Miércoles 7 de diciembre. Se publica el contenido de la carta que Merkel y Sarkozy envían a Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo. En la misiva ambos apoyan la “creación de un nuevo marco jurídico común, plenamente compatible con el actual mercado interior”, y toda la prensa divulga que lo que proponen es un impuesto de sociedades armonizado en la zona euro. El jueves 8 arranca el consejo, que continúa el 9 hasta altas horas de la madrugada.
Al terminar, Merkel y Sarkozy (Merkozy) celebran con alborozo un acuerdo a 26 al que llaman “pacto fiscal” para “salvar el euro” y para “armonizar la integración fiscal”, cuya aprobación necesitará un nuevo tratado. Pero, por su contenido, éste se asemeja más bien a un nuevo Pacto de Estabilidad. Un Pacto de Estabilidad bis, que endurece las sanciones a las naciones despreocupadas del déficit y la deuda. Y lo peor, opinan los expertos, que entierra la iniciativa del tándem franco-alemán defendida tan solo dos días antes.
“Mientras los líderes de la UE acuerdan un nuevo pacto fiscal, el cambio de tratado propuesto no tiene en cuenta una unión fiscal, que viene a ser la única solución creíble”, escribe el economista Nouriel Roubini. “No sorprende que los mercados reaccionen asustadizos entre la preocupación por la crisis de deuda europea y la ausencia de crecimiento”. El gurú Roubini volvió a acertar: en menos de una semana el Ibex 35 ya ha perdido 500 puntos.
“Hay una confusión cuando se habla de pacto fiscal o de fiscalidad común. El hecho de que todos los Estados tengan que equilibrar sus presupuestos no es tener una fiscalidad común”, aclara Vicenç Navarro, de la Pompeu Fabra y defensor de la segunda idea.
Una tasa a las transacciones
Desde marzo pasado, la Comisión Europea estudia cómo crear una Base Tributaria Consolidada Común (CCCBT, en inglés). Esto vendría a unificar el Impuesto de Sociedades, cuya media en la UE es del 27%, pero donde hay países como Irlanda que no desean la unidad fiscal porque mantienen tipos mucho más bajos (12%). “No es cuestión de tipos, sino de armonizar una base imponible para Sociedades”, tercia Ignacio Zubiri, de la Universidad del País Vasco. “Con ello evitaríamos el problema de las deslocalizaciones en la UE. Con todo, Sarkozy y Merkel dejaron de lado al BCE, que posee las dos únicas llaves para ahuyentar a los especuladores: los eurobonos y la monetarización del déficit. La cumbre –lamenta Zubiri- no se tradujo en ningún avance sustantivo”.
Ciertamente, el de Sociedades no es el único tributo en cuestión. Aunque tampoco surgen propuestas de por dónde agarrar. “La tasa a las transacciones financieras también ha quedado en el armario”, protesta Rodolfo Benito, de CC OO. Los sindicatos europeos se oponen vehementemente al nuevo tratado y preparan movilizaciones porque, según Benito, la UE habla de “movilizar a la población activa”, no a sus recursos productivos. “Y eso, como ya sabemos, se traducirá en una devaluación mayor del factor trabajo”.
Sin embargo, otros como José García-Montalvo (Pompeu Fabra), creen que la armonía fiscal es “ciencia ficción” en estos momentos. “No hay voluntad ni capacidad para llevarla a cabo. El principal problema es nivelar los ingresos y los gastos. Para ello, cada país debe buscar su propia vía, siempre y cuando no sobrepase ni el déficit ni la deuda”.