Mariano Rajoy dedicó parte de su mensaje a los parlamentarios del Partido Popular reunidos este fin de semana en Córdoba a repasar la situación de Cataluña. Estaba previsto que el presidente del PP centrara su alocución en las reformas económicas y en los buenos presagios que auguran todas las previsiones. Pero no quiso olvidarse de Cataluña, entre otras cosas para contraprogramar la conferencia política que el PSOE celebraba al mismo tiempo en Madrid.
Buena parte de la estrategia de Moncloa de aquí las europeas se basa en agitar el temor a la salida de la UE en el caso de que Cataluña se empeñara en su deriva independentista. Sabe Rajoy que este mensaje cala tanto en las clases medias como en el tibio y acobardado empresariado catalán. Dijo el líder del PP, en este sentido, que "en la Unión Europea entró España y no 17 comunidades autónomas". La frase es de Enric Millo, la mano derecha de Alicia Sánchez Camacho y antiguo militante de Unió. Sabe el PP que ese argumento hace daño. Ahí le duele a Artur Mas, que en sus desplazamientos de diversas capitales comunitarias ha recibido sonoros portazos y estrepitosos desprecios por parte de sus interlocutores.
Paralelamente, los fontaneros monclovitas y los técnicos de Hacienda seguirán bregando con la Generalitat a la búsqueda de fórmulas de financiación que le permitan a Mas escapar del abrazo del oso al que le tiene sometido ERC. Esta línea va lenta, pero nunca se ha roto. CiU no se lo puede permitir si quiere pagar sus nóminas y atender los pagos a sus proveeedores.
Aduanas a los sentimientos
"Somos el país más antiguo de Europa y no queremos poner aduanas a los sentimientos que nos unen desde hace siglos", espetó Rajoy a su auditorio, muy entregado a la firmeza de su líder frente al desafío soberanista. Se mostró muy firme y muy intenso el orador ante la plana mayor del PP, posiblemente espoleado por las previas al cónclave cordobés, agitadas por la presentación del libro de José María Aznar. El presidente del Gobierno ha endurecido su mensaje desde la cadena humana independentista del 11 de septiembre. Artur Mas optó por ignorar los compromisos alcanzados en la entrevista secreta de finales de agosto en Moncloa lo que se ha traducido en un enojo no disimulado en el presidente.
Respuesta desde Israel
También hubo mensaje de Rajoy a Rubalcaba, muy suave, para no zarandear su frágil liderazgo. Rechazó toda posibilidad de reforma constitucional, al menos en lo que hace a la soberaná nacional. Ahí el PP encontró un aliado inesperado. Susana Díaz, el "terremoto socialista" que viene del sur, que rescató el discurso nacional del PSOE, tal y como viene haciendo desde que fue elegida presidenta de la Junta. "Los españoles buscan un PSOE identificado con un proyecto común llamado España", dijo sin titubeos, y el Palacio del Ifema se vino abajo, entre el gesto contrariado de Rubalcaba y el rictus atolondrado de Pere Navarro, el cada vez más descolocado líder del PSC.
Artur Mas, de viaje a Israel, optó por evitar la controversia. Encajó del golpe llegado desde el PP en Córdoba, pero tan sólo optó por recurrir al tópico de que "el pueblo catalán es un pueblo leal" y simplemente "quiere votar para decidir su futuro que es lo más normal del mundo".