España

Echenique: el alguacil alguacilado

   

  • Pablo Echenique, en una imagen de archivo

La contratación irregular de un asistente por parte del secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique no supera la anécdota personal. Quien pretenda equiparar su tacha a la hipercorrupción estructural del PP o del PSOE sin duda está errando el tiro. Pero, dejando bien claro que lo mollar es el uso extractivo de las instituciones públicas y no el incumplimiento en el ámbito privado de una normativa más que cuestionable, el caso Echenique sí sirve de base para efectuar varias reflexiones de fondo sobre la naturaleza hipócrita, mendaz y dañina de la política.

Los hechos

De acuerdo con su propia narración, el secretario de Organización de Podemos empleó durante varios años a un asistente “que siempre hizo muy bien su trabajo” con una jornada laboral inferior a 30 horas mensuales. En un comienzo, lo contrató a través de una empresa, pero cuando ésta cerró, Echenique siguió contando con él a modo de profesional autónomo: para ello, simplemente siguió abonándole los 300 euros mensuales que antes le pagaba a la empresa por sus servicios. O, dicho de otra forma, la empresa hacía frente con esos 300 euros al salario y a la cotización social de su asistente; con ese mismo dinero, el asistente obtenía ingresos suficientes para mantener su antiguo salario (incluso incrementado) y hacer frente a la cotización social por el régimen especial de empleados del hogar. Y es que, en efecto, el régimen especial de empleados del hogar autoriza a aquel personal doméstico que trabaje menos de 60 horas mensuales para una misma persona a que sean ellos los que gestionen el alta y el ingreso de sus cotizaciones, si bien la obligación de pagárselas y de cumplir con la Seguridad Social sigue recayendo sobre el empleador.

En algún momento de esta relación laboral, la situación económica del asistente se deteriora (probablemente por la pérdida de otros empleos) y éste decide dejar de hacer frente a las cotizaciones sociales: esto es, prefiere quedarse con el 100% del sueldo que le paga Echenique (300 euros) en lugar de entregarle más de un 25% a la Tesorería General de la Seguridad Social (75 euros, quedándole un salario neto de 225 euros). Cuando el secretario de Organización de Podemos descubre la situación irregular de su asistente, le concede un cierto plazo para que la corrija: pero, durante ese plazo de irregularidad, Echenique está cometiendo una ilegalidad en tanto en cuanto no cotiza a la Seguridad Social por su empleado. Transcurridos catorce meses y no habiendo regularizado el asistente su situación profesional, Echenique decide despedirlo.

Las explicaciones de Echenique contienen, sin embargo, una importante laguna: ¿por qué el diputado aragonés no quiso seguir contando con su asistente de confianza haciéndose personalmente cargo de su cotización social? Al cabo, si su empleado no podía permitirse destinar parte de su salario de 300 euros mensuales a pagar las cotizaciones sociales, Echenique bien podría haber asumido semejante sobrecoste, el cual apenas ascendía a 75 euros mensuales. La versión relatada a los medios por el secretario de Organización de Podemos asegura que sí le planteó tal oferta a su asistente, esto es, que sí se mostró dispuesto a incrementar el pago mensual hasta los 375 euros para así regularizar la relación laboral. Pero, entonces, ¿por qué su asistente se negó durante catorce meses a que le aumentaran el sueldo antes de cotizaciones hasta los 375 euros? Una de dos: o Echenique miente y en realidad optó por despedir a un padre de familia con cuatro hijos a su cargo, que realizaba exquisitamente su trabajo y que se encontraba en una situación de enorme precariedad económica para no tener que pagarle 75 euros más al mes; o Echenique nos está ocultando una parte de la historia: por ejemplo, que su empleado estaba percibiendo, con su conocimiento y complicidad, algún tipo de prestación pública incompatible con la regularización de su situación laboral.

Hasta aquí los hechos. La valoración sobre los mismos podrá ser muy variada según nuestros particulares principios morales, pero hay ciertos juicios que, en coherencia, difícilmente podrán soslayarse.

