Madrid puede presumir de tener un Récord Guiness de las desgracias: ser la ciudad que más dinero ha destinado a los Juegos Olímpicos sin tenerlos, algo así como comprarse una consola de Style Empire sin un palacete donde meterla. En su Barómetro de la Economía del pasado mes de abril, el Ayuntamiento fardaba de tener el “74% de las infraestructuras realizadas” para los Juegos Olímpicos (la cifra ha sido continuamente redondeada por la candidatura hasta el 80%, e incluso el 90% si era Ana Botella la que hablaba). El gasto en abril para ese cometido ascendía a 8.851 millones de euros, que son bastantes más si se les suman los gastos de lobbyng y otros enseres de las tres candidaturas.
Prácticamente 9.000 millones de euros para contentar al COI en vano, a los que habría que añadir un buen plus de haber logrado la capital la victoria en alguna de las tres ocasiones (2005, 2009 y ahora), de acuerdo con un monográfico desplegado por La Marea. Lo ya derrochado no anda muy lejos de la inversión realizada por las autoridades británicas para los Juegos Olímpicos de Londres 2012, que de los 9.000 millones que se difundieron al terminar éstos el año pasado ya suben hasta los 12.000 kilos, según nuevas estimaciones.
No todo está perdido en el dispendio madrileño, pero sí una gran porción. Aparte de obras impresionantes como la M-30, cuyo coste (8.000 millones) prácticamente empata con la deuda que tiene el Ayuntamiento (por encima de 7.000 millones, y subiendo), el empeño olímpico dio pie a un despilfarro sin sentido. Para maquillar provisionalmente la situación, el exalcalde Alberto Ruiz-Gallardón improvisó un ejercicio de ingeniería financiera de reclinatorio echando mano de una sociedad municipal otrora rentable, Madrid Espacios y Congresos (Madridec).
La directiva de entonces de Madridec, Luis Blázquez a la cabeza, encarnó la apuesta por los Juegos más descarada: se hizo con edificios en la Calle de la Montera o en Campo de las Naciones que luego Cibeles tuvo que malvender, ideó un monumental Centro Internacional de Convenciones junto a los cuatro nuevos rascacielos que ha terminado convirtiéndose en un enorme agujero al fresco y apechugó con la gestión y la deuda de pabellones deportivos de última generación, como la Caja Mágica o el Madrid Arena.
La tragedia acaecida en noviembre de 2012 en esta última instalación agravó la decadencia económica de esta sociedad, hoy liquidada y fusionada con otras empresas locales. Los antiguos patrones fueron destituidos y los nuevos directivos, Pablo del Amo a la cabeza, han hecho un ERE antes de hacerla desaparecer y han vendido muchos de sus activos a la desesperada.
(Buena noticia para Madrid: según una investigación emprendida por Sky Sports, los Juegos Olímpicos de Londres han salido por mucho más de lo difundido: concretamente, por 24.000 millones).