Cuando veinte días atrás, el 6 de febrero, 700.000 toneladas de basura se derrumbaron en el vertedero de Zaldibar (Vizcaya), cambió para siempre la vida de dos familias. Porque, más allá del desastre medioambiental y de la consiguiente crisis política que copan los titulares, lo ocurrido provocó un drama humano. Los allegados de Joaquín Beltrán (51 años) y Alberto Sololuce (62), ambos sepultados y desaparecidos en el vertedero, viven con angustia y sienten "rabia", "impotencia" e "indignación" desde entonces.
Alberto es vecino de Eibar y Joaquín de Zalla. En ambos pueblos los vecinos se han volcado con las familias. No cesan las movilizaciones para que no se frene la búsqueda. El Gobierno vasco repite, por boca de varios consejeros y del propio lehendakari, Iñigo Urkullu, que las labores de búsqueda van a continuar hasta que se encuentren los cuerpos porque "esa es la prioridad".
Los familiares de los dos desaparecidos están viviendo un infierno. Al sufrimiento intrínseco que conlleva tener a un familiar bajo toneladas de escombros hay que añadir tanto los errores de bulto en la gestión del caso por parte Ejecutivo del PNV y el PSE como la pelea política desatada por la oposición a raíz de la tragedia.
"Rabia" e "indignación"
Bego y Gema Beltrán son las hermanas de Joaquín, casado y padre de tres hijos. Tras unos cuantos días sin querer salir en los medios, rompieron su silencio con una entrevista a El Correo. Dijeron que sentían "rabia" e "indignación" por lo que estaba y está pasando. Y repetían que su hermano llevaba tiempo advirtiendo a la empresa propietaria, Verter Recycling, de que había problemas graves. "Se podía haber evitado porque si le hubiesen hecho caso, hoy estarían vivos".
Solo encuentran algo de consuelo por la actitud de Joaquín ante la tragedia. "Nuestro hermano vivió como murió: salvando vidas. Podría haber escapado cuando vio que el vertedero se iba a derrumbar. Pero prefirió avisar a todo el mundo para que saliesen de allí. Llamó a su sobrino, a su hijo y a otros trabajadores. Creen que la avalancha le sorprendió cuando iba a alertar a Alberto, que estaba en la báscula. Era humilde y honrado. ¿Quién es capaz de dar su vida por otras personas?".
"Nos han abandonado"
En la familia de Alberto también ha abundado el silencio durante estos veinte días. Pero dos de sus sobrinos, Helene y Paulo Alberdi, sí ha mostrado sus amargas quejas públicamente. El segundo afirmó a EITB a los pocos días de la tragedia que "tenemos la sensación de que nos ocultan muchas cosas porque nos falta información". Añadía que "no sabemos cuándo los van a sacar de debajo de la tierra y eso es terrible para la familia, tiene que ser cuanto antes".
Su hermana Helene ha sido más dura en las redes sociales. A los tres días del derrumbe, decía que "no hay ninguna voluntad de encontrar a nuestros familiares, estamos indignados, esto es una auténtica vergüenza". "No vemos interés para sacar a nuestro tío de ahí, habéis convertido el dolor en rabia e impotencia", comentaba 24 horas después. "Las instituciones nos han abandonado, pero el cariño del pueblo está siendo increíble", decía el pasado 12 de febrero.
Con el paso de los días, bajaban el número y el tono de sus mensajes. Eso sí, el cuñado de Alberto y padre de Helene y Paulo publicaba un mensaje el 19 de febrero donde recalcaba que a su familiar no lo había matado el monte, "sino el hambre de dinero de los hombres". "La avaricia ha unido a una empresa creada por hombres sin escrúpulos y políticos unidos a siglas podridas y se han entendido fantásticamente bien", agregaba.
Una búsqueda más que compleja
Después de tantos días desaparecidos, la cruda realidad es que no hay esperanza para que Joaquín y Alberto sean encontrados con vida. Pero, al menos, sus familias quieren hallar sus cadáveres para poder darles sepultura. Los trabajos para hallarlos son por ahora infructuosos. La enorme cantidad de residuos desplazados, la fuerte contaminación del aire, el riesgo de más desprendimientos y los incendios en el vertedero dificultan una tarea que ya de por sí se antoja más que compleja.
Existe un precedente nada halagüeño para las familias de los dos desaparecidos. En 1996 se produjo un derrumbe parecido en el vertedero de Bens (Galicia). La fatalidad quiso que en la zona estuviera Joaquín Serantes (58 años), que desapareció sepultado por los residuos. Su cuerpo jamás fue encontrado.
A las puertas del vertedero de Zaldibar hay varios ramos de flores y un cartel colocados allí por los allegados de Alberto y Joaquín. En el papel puede leerse un mensaje que firman los familiares y amigos: "que los encuentren cuanto antes".