Hipocresía, falsedad y lesividad

Como decíamos, la historia de Echenique sirve para ilustrar tres aspectos típicamente ruines de la política: su hipocresía, sus mentiras y sus daños. A saber:

—Hipocresía: Echenique mantiene claramente un doble discurso en público y en privado. Y es que el diputado aragonés probablemente optó por prescindir de los servicios de su asistente para evitar subirle su salario en 75 euros mensuales, cuando Podemos exige a los empresarios que se sacrifiquen para aumentar las remuneraciones de sus obreros: al parecer, lo que vale para el empleador que trata de mantener a flote una empresa no sirve para el empleador que busca minimizar los gastos de su hogar. Alternativamente —y si fuera cierto que Echenique estuvo dispuesto a asumir semejante sobrecoste—, el diputado aragonés ayudó a su asistente a que cometiera un fraude contra el Estado de Bienestar ocultándole sus rentas al Fisco desde una economía sumergida que Podemos dice querer erradicar: de nuevo, la economía sumergida y el fraude contra el Estado parecen ser enemigos a batir salvo cuando nosotros —o nuestro entorno— nos beneficiamos de ello. Como decía, no pretendo juzgar la legitimidad moral del comportamiento de Echenique —ya sea a la hora de despedir a un trabajador de su confianza por racanearle una subida salarial o por colaborar con él en defraudar al Estado—, pero lo que sí resulta innegable es la doblez de su discurso: sus palabras como político se distancian enormemente de su comportamiento como ciudadano particular.

—Mentira: Si juntamos hipocresía e ilegalidad, uno esperaría una reprobación del comportamiento de Echenique dentro de Podemos. No estoy hablando necesariamente ni de ceses ni de sanciones disciplinarias: tan sólo de que se reconozca en público que su secretario de Organización obró mal según los parámetros éticos que la propia formación morada exhibe en su ideario. Sin embargo, lejos de rectificar, los dirigentes de Podemos han huido completamente hacia delante para eximir a su secretario de Organización de su objetivísima responsabilidad. Pablo Iglesias ha llegado al extremo de negar la comisión de cualquier irregularidad por parte de Echenique (algo que ni el propio Echenique se atreve a hacer) y al de aseverar que el aragonés constituye un “ejemplo moral”. ¿Ejemplo moral de defraudar al Fisco? No me constaba que Podemos quisiera minimizar la carga fiscal que soportan los españoles. En realidad, con tal de no socavar sus frágiles equilibrios internos de poder, el secretario general de la formación morada falsea con descaro la realidad (como decimos, ni siquiera Echenique descarta que haya cometido una irregularidad) y hace apología de un código ético que atenta contra los mismos fundamentos de Podemos (no por casualidad, sus socios de Izquierda Unida han saltado pidiendo una investigación ante unos indicios que reputan muy criticables). Pero la política —la organización estratégica para conquistar legítimamente el poder— prefiere defender lo indefendible antes que reconocer errores y dar un paso atrás en su asalto a los cielos.

—Daño: Pero lo peor del caso Echenique no es que las personas implicadas sean hipócritas o mentirosas: en muchos ámbitos sociales también prevalece la mentira o la hipocresía y aprendemos a convivir con ellas. No, lo peor es que las personas que tienen profundos incentivos a comportarse hipócrita y mendazmente son los que poseen la potestad de intervenir coactivamente sobre nuestras vidas, causándonos con ello un gravísimo perjuicio que no podemos eludir. Así, en este caso, nos encontramos con que, por un lado, la obligación de cotizar a la Seguridad Social perjudicaba gravemente al trabajador (el asistente)… no al empleador (Echenique): fue el ayudante del diputado aragonés quien prefería conservar el sueldo íntegro que éste le abonaba antes que entregarle al Estado un 30% del mismo y fue él quien terminó quedándose sin empleo por no querer someterse a esta caprichosa regulación pública. Por otro, los incrementos de los costes laborales decretados por la administración —en forma de incrementos del salario mínimo o de las cotizaciones sociales— tienden a reducir la demanda de trabajadores por parte de los empleadores: la predisposición de Echenique a asumir aumentos del coste de su asistente no era infinita (de hecho, probablemente lo despidió por no querer afrontar un aumento de su remuneración), como tampoco lo es la de los empresarios con sus trabajadores, de modo que el resultado final de estas medidas bien puede ser el paro generalizado. Por consiguiente, las regulaciones estatales dirigidas a proteger a determinados colectivos desfavorecidos terminan en muchísimos casos empobreciendo aún más a tales colectivos (ya sea reduciendo sus ingresos después de impuestos o, directamente, volviéndolos inempleables).

En definitiva, Echenique obró mal de acuerdo con sus propios estándares morales (hipocresía); su partido, con tal de no asumir responsabilidad alguna, ha acudido al rescate negando los hechos y convirtiendo absurdamente a su secretario de Organización en un mártir (mentira); y todo ello tiene lugar mientras todos los políticos de todos los partidos continúan imponiendo unas muy lesivas regulaciones que perjudican a centenares de millones de personas a las que, hipócrita y mendazmente, juran defender. No: lo único que están defendiendo la casta y la neocasta política es voluntad de poder a costa de la libertad y del bienestar de los ciudadanos.

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