cambio de sistema. El sistema de turnos ha acabado. España ha decidido acabar con el sistema”. Pablo Iglesias subió al podio a las once de la noche del 20 de diciembre de 2015 convertido en el líder de la tercera fuerza política en España: 69 escaños, por detrás del PSOE y el PP. “España ya es otra”, sentenció el líder de la formación morada.
Pablo Iglesias subió al podio a las once de la noche del 20 de diciembre de 2015 convertido en el líder de la tercera fuerza política en España: 69 escaños
Las manos en el atril –la noche electoral, como montaña rusa-, Pablo Iglesias dejó muy claro lo que queda por hacer: una reforma constitucional sobre aspectos como la reforma del sistema electoral, independencia de la Justicia, el blindaje de los derechos sociales, plurinacionalidad y la revocatoria de un gobierno que a mitad de su mandato no cumpla con el programa. Así de sencillo.
Flanqueado por Carolina Bescansa, Iñigo Errejón e Irene Montero, Iglesias no se permitió la euforia. Habló como si hubiese llevado horas rumiando esas palabras, pasándolas de un lado a otro de la boca para que salieran así: lentas, pausadas, entre histriónicas y amenazantes. No perdió ocasión tampoco para aguijonear a un PSOE que obtuvo el peor resultado electoral de su historia y a un PP ganador que todavía se duele tras perder 63 escaños -la mayor derrota desde 1989-,
Oculto en la segunda fila, el fundador Juan Carlos Monedero apenas se ve en la en la foto de familia. El personaje de la noche no es él. Es acaso Pablo Iglesias, que sonríe fríamente, despojado de la euforia inicial de una noche que comenzó muy pronto. "Una noche en la que España fue otra".
Iglesias no se permitió la euforia. Habló como si hubiese llevado horas rumiando esas palabras, pasándolas de un lado a otro de la boca para que salieran así
Esperando a Pablo
La tarde del 20 de diciembre, el teatro Goya era una fiesta. El primero en llegar al número tres de la calle Sepúlveda fue Íñigo Errejón. Lo hizo a las seis y media de la tarde. Ya una electricidad recorría entonces las palmeras artificiales de un complejo más parecido a Sunset Boulevard que a un comando de campaña. Ciento cincuenta medios y cuatrocientos periodistas acreditados. Todos esperando a Pablo. Mientras tal cosa ocurría, el número dos de Podemos entró en la sala de prensa a saludar. Pero Pablo, claro, aún no llegaría.
Afuera, en la puerta principal, cada paseíllo se convertía en falsa alarma. “Viene, viene, viene”. Pero no. Todavía no llegaba. El líder de Podemos y candidato a la presidencia del Gobierno Pablo Iglesias llegaría pasadas las siete y media de la tarde. Lo hizo intentando abrirse paso, sin decir palabra y jaleado por quienes tiraban de su parka verde oliva. “¡Presidente, presidente, presidente!”. “No hay que estar nerviosos”, repetía Iglesias mientras una mujer –la líder de una familia que esperaba desde hacía más de una hora- casi le arranca la manga del abrigo. Y como llegó, Iglesias pasó al interior: a toda velocidad.
Que habían triunfado era algo que se respiraba desde muy pronto. Sobre las siete de la tarde, el verso libre de la formación morada Juan Carlos Monedero se plantó ante la prensa y dio el Do de pecho: “Hoy mi país se parece más a lo que yo quisiera. Hemos dado una lección a Europa. Esto va más allá de los números”. Tenía razón Monedero. Los números sonaban… a fiesta, a abrazo con aspaviento, a palmada gustosa en la espalda.
Casi todos con el plumas y calzados con zapatillas, los militantes de Podemos se hinchaban como esponjas -“¡Remontada, remontada, remontada!”-. El politólogo británico Owen Jones pasó desapercibido entre ellos y se dirigió al salón donde seguían los resultados; llevaba una pequeña mochila a cuestas. La prensa recitaba las letanías de los números. De whatsapp en whatsapp pasaban revista a lo que comenzó a percibirse como la carnicería electoral del bipartidismo. “¡Qué hostia el PNV en Euskadi, Podemos le ha quitado votos y es segunda fuerza”. “¡Podemos está peleando por ser primera fuerza en Cataluña, y en Galicia segunda fuerza!”, “¡En Madrid segundo!”. Sólo faltan las copas, y eso que no son todavía las nueve de una noche que burbujea en el buche gustoso de las cervezas de bote.
"Estamos viviendo una noche que se estudiará en el futuro”, dijo Errejón
La prudencia, mientras el teatro se cae a vítores
Iñigo Errejón se abrió paso en la sala de prensa poco antes de las nueve y media. “España ya es otra; es el fin del bipartidismo y el turnismo”, dijo sujetándose al atril –la noche electoral como montaña rusa, para ese momento, con 70 escaños-. “Hay que ser prudentes”, insistió mientras un rugido de vítores retumbaba desde el salón donde la militancia escuchaba el recuento de votos. “Prudencia, prudencia”, decía Errejón conteniendo la risa mientras la sala de prensa emitía una carcajada.
Al abrirse el turno de los reporteros, se hizo un silencio. Más de doscientos periodistas y ninguna pregunta. “Es la primera rueda de prensa en la que no queréis preguntar nada”, dijo el número dos de Podemos. Entonces sí, los periodistas volvieron en sí. “¿Estáis contentos con los resultados?”, “habéis ganado en País Vasco”, “¿aspiráis a más?”. Los signos de interrogación, ahora sí, se dirigen todos al número dos de la formación morada. “Nosotros nacimos aspirando a todo. Estamos viviendo una noche que se estudiará en el futuro”. No le faltaban razones a Íñigo Errejón para afirmarlo; ya a esa hora se sabían ganadores en Cataluña y poseedores de 69 escaños.
Faltaban aún dos horas para la aparición de Pablo Iglesias. La noche transcurría, jalonada por el bullicio de una pachanga que iba a más. Que todo prometía jaleo, y lo hubo. Que España sería otra… o, acaso, que ya lo era.