Un túnel en el Parlamento Europeo. Al entrar en él, el visitante accede a una experiencia de odio, gritos y acoso. Es el entorno de ETA, que le increpa por sus ideas políticas. La sensación se extiende y oprime, envuelve hasta convertirse en estruendo. Los sonidos son reales, no se trata de una recreación. Es a lo que los ciudadanos del País Vasco y Navarra que se rebelaron contra el terrorismo, que levantaron la voz cuando significarse era ponerse una diana a la espalda, se enfrentaban al pedir el cese de la violencia.
Eso fue ¡Basta ya!, la asociación cívica que, desde la "rebeldía" y la "irreverencia", se encaró con ETA. Así lo define la eurodiputada por Ciudadanos Maite Pagazaurtundúa, una de las personas que integró aquel grupo y que ahora, de la mano del escenógrafo José Ibarrola, recrea desde Bruselas la espiral de odio a la que se enfrentaron en País Vasco y Navarra. El hecho de alzar la voz les costó amenazas y una vida con escolta. "Éramos libres por dentro, pero también queríamos serlo por fuera", apunta Pagazaurtundúa.
El esfuerzo de la asociación fue reconocido con el premio Sajárov hace 23 años, "el único grupo de ciudadanos premiado con este galardón en la Europa democrática". Porque, a juicio de la eurodiputada, lo que se vivía en suelo vasco y navarro atendía a una dictadura del "silencio, miedo y autocensura". Bastaba levantar la voz para romper ese tabú, pero hacerlo podía tener consecuencias fatales.
Vozpópuli entrevista a Maite Pagazaurtundúa con motivo de esta exposición sensorial, que se inaugura el 31 de enero y estará acompañada de una jornada de debate abierta por la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, junto al propio Ibarrola y al filósofo Fernando Savater, uno de los impulsores de ¡Basta ya!. En los paneles posteriores se contará con la presencia de la propia eurodiputada española; de Cristina Cuesta, directora de la Fundación Miguel Ángel Blanco; de Mikel Iriondo, profesor universitario y fundador de las asociaciones ciudadanas Foro de Ermua y ¡Basta ya!; Javier Nodar, ex escolta y secretario general de la Unión de Guardias Civiles; Jagoba Gutiérrez, ex consejero de distrito y miembro de ¡Basta ya!; José Mari Alemán, dibujante e ilustrador; Roberto Herrero, periodista y escritor; Javier Mina, pintor, ensayista, escritor; y Jon Viar, profesor universitario, actor, ensayista, director cinematográficos y dramaturgo.
Pregunta. Al hablar de ¡Basta ya! utilizan dos palabras: "Irreverente" y "rebeldía". ¿Lo rebelde en aquellos años era pedir el fin de ETA?
Respuesta. Fue el elemento más peculiar de ¡Basta ya! Había una larga historia de movimientos pacifistas con gran aportación, pero lo que caracterizaba a ¡Basta ya! es que no era silencioso; era descarado, era irreverente respecto a lo mainstream, al nacionalismo obligatorio, a los tabús. Había palabras como “España” o “Constitución” que no se podían decir. Al principio organizó una manifestación que decía “ETA, no”, y eso era mucho decir entonces. La sociedad vasca vivía bajo una dictadura del silencio, del miedo y la autocensura, incluso entre quienes rechazaban a ETA. Y en esas, ¡Basta ya! decidió tener descaro. La libertad de conciencia estaba minimizada y decidimos ser ciudadanos. Hablábamos, decíamos lo que pensábamos, decidimos no autocensuraros. Eso era muy provocador e incomodó muchísimo.
P. ¿A quién incomodó? ¿Al entorno de ETA o también en más esferas?
R. Desde luego que incomodó al entorno de ETA. Casi todos los líderes de ¡Basta ya! pasamos a tener escolta. Nos hacían pintadas, sufrimos el acoso, en la universidad, en nuestras casas… era impresionante. Pero también incomodó al nacionalismo en su conjunto. Porque, cuando hay un marco cognitivo o narrativo que prácticamente es incontestable, no gusta que haya otras voces. Y nosotros dijimos que teníamos derecho a pensar distinto.
P. ¿Hay situaciones en las que hoy, en 2023, levantar la voz supone un acto de rebeldía?
R. Un acto de rebeldía es, en muchos casos, un acto de coherencia. La intolerancia y los discursos de odio siguen existiendo. No tenemos más que mirar estos días, cómo se han normalizado discursos de intolerancia, primero en redes sociales y también en espacios políticos. Es bueno reivindicar la libertad de conciencia, entender qué es el acoso. Hay espirales de silencio en la clase política que alimentan la intolerancia.
P. ¿En qué ámbitos se dan esos discursos?
R. En muchísimos. En redes sociales, para empezar, que están muy intoxicadas. Pero por citar un ejemplo: hay lugares de País Vasco y Navarra donde una parte de la sociedad cree que los que no piensan como ellos no pueden ir. Ha pasado con Ciudadanos, PP y Vox. En realidad estamos en un momento social a nivel mundial de enormes tendencias sectarias y de creación de burbujas sectarias que no son maneras de pensar, sino una especie de idolatría, casi de religión. Es importante entender la universalidad del fenómeno del acoso y la intolerancia.
P. ¿Cree que esos discursos de odio encuentran el respaldo o el silencio de una parte de las instituciones?
R. Los que tendrían que haber evolucionado en deslegitimar la cultura del acoso se han encontrado con nuevos aliados dogmáticos. Como comparten adversarios políticos se sienten mucho más respaldados.
P. ¿Hemos olvidado todo lo que hizo una parte de la sociedad en el País Vasco y Navarra al enfrentarse a ETA? ¿Somos ingratos con nuestra memoria?
R. Cuando se vive en el epicentro, como en País Vasco y Navarra, en una industria del acoso general, en la cultura del miedo y la autocensura, con una incomodidad tan grande, es comprensible que la gente quiera recuperar parte del tiempo perdido. Y sin haber sido aclarado del todo la deslegitimización del pasado, muchos padres no han querido transmitir demasiado a sus hijos. En ese contexto, es comprensible que en lo personal se viva de esa manera. Pero al mismo tiempo es un déficit no darle la importancia a algo que es muy, muy importante. Ese mundo que utilizaba industrialmente el acoso, ahora es industria del blanqueamiento del pasado. Si no lo entienden la sociedad y las instituciones, nos equivocamos.
P. ¿Quién arrastra a quién hacia ese discurso? ¿La sociedad a la clase política o a la inversa?
R. Tiene más responsabilidad quien tiene más poder. No es lo mismo un señor que en un bar dice barbaridades que el nivel de contaminación que tiene el discurso sectario, dogmático o sectario de un ministro, ya sea contra los jueces o contra quien sea. La contaminación desde el poder es muchísimo mayor.
El 'túnel del odio'
P. ¿Por qué presentan ahora la exposición?
R. Cuando lo intentamos en el 20º aniversario fue la pandemia, pero no quisimos dejarlo de lado. El único grupo de ciudadanos premiado con este galardón en la Europa democrática, el mayor a la defensa de libertad de conciencia, ha sido ¡Basta ya! En toda la Europa democrática, quizá el caso más grave de dictadura ideológica fue el caso de País Vasco y Navarra. Es un caso singular. Todas las aportaciones, desde periódicos, actividades cívicas, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, los ciudadanos que asistían cuando eran convocados… todos ellos ayudaron a terminar con el fenómeno del terrorismo. Dejamos un legado y me parecía importante recuperarlo.
P. Ha citado una serie de colectivos o personas que contribuyeron. Sin embargo, hay partidos que se atribuyen en exclusiva el fin de ETA.
R. Eso es propaganda. Es una manera de hacer política, tomar la parte por el todo. La simplificación de los mensajes genera eslóganes. El PSOE ha determinado que el poder y la propaganda son mucho más importantes que una mirada más abierta. No puedo imaginarme a otros dirigentes del PSOE en el pasado sin convocar si no lograban alianzas más cabales, en lugar de alianzas con nacionalistas, testaferros de lo que fue ETA, con populistas de modelos iberoamericanos. Es tremendamente intoxicador y muy polarizante.
P. ¿Qué ofrece la exposición?
R. La propia estética es muy nueva, muy distinta. Se utiliza un espacio con experiencia sensitiva, recuperando cómo eran los sonidos reales, de acosadores reales… No hay trampa ni cartón, es muy real. Por una parte, se puede sentir qué era aquella dictadura del miedo, pero también lo que significaba la rebeldía de ¡Basta Ya! Y esa es una parte luminosa.
P. ¿Cómo surgió la idea?
R. En parte era algo de lo que ya había hablado hace muchos años con José Ibarrola, no pensando en ¡Basta ya!, pero sí en la necesidad de mostrar la intolerancia, por una parte, y también la necesidad de hacerle frente de otra forma. Cuando se acercaba el 20º aniversario nos pusimos a hablar y recuperamos la idea de ese túnel, que hace que puedas ponerte en la piel de aquella decisión de decir “se acabó, basta ya, volvemos a las calles, defendemos libertad de los ciudadanos”. Éramos libres por dentro, pero también queríamos serlo por fuera.