España

"¡Estos tíos están locos!": Moncloa estalla contra Montoro y Margallo

"Estos tíos están locos", dicen en Moncloa. Tras el chorreo de Montoro, el de Margallo... ¿quién es el próximo? El Gobierno está fuera de control y el PP hecho trizas. Rajoy se sube por las paredes y ha ordenado silencio absoluto a sus equipo. Para rematar la faena, Aznar le culpa del pacto del Majestic.

  • Cristóbal Montoro y José Manuel García Margallo.

Los ministros de Rajoy están dislocados. Primero fue Cristóbal Montoro en El Mundo, donde se despachó a gusto contra Rato, Margallo, Guindos y hasta con el propio Aznar. Arrepentido, acobardado y encogido, pidió luego excusas por su falta de habilidad con las palabras porque lo suyo son los números y el power point. "Las palabras se las lleva el viento", dijo, a modo de excusa pública.

El mal ya estaba hecho. Más que viento, un vendaval que arrasa la imagen del Ejecutivo a dos meses de las generales. García Margallo se tomó cumplida venganza y arremetió en El Español contra el titular de Hacienda, a quien, con su supina displicencia, tachó de "ágrafo que no lee" en una conversión informal. Aznar también quiso devolver el bombardeo que le llega desde la dirección del partido que él mismo fundó y recuerda, en un artículo vitriólico en El Mundo, que el pacto del Majestic con los nacionalistas catalanes lo preparó el propio Mariano Rajoy, que también estaba allí.

El enojo del presidente con su tropa es descomunal, según los comentarios que circulan entre algunos ministros

Una jaula de grillos ingobernable, una especie de sálvese quien pueda. En Moncloa se escuchaban voces capaces de destrozar un diapasón: "Estos tíos están locos". Rajoy echa chispas, el equipo de Génova ya no sabe cómo apagar tantos incendios y la militancia se toma este asunto entre la desesperación y el cachondeo. Un tufillo a fin de ciclo, a lo UCD, empieza a emanar desde Génova, donde se ha organizado un gran acto este sábado para mayor gloria del presidente. Ha sido la semana en la que Rajoy estaba fuera del país, en Nueva York y Bruselas, ocupado en el frente exterior, en el que se mueve con soltura y donde disfruta de enormes compensaciones, donde todo son alabanzas y elogios a su gestión promética y ejemplar.

Un descomunal desbarajuste

Pero en casa, de puertas adentro, el desbarajuste es descomunal. En el PP se ha tenido que improvisar una solución de emergencia para tapar la enorme avería provocada con la tocata y fuga de Arantza Quiroga. Alfonso Alonso ha tomado el control del partido en el País Vasco, algo que siempre había buscado. Pero cuando se apaña un descosido, se abre otro. Juan Vicente Herrera, uno de los barones con más peso específico en el PP, arremetía contra el Gobierno en unas estruendosas declaraciones en las que decía sentirse "maltratado y abandonado". Aún arden los rescoldos del carbón en toda la cuenca leonesa. Desde diversos puntos del España le llegan adhesiones y aplausos al presidente Herrera. 

Un terremoto tras otro, y sin nadie al frente para tomar el timón y señalar el rumbo. Rajoy en Bruselas salía al paso del estropicio con unas declaraciones de calma y tranquilidad: "Estamos animados y contentos". Naturalmente, la procesión va por dentro. El enojo del presidente con su tropa es descomunal, según los comentarios que circulan entre algunos ministros, que reprochan a Montoro y a Margallo su empeño en sacar los pies del tiesto en el peor momento, su irreprimible vocación de quedar por encima, de salvar su perfil, de elogiar su labor.

"No es tiempo de mirar por uno, sino de salvar al partido y de salir vivos de las elecciones", comentan en la mañana del viernes fuentes del PP. También se subraya la poca fuerza de fuego con la que cuenta el partido en los medios. "Nadie da la batalla por nosotros, es un territorio hostil, aquí no hemos trabajado bien",  se dispara en dirección a Moncloa. Sáenz de Santamaría y Cospedal, siempre frente a frente. Y allá al fondo, Feijóo, a la espera. La enorme derrota de las municipales y autonómicas, en las que el PP perdió más de 2,5 millones de votos, ha dejado un cráter tan enorme que todavía no se divisa el fondo. Ni la manera de taparlo. 

